Ilustración Joao Fazenda |
En este mundo cambiante y
competitivo, necesitamos proyectar todo aquello que nos hace diferentes. La
marca personal nos propone un modelo
El 31 de agosto de 1997, en la revista Fast
Company, Tom Peters publicaba un
artículo titulado La marca llamada tú
(The Brand Called You), donde empezaba con una sentencia que revolucionó el
panorama del desarrollo personal: “Las grandes compañías comprenden la importancia de las
marcas. Hoy, en la era del individuo, tienes que ser tu propia marca. Esto es
lo que necesitas para ser el director general de Yo, S. L.”.
Más de una década después, este tema sigue siendo
de absoluta actualidad. Sin embargo, la primera reacción es de resistencia y
rechazo a ser considerados y tratados como una marca. Es normal. Pero lo cierto
es que los mecanismos de la percepción funcionan por etiquetas. Por
clasificaciones. El ser humano enmarca. Pero nos equivocamos. Por supuesto,
también se equivocan con nosotros. Y nos frustra a veces que, por ejemplo, se
nos considere aguafiestas o aburridos o patosos o vagos. ¡Si no somos así!
Justamente eso es el personal branding.
Si ya sabes lo que tienes que hacer y no lo haces
entonces estás peor que antes. Confucio.
Como dice Andrés
Pérez Ortega, especialista en esta materia: “La marca personal pretende ayudar a las
personas a posicionarse, a ocupar un lugar preferente en la mente de otros
(jefes, colaboradores, clientes, votantes, colegas, familia, amigos…). No se
trata de vender humo. Si una marca personal no es capaz de aportar nada, todo
lo demás no tiene sentido. Por tanto este
concepto ayuda a sobresalir a quienes aportan valor”.
Posicionarnos
y ser capaces de destacar.
Trabajar en distinguirnos y que, de esta manera,
seamos los elegidos. Porque, al fin y al cabo, la sociedad es un modelo de
elección. Queremos que nos escojan en este trabajo, o para este ascenso, o en
aquel grupo de amigos o ser la opción para esta persona a la que amamos y con la
que queremos pasar el resto de nuestros días. Y sí, el personal branding nos
ayuda a posicionarnos desde lo que realmente marca nuestra diferencia.
Todos tenemos
algo especial.
Y lo que es mejor, podemos convertirlo en fuente
de felicidad, crecimiento personal e ingresos económicos. Lo que sucede es que
hay millones de personas que ni lo saben. No son conscientes de que son únicos y de que, de igual
modo, pueden aportar algo singular. Y así, se convierten en marcas
blancas, es decir, en una firma que los demás consumen porque es barata, pero
con una repercusión mínima y muy fácil de cambiar por otra que sea aún más
económica. Esto está pasando hoy en el mundo laboral. Esto está pasando hoy en
las relaciones de pareja. Relaciones de marca blanca. De comodidad, que dicen
los expertos en marketing. Podemos cambiarlo. Descubrir, redescubrirnos y
convertirnos en una poderosa, querida, valorada e influyente Yo, S. L.
Puede ser una habilidad, puede ser una
particularidad de nuestro carácter, una capacidad extraña o una afición
extravagante, incluso. Da igual. Hagamos una lista con esas cosas que sabemos
que hacen de nuestra Yo, S. L. una marca única. Por ejemplo, imaginemos que una
persona tiene un gran interés por la ciencia-ficción. Sin embargo, trabaja de
algo alejadísimo de este universo, nunca mejor dicho. ¿Acaso no se puede hacer
de este pasatiempo una profesión? Sin ser escritor. No. Simple aficionado que
convierte esa afición en su sello. En su diferencia. Y acaba, por ejemplo, de
asesor de la última película de Star Trek. Sí, parece ciencia-ficción, pero no
lo es.
2. ¿Nos conoce
realmente la gente por las cosas que nos hacen únicos?
Es decir, cuál es la imagen que proyectamos. ¿Cómo nos
perciben? Ni idea, ¿verdad? Pues en este punto nos va a resultar de
gran utilidad hacer
una encuesta. Preguntemos a miembros de nuestra familia, del
trabajo, amigos… Escuchemos y comprobaremos qué imagen damos a la gente. Qué
contradicciones existen entre lo que creemos y lo que creamos. Qué problemas
podemos detectar.
3. ¿Cómo
queremos ser recordados?
Llega el momento de comprobar si nos sentimos
cómodos o no. Si detectamos contradicciones. Si la opinión que los demás tienen
de nosotros se ajusta a lo que realmente somos, a cómo queremos que las demás
personas nos recuerden.
Ahora es el
momento de focalizar.
De trabajar en la coherencia. Ser creíbles.
Confiables. Para ello debemos poner especial atención en:
–Nuestra
imagen.
Que lo que los demás ven a primera vista, se ajuste a aquello que queremos
proyectar.
–Nuestras
palabras.
Seleccionar el lenguaje y el tono adecuado para que nuestros mensajes lleguen
sin interferencias de ningún tipo.
–Nuestros
silencios.
Es decir, nuestra comunicación no verbal.
–Nuestras
acciones. Si
lo que decimos, pensamos y creemos no se ajusta a lo que hacemos, nunca
tendremos credibilidad.
–Nuestras
relaciones.
Rodeémonos de gente afín a nuestro proyecto de vida.
La manera más efectiva de hacerlo, es hacerlo.
Amelia Earhart
Porque al fin y al cabo toda marca es una promesa. Como
dice César Manuel Chapoñán Damián en
su blog Educomunicación, “para lograr
consolidar este concepto se requiere la fórmula del reconocimiento propuesta
por la Fundación Madrid por la Excelencia. En ella se combinan tres elementos:
la relevancia, la confianza y la notoriedad”.
Relevancia: implica que
para crear una marca personal debemos, ante todo, ser útiles, satisfacer una
necesidad y hacerlo bien. Si detrás de una firma no hay un beneficio real, esta
durará muy poco.
Confianza: vivimos en un
mundo en el que hay muchas personas capaces de satisfacer una necesidad o
realizar un trabajo. Lo importante es ganarse una buena reputación de
profesional consistente y eficaz. Eso nos hace valiosos y aumenta las
probabilidades de ser elegidos en un mercado competitivo y homogéneo.
Notoriedad: de nada sirve
ser útil y fiable si nadie te conoce. Debemos ser notorios, ocupar un lugar en
la mente de quienes puedan necesitarnos (jefes, clientes, amigos, familia, colaboradores,
entre otros). En otras palabras, hay que visibilizarnos donde nos movamos.
No digas nada ‘online’ que no quisieras plasmar en
un anuncio espectacular con tu cara en él. Erin Bury
Relevancia, confianza y notoriedad. Esos serán
nuestros tres compañeros de viaje en nuestra Yo, S. L.
No hace mucho, en este mismo espacio, en el
artículo de Francesc Miralles
titulado Infelicidad digital, nos
advertía de los peligros de las redes sociales en nuestra vida cotidiana. Lo
mismo pasa en relación a nuestra marca personal. Cada vez son más, por ejemplo,
las empresas que rastrean digitalmente a sus candidatos. Y, claro, si estamos
construyendo nuestra Yo, S. L. alrededor de la seriedad y el rigor, y en
nuestro Facebook tenemos una gran colección de fotos en las que salimos
desfasados, es posible que dejemos de ser creíbles.
Pero si sabemos cómo, Internet también nos brinda
la posibilidad de empezar a orientar nuestra marca. A proyectarnos. A
comunicarnos con gente que tenga nuestros mismos intereses y afinidades. Porque
a pesar de todos sus peligros, con las redes sociales podemos tener un
laboratorio de ensayo. Son muchos los casos de éxito de personas que, por
ejemplo, han hecho de su pasión por la moda su fuente de ingresos única y, lo
que es más importante, su forma de ser felices. ¿Cómo? Empezando con un blog,
creando su networking, influyendo e impactando a miles de lectores y
convirtiéndose así en una firma contrastada y requerida por marcas
multinacionales. Porque las marcas necesitan de otras, como la tuya, para
expandirse, crecer y ser creíbles. Así que, adelante, tu Yo, S. L. está ya a punto de
entrar en el mercado de la vida.
LA FÓRMULA DEL
RECONOCIMIENTO
Libros
‘50
claves para hacer de usted una marca’. Tom Peters, (Deusto). Podremos leer
al creador del personal branding y disfrutar de su ironía, humor y sabiduría.
‘Marca
personal, cómo convertirse en la opción preferente’. Andrés Pérez
Ortega (ESIC Editorial). Una detallada y sistemática guía para trabajar nuestra
marca personal.
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