¿Alguna vez
has sentido la necesidad de “apagar” el constante flujo de pensamientos que
te invade? ¿Eres consciente del impacto que tiene tu forma de pensar sobre tu
manera de ser? Hablando en términos científicos, la mente se
define como el conjunto de procesos que realizan las células cerebrales
(neuronas), que se manifiestan en forma de pensamientos. Sin embargo, su
funcionamiento sigue siendo una incógnita para la mayoría de seres humanos, al
igual que su potencial. Y es que la mente puede manipularnos, esclavizarnos o por el
contrario, liberarnos.
De ahí que
comprender cómo funcionan y de qué manera se pueden regular los pensamientos
sea fundamental para crear un estado mental equilibrado, sereno y positivo, lo que nos permitirá
afrontar de forma más efectiva los retos y dificultades que surgen en nuestro
día a día.
Entre los
expertos dedicados a trabajar sobre el ‘arte de pensar’ destaca el reconocido coach ejecutivo, Enrique
Simó (Algeciras, 1959), especializado en autoliderazgo basado en la inteligencia emocional.
Entre otras instituciones, Simó colabora con la prestigiosa Oxford Leadership
Academy y la consultora estratégica internacional Augere, con sede en Barcelona. Además,
practica y enseña meditación desde hace más de 23 años.
¿Cómo funciona el pensamiento?
La base de
nuestras palabras, actitudes y acciones está en el pensamiento. Y como una
semilla, cada uno produce su propia flor y da su propio fruto. Los pensamientos
pueden ser constructivos o destructivos, positivos o negativos, amorosos o
rencorosos. Con el pensamiento generas una serie de emociones que fisiológicamente crean una experiencia en tu interior. Por lo tanto, aquello que pensamos y, sobretodo, cómo
pensamos, determina aquello que vivimos. De ahí que la pregunta clave sea: ¿controlas tu mente o tu mente te
controla a ti?
Ponme un ejemplo…
Imagina a
una persona que no está a gusto en su entorno de trabajo. No disfruta con lo
que hace y siente la necesidad de dar un giro a su orientación profesional.
Esta persona puede enfocar su situación de dos maneras muy distintas. Si piensa
constantemente en lo mucho que le infravaloran, critica en su fuero interno a
sus compañeros de trabajo y ya no digamos a su jefe, cada día se va desmotivando más y sintiéndose peor en su lugar de
trabajo. Le cambia el humor y se desentiende de todo y todos, hasta que
finalmente, por extenuación, dimite. Eso sí, sigue pensando que la empresa es
responsable de su situación y su malestar.
¿De qué otra manera podría enfocarlo?
Por el
contrario, esta persona puede pensar que ése lugar de trabajo no le aporta
suficiente, pero valora todo lo que ha aprendido en el tiempo que lleva allí.
En vez de martirizarse con críticas inútiles, se dedica a pensar en qué opciones tiene para cambiar de
entorno laboral y en qué le gustaría hacer para cambiar su orientación
profesional, buscando otras ofertas o formación.
Finalmente, dimite y se va a crecer a otro lugar. En su experiencia no cabe el
rencor o el malestar, pues la decisión de entrar en esa empresa y salir de ella
han sido solamente suyas, y asume esta responsabilidad. Así, su modo de pensar determina cómo vive su proceso de
cambio profesional. Este simple ejemplo es extrapolable a todos los ámbitos de
nuestra vida.
¿Por qué tendemos a pensar en negativo?
Por nuestra
estructura mental, nuestras creencias y la escala de valores del sistema en el que vivimos. Caer y regodearse en lo negativo es
siempre más fácil. Es un acto inconsciente y no requiere esfuerzo. Hemos creado una forma de vida que prioriza la evasión
y el beneficio material ante todo. Con tanta sobreexposición a
los estímulos que nos rodean, nuestras mentes están saturadas y nos dejamos
invadir por creencias que nos limitan. Tal como dijo Ghandi,
“es más
fácil responder a la violencia con más violencia; lo que es verdaderamente
difícil es responder a la violencia manteniendo la calma”. Pero potenciar lo positivo, aunque puede que cueste más esfuerzo, es más beneficioso para nuestra salud emocional.
¿Se pueden controlar estos pensamientos negativos?
Sin duda
alguna, pero hay que potenciar la “gimnasia mental”, tener voluntad y
mucha determinación. Nuestras mentes están débiles, abotargadas, en desuso.
Hemos mecanizado tanto nuestras respuestas que apenas dejamos espacio entre el estímulo y
nuestra reacción.
Por ejemplo, si vas en coche y otro conductor te corta el paso, generalmente
sueltas algún improperio acompañado de un sonoro bocinazo. No te planteas que
el otro conductor quizás no lo ha hecho adrede, simplemente se ha despistado,
algo que mañana te puede suceder a ti. Por supuesto, crear este espacio de consciencia
requiere compromiso y entrenamiento.
¿Cómo podemos cambiar nuestra manera de pensar?
Observando
y trabajando nuestro interior. Es importante que nos dediquemos un rato cada día a
nosotros mismos. Aprender a controlar la respiración es
un buen comienzo, además de profundizar en las técnicas de relajación, la
visualización y, sobretodo, la meditación.
¿Podrías proponernos un ejercicio práctico?
Un buen
ejercicio es parar, conectarse con la respiración y observar con atención
nuestros pensamientos, aceptándolos y dejando que poco a poco la mente se vaya
serenando. De este modo iremos creando un espacio de silencio en nuestra mente. En este punto, podemos “jugar” a recordar un momento feliz
de nuestra vida, visualizándolo como si lo estuviéramos viviendo de nuevo, y
poco a poco recrearemos la experiencia que tuvimos. Sentiremos los efectos del
pensamiento imponerse en nuestro cuerpo: probablemente no podamos evitar
sonreír, y físicamente nos relajaremos.
Así, aprender a controlar nuestros pensamientos puede cambiar
nuestra manera de entender y vivir la vida…
Por
supuesto. En la medida que nos demos el espacio necesario entre el estímulo
externo y nuestra reacción, y reprogramemos nuestra mente a través del
pensamiento consciente, cambiaremos la percepción que tenemos de nuestro
entorno. Conectándonos a nosotros mismos y al momento presente podremos ser más
capaces de “plantar” semillas de pensamientos positivos a través de los que podremos convertirnos en co-creadores
de nuestras experiencias y, por ende, de nuestra realidad.
¿Y cómo podemos dirigir conscientemente los pensamientos?
Para poder
cambiar los pensamientos primero hemos de ser conscientes de qué es lo que
ocurre en nuestra mente. Para ello necesitamos centrarnos, ser conscientes de
nosotros mismos y de lo que nos rodea, observar y decidir en qué dirección
queremos dirigir los pensamientos. Los seres
humanos no tenemos límites, sólo los que nos imponen nuestros propios pensamientos.
Y mediante el entrenamiento adecuado, podemos utilizarlos y dirigirlos
conscientemente, escogiendo qué y cómo queremos pensar. Así es como podemos
conseguir la maestría en el arte de mantener la mente en equilibrio y lograr un
bienestar verdadero
y sostenible. La palabra clave en todo este proceso es “consciencia“.
En clave de coaching
¿Qué
pensamientos tienes cuando te despiertas?
¿Qué
pensamientos son los que te roban tu energía?
¿Qué
pensamientos y sentimientos te llenan de felicidad?
En clave personal
Tu mayor pasión: meditar,
descubrir el silencio interior, y compartirlo con los demás.
Tu mayor virtud: paciencia y
constancia.
Un aforismo: En la sencillez está la belleza y la
sabiduría
Una película: Gandhi
Un libro: “¿Quién manda en tu vida?” de Miriam
Subirana, Editorial RBA
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