“Muchas veces me como la mala leche
de mis padres por cosas que no tienen nada que ver conmigo”. Seguramente
muchos padres, y algún adolescente, que empiece a leer esta entrevista se
sentirán identificados con esta frase. Es una de las muchas que recoge la
periodista Irene Orce en su primer libro titulado “Esta casa no es un hotel. Manual de educación emocional para padres de
adolescentes”. Lejos de parecer un texto más de autoayuda, la autora nos
invita a crear
un espacio de reflexión y escucha activa después de tratar
muchísimos casos de adolescentes que le hablan de sus sentimientos y de padres
que le cuentan sus frustraciones. Tiene sólo 30 años, pero una gran sabiduría
acumulada… Escuchen.
Usted ha sido adolescente y aunque no tiene hijos
de estas edades, sí ha tratado con decenas de ellos. ¿Esto le prepara para lo
que pueda venir?
Al menos me da la posibilidad de escribir estas
reflexiones. Al final lo que hago es aislar e identificar los conflictos más
generales que me he encontrando trabajando tanto con padres como con hijos.
Tenemos una fundación con mi marido, que se llama la Akademia donde damos
educación emocional gratuita para adolescentes y a través de este proyecto es
donde he podido trabajar con ellos, con conflictos específicos que me han
ayudado mucho a escribir el libro.
Habrá experimentado las frustraciones de los adolescentes
como si usted misma fuera su madre…
(Ríe). Sí, desde luego. No se lo puse fácil en su
día a los míos. Espero que las tablas que he ido ganando me ayuden para cuando
me toque ser madre de adolescentes en unos añitos.
¿Y sus clientes (jóvenes y padres) no le miran a
usted de forma condescendiente pensando qué consejos les puede dar usted para
mejorar la situación en casa?
Siempre. Me dicen “esta yogurina”… Me ha pasado
siempre, desde que empecé a hacer coaching hace siete años. Ya me pasaba porque
empecé muy joven con todo el tema del autoconocimiento. Pero pienso que, al
final, la edad en estos ámbitos es bastante relativa. No pretendo sentar
cátedra, sino que me dedico a escuchar, hacer preguntas y proponer
reflexiones. Espero que me lo permitan.
Comenta en el libro que los adultos también son a
veces inmaduros, pero la inmadurez adulta no tiene nada que ver con los
conflictos de adolescentes y padres, ¿o sí?
¿Sí? ¿Seguro? No lo tengo tan claro. Creo que la
inmadurez adulta está más camuflada y hemos encontrado sistemas para funcionar
sin que se note tanto de forma tan extrema como en los adolescentes. Pero los adultos
también son inseguros, intentan eludir sus responsabilidades y esto es un
reflejo de los conflictos básicos de los adolescentes.
Usted dice que en la escuela no nos enseñan a
pensar por nosotros mismos. ¿A qué nivel?
En las escuelas del sistema público todavía no se
utilizan la educación emocional ni la gestión de las emociones ni el
entendernos un poquito más en las asignaturas troncales, ni si quiera como algo
variable. Precisamente eso es lo único que intento proponer, que se introduzca
como en muchas escuelas concertadas o centros privados donde ya se está
produciendo esta tendencia. Que sea para todos, y todos tengan acceso.
Un padre que ha tenido una adolescencia difícil,
¿lo tendrá más complicado que uno que ha tenido una adolescencia plácida?
Depende de si ha resuelto sus conflictos o no. Al
final la adolescencia es un momento convulso más evidente en unos casos que en
otros. Para quien es más evidente, supone obligarse a trabajar más esos
conflictos porque chocan más con la realidad. Y lo tendrá más fácil si ha hecho
un trabajo previo.
Antes de que sea demasiado tarde, ¿podemos saber
cuáles son los síntomas de un adolescente descarriado?
No
hay adolescentes descarriados si no que falta atención, escucha, consciencia,
apoyo…
Igual que creo que hay segundas, terceras o cuartas oportunidades, no creo que
un adolescente no tenga oportunidad de regresar al camino.
La importancia del ejemplo que dan los padres es
otra cuestión fundamental que usted aborda. ¿Por qué?
Porque es la mayor influencia y la que más huella
nos deja. Como padres, la única manera de enseñar es a través del ejemplo.
Si tu padre te dice que no fumes, y está todo el día con el cigarro en la mano
al final su mensaje es contradictorio. Hay que conseguir que el mensaje sea
coherente desde el principio hasta el final.
Así que no se puede tomar ni una copa de vino en
casa si no queremos que beban…
El tema es argumentar y explicar porqué yo puedo
tomar una copa de vino y él o ella no.
¿Y qué pasa con los adolescentes de padres
separados?
Se multiplican los conflictos al no haber un
equipo en casa que realmente pueda coordinar las líneas de educación y los
mensajes. Es más fácil que nos tomen el pelo.
Supongo que habrá hecho usted de consejera de
pareja muchas veces.
Sí. Al final, cuando hay conflictos con los hijos
en casa se generan muchas brechas. Cuando no se está de acuerdo en la
educación, todo genera distancia. Me ha tocado lidiar con parejas que sólo
hacían que tirarse los trastos a la cabeza y al final no prestaban atención al
conflicto real con sus hijos.
Eso que propone de las cuatro C, ¿tiene éxito?
(Los lectores tendrán que leer el libro para descubrirlo…)
Si (ríe), el feedback que he recibido es bastante
positivo. Es más. Invito a que lo pongáis en práctica. Al final es verificar a
través de la propia experiencia.
Para reconducir una situación insostenible con un
adolescente, ¿quién tiene que ceder el padre o el hijo?
Inevitablemente, como en otros aspectos de la
vida, debe
de ceder el que tiene más capacidad para hacerlo. En este caso es el
padre. Pero no es ceder a las demandas del hijo. Es bajarse al lugar donde está, ponerse de
tú a tú con él, escucharle y tratar de comprender lo que le está pasando.
A partir de aquí hay que diseñar un plan de acción basado en la responsabilidad
para modificar lo que está sucediendo.
¿Quién comete más errores un padre o un
adolescente?
Por igual, pero pongo la responsabilidad más en
los padres porque son los que tienen más recorrido, al final esto es más
experiencia.
¿Y cuáles son los errores más habituales de cada
uno?
De
padres, no escuchar y querer que sus hijos se amolden a una manera de ser
determinada.
Querer que los hijos sean como ellos quieren que sean. Es muy común, aunque lo
hagan con buena intención y creen que es lo mejor para ellos, pero no se paran
a cuestionar si cabe la posibilidad de una opción distinta. De los hijos,
cuando no se sienten escuchados se rebelan de la peor manera posible generando
conflictos con agresiones verbales y a veces físicas.
O sea que… ¿debemos ser indulgentes con los
adolescentes por el hecho de ser adultos que manejamos una situación por la que
ya hemos podido pasar?
Más
comprensivos. Indulgentes no porque es como dejarles pasar las cosas. Tenemos
que prestarles más atención.
¿Ha tirado la toalla alguna vez con adultos o con
adolescentes en algún caso muy difícil?
De momento no. Al contrario, a más dificultad, más
motivación.
Habla en el libro de la importancia de la
comunicación con los hijos adolescentes, ¿algún truco para que nos escuchen de
verdad?
Empezar a escuchar. Toda mi propuesta es aplicarnos
primero el cuento a nosotros mismos. Es la mejor forma de cambiar
nuestras relaciones. ¿Has probado pararte y escuchar de verdad? ¿Y no saltar a
la mínima para colarle un tema o un consejo? Esto no significa estar de acuerdo
con el adolescente y que haga su vida, si no estar más atento y presente para
inspirarles ser ellos mismos.
Pero no puedes ser comprensivo con un hijo que por
ejemplo llega tarde siempre si no sabe que hay unas consecuencias de no cumplir
las normas, ¿no?
Los límites hay que ponerlos, es sanísimo. Pero
propongo evitar
que junto al límite se cuelen nuestras propias limitaciones y carencias
en la ecuación.
¿Cómo sabemos cuando un hijo adolescente miente a
sus padres?
Aunque no se puede generalizar, es inevitable que
los adolescentes mientan porque es una edad donde empiezan a descubrir la
propia intimidad y privacidad. ¿En qué temática por ejemplo…?
En aquello a lo que los padres suelen tener miedo:
que sus hijos adolescentes vayan por el camino de la mala vida de las drogas,
el botellón, el tabaco, el libre albedrío sexual…
¿Tomaste alguna copa cuándo eras adolescente?
¿Mentías a tus padres al respecto? Si tus padres te castran, no dices la verdad.
Muchos padres no facilitan que sus hijos compartan su intimidad con ellos.
Y en el sexo, ¿cómo saber si mienten?
Habla con ella o él. Empieza por la prevención.
¿Hablas de sexo en casa con tus hijos? ¿Les explicas algo? ¿Les preguntas por
ejemplo cuántos amigos suyos son vírgenes? Se puede plantear de muchas maneras.
Al final del libro propone un test para saber si
se está en el camino correcto con un adolescente. ¿Lo ha elaborado usted? ¿En
qué se ha basado?
Está basado en la
experiencia de la Akademia. Pero no pretendo sentar cátedra, sólo compartir
reflexiones de lo que me he ido encontrando.
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