Si colocamos a una cría de mono
enfrente de dos humanos que no conoce, uno que le sonríe y otro que no, el
animal se irá siempre con el primero. Motivo: la sonrisa es el pegamento social.
Sonreír nos acerca al resto de personas (y al resto de los mamíferos, podemos
añadir). Evidentemente, estamos hablando de sonrisas genuinas, no las
artificiales que se saben que no son sinceras y que también percibimos. Ahora
bien, la ciencia está descubriendo que la sonrisa tiene muchas más ventajas de
las que podíamos imaginarnos a priori. Ron
Gutman, como experto en sonrisas, puede ayudarnos en descubrirlas. Ron
lleva años estudiando de cerca el fenómeno y recopilando estudios sobre
sonrisas, que ha recogido recientemente tanto en el artículo The Untapped Power Of Smiling, publicado
en la revista Forbes, así como en la
charla que ofreció a través de TED en 2011. Junto a él, la científica LaFrance y Dr. Niedenthal y su equipo
están revolucionando la ciencia con sus estudios sobre sonrisas. Veamos algunas
de las conclusiones más importantes:
Dime
cómo es tu sonrisa y te diré cuánto vivirás.
Investigadores de la Wayne
State University examinaron en 2010 fichas con fotografías de jugadores de
baloncesto que procedían de las mayores ligas estadounidenses previas a los
años cincuenta. Examinaron los datos vitales de cada jugador tratando de ligarlos
a la longevidad de cada uno y encontraron que la envergadura de la sonría
predecía la longevidad del jugador. Aquellos jugadores que no sonreían en las
fotos vivían una media de 72,9 años, mientras que los jugadores que mostraban
amplias sonrisas en las fotografías vivían una media de 80 años. La conclusión
del estudio no significa que sea cierta la ecuación de sonreír = longevidad. Cuando una
persona es risueña, actúan otras emociones de fondo que ayudan a que aumente
nuestra esperanza de vida, como hemos ido comentando en el
Laboratorio de la Felicidad.
La
sonrisa es universal: aquí y en las tribus, sonreímos a menudo.
Paul
Ekman,
el mayor investigador de la historia de expresiones faciales, publicó en 1980
un libro con diversos estudios sobre expresiones faciales en tribus de Nueva
Guinea. Ekman, con su espíritu curioso, se interesó por la tribu Fore, debido a
que se encontraba completamente desconectada de la cultura Occidental (y que
además era conocida por sus rituales caníbales… de esto último aspecto Ekman no
habló) y encontró que los miembros de la tribu sonreían en las mismas
situaciones que lo hacemos en Occidente: es decir, que todos sonreímos a menudo para expresar
disfrute y satisfacción y no depende de la cultura a la que
pertenezcamos. Así pues, una vez más, olvidémonos de las excusas.
Dependiendo
de la cultura, se identifica más la sonrisa con las boca o con los ojos.
Un innovador estudio realizado
con emoticonos ha puesto sobre la mesa nuevos hallazgos en la diferencia en la
percepción de la sonrisa entre occidentales y orientales. Mientras los europeos
y los americanos localizan la expresión en la boca ;)
o ;( los japoneses la localizan en los
ojos ^_^ o
;_;
Nos
cuesta fruncir el ceño a una persona que nos sonríe.
Un estudio suizo realizado en
Uppsala University que estudiaba las reacciones automáticas y controladas de
las expresiones faciales, presentó a los participantes diferentes caras que
mostraban expresiones faciales positivas y negativas mientras se les pedía que
trataran de mantenerse neutros (que no sonrieran ni fruncieran el ceño). Los
resultados mostraron que cuando una persona veía una cara sonriente era más
propensa a sonreír que cuando le mostraban una cara con el ceño fruncido.
La sonrisa es evolutivamente contagiosa y si no, recordemos cuando éramos niños
y jugábamos a mirarnos a la cara y a ver quién aguantaba antes en perder la
sonrisa. Es todo un desafío a nuestro propio cerebro.
La
sonrisa genuina es difícil de fingir.
Las sonrisas genuinas, aquellas
que combinan la sonrisa de los labios con la de los ojos, son difíciles de
imitar. Ekman y Freisen realizaron
un estudio en 1988 en el que dividieron a un grupo de enfermeras en dos grupos
a los que se presentó un vídeo desagradable y uno agradable. Se instruyó
ambos grupos para que, tras la visualización del vídeo, afrontaran una
entrevista grabada sosteniendo que el vídeo proyectado había sido agradable (es
decir, un grupo debía mentir y un grupo debía decir la verdad). El análisis
demostró que comparando las grabaciones, el grupo que mentía mostraba menos sonrisas genuinas que
el grupo que decía la verdad.
Sonreír
nos hace sentir mejor.
Parece obvio pero no lo es. La
sonrisa en muchas ocasiones es el resultado de un estado de bienestar o placer,
pero en otros casos el simple hecho de sonreír nos hace sentir mejor. Aunque
nuestro sentido común conozca esta teoría, la ciencia le puso un nombre hace ya
algunos años cuando Charles Darwin
enunció la hipótesis del feedback facial. Bien los avances de la neurociencia
han revelado que Darwin, una vez más, tenía razón. Esto nos explica por qué es beneficioso
hacer sonreír a alguien que no está pasando por un buen momento y
aún más interesante, cuando estamos mal nosotros, cambiar nuestra sonrisa y nuestra postura
corporal nos ayuda a transformar nuestras emociones.
La
sonrisa tiene múltiples usos.
Además de la sonrisa genuina, Ekman describió otros 17 tipos de
sonrisas, utilizadas cuando las personas se encuentran flirteando, mintiendo, o
se sienten atemorizadas. Además, el estudio con chimpancés ha revelado que unas
veces sonríen por placer, otras cuando juegan con otros y otras cuando tratan
de establecer o de fortalecer un vínculo social. En otras ocasiones lo hacen para
mostrar su poder y superioridad. El Dr. Niedenthal
y su equipo están desarrollando un nuevo modelo en el que conciben la sonrisa
no como una mera expresión de un sentimiento interno, sino como la parte
visible de un mecanismo de unión entre dos mentes.
Tanto
hombres como mujeres sostienen que las mujeres sonríen más a menudo.
Un punto curioso, según
defiende la científica LaFrance, es
que las situaciones embarazosas o socialmente tensas llevan a las mujeres a
sonreír más que a los hombres, sin embargo, las situaciones felices o tristes
no lo hacen. La
sonrisa tiene un uso muy ligado a las relaciones sociales. Tanto
hombres como mujeres tenemos la capacidad de producir sonrisas genuinas, sin
embargo los hombres afirman sonreír menos que las mujeres y ambos sexos creen
que esto es cierto.
La
sonrisa de otros nos hace sentir mejor.
Pero hay más, la simple sonrisa
de otra persona nos hace sentir mejor a nosotros. Un estudio llevado a cabo con
técnicas de neuroimagen ha demostrado que la sonrisa de otra persona activa nuestro propio circuito
de recompensa. Por ello es tan importante para las personas que
pasan por un mal trago estén en compañía de personas y que estas les sonrían de
un modo amable y genuino. Si además, son capaces de utilizar el sentido del
humor, aún nos podrían ayudar más.
¿La
buena noticia del día?
Nacemos sonriendo. Las técnicas
3D de ultrasonido han demostrado que
desde que somos fetos sonreímos mientras nos desarrollamos dentro del
vientre materno. Cuando nacemos continuamos sonriendo, especialmente mientras
dormimos. Incluso los bebés ciegos sonríen cuando escuchan una voz humana. La
sonrisa es una de las muestras de expresión biológicas comunes entre todos los
humanos. Los bebés de 10 meses interpretan las expresiones faciales con
excepcional precisión y son capaces de sonreír selectivamente ofreciendo una
sonrisa educada a un extraño y reservando la sonrisa genuina para su madre. La
sonrisa comienza siendo más amplia y se reduce con la edad. Así pues, nacemos
sonriendo, lo que tenemos que hacer es trabajar para no perderla e incluso,
para ayudar a otros a desarrollarla.
Fórmula:
La sonrisa es el pegamento social y además, nos ayuda a ser más
longevos y a cambiar las emociones.
¿Eres una persona risueña? Indaga en lo que dice tu
entorno.
En un momento en el que estés
mal, acuérdate
de sonreír. El mero gesto comienza a activar emociones positivas en
tu cerebro.
Y si quieres ayudar a alguien, ya sabes, una sonrisa
genuina es un gran pegamento social.
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