Lo cierto es que si uno
profundiza mínimamente en la cuestión, las supersticiones resultan algo extraño
de comprender si uno es un descreído a tiempo completo. Por ejemplo, y
ciñéndonos al ámbito del deporte: ¿Por qué algunos futbolistas quieren entrar
en el campo los primeros, otros los últimos, algunos necesitan tocar el césped
justo al entrar, otros besan amuletos o incluso usan la misma ropa interior
durante una larga serie de partidos si su racha es victoriosa?
No es difícil enumerar más
ejemplos de rituales ya sea dentro del mundo del deporte, terreno propicio para
las supersticiones, o en cualquier otro ámbito de la vida común. Pero ¿por qué
personas, aparentemente sanas, actúan a veces de una manera tan excéntrica?
¿Cómo funcionan realmente las supersticiones? Muchos entrenadores
animan a sus pupilos para que establezcan determinados rituales, con el fin de
serenar o enfocar energía en la acción,
según convenga. Eso no es superstición, sino concentración. Pero, por otro
lado, si alguien piensa que tocar el balón un cierto número de veces le hará
ganar el juego, ha entrado claramente en territorio supersticioso.
Los investigadores y psicólogos
Lysann Damisch, Barbara Stoberock y
Thomas Mussweiler, argumentan que "no solo supersticiones dan a la gente un sentido de
control en situaciones caóticas, sino que también les crean mejoras de
rendimiento directamente observables." En un experimento se
pidió a veintiocho estudiantes universitarios que realizarán diez intentos de
golpear con un putt (golpe corto) una pelota de golf. La prueba evidenció que
muchos de ellos creían en la buena suerte, ya que mientras les entregaban la
pelota antes de ejecutar el golpe el investigador les decía: "Aquí está tu pelota. Ahora se ha convertido en una
bola de la suerte", mientras a otros se les decía: "Esta es la bola que todo el mundo ha utilizado
hasta ahora", sin más. Pues bien, los resultados mostraron
que los sujetos a los que les habían dado una "bola de la suerte"
obtuvieron mejores resultados que aquellos otros que recibieron una "bola
normal".
Posteriormente en otro
experimento se pidió a sujetos con y sin sus amuletos de la suerte, que
trabajaran sobre una serie de problemas. Los investigadores encontraron una vez
más que los individuos a los que se les permitió mantener sus amuletos de la
suerte con ellos, tuvieron una mejor actuación. En otras palabras: cuando se
trata de tareas cuyo resultado depende de nuestro desempeño, creer que algún
otro poder nos está ayudando realmente nos ayuda; no porque existan tales
poderes externos, sino porque creemos en ellos y eso aumenta nuestra confianza.
De igual manera, la oración, en
cualquier religión, puede ser eficaz y no porque en realidad invoque a un ser
supremo o incluso a una ley mística, sino porque invoca a nuestra creencia en
las cosas, invoca una sensación de que tenemos una especie de "as en la
manga", que a su vez nos da la confianza para obtener mejores
resultados. La creencia en una fuerza externa a nosotros mismos que se pueda
acudir a ella en la necesidad es reconfortante. Puede ser una palanca
psicológica poderosa a la que podemos recurrir para acceder a fuerzas dentro de
nosotros mismos que realmente afectan a nuestra capacidad para lograr lo que
queremos, incluso si nuestra creencia es incorrecta, lo cual no parece tener
mucha importancia. Hay un efecto placebo positivo. Si piensas que algo te va a ayudar, ese
algo puede hacer precisamente eso por ti. Hay una enorme cantidad de
energía en la fe.
Y, por último, y por si alguien
pensaba lo contrario, la inteligencia parece tener poco que ver con si o no nos
suscribimos a las supersticiones. En el campus de la Universidad de Harvard,
donde es de suponer que hay un montón de gente inteligente, los estudiantes con
frecuencia se frotan las manos
con los pies de la estatua de John Harvard para tener buena suerte.
"El
nacimiento de la ciencia fue la muerte de la superstición." Thomas Henry
Huxley (1825-1895) Zoólogo inglés.
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