Puede servir para mejorar, progresar e inspirar cambios en
nuestra vida y en nuestro entorno.
En el episodio I de La guerra
de las galaxias, Yoda le dice a Anakin Skywalker, futuro Darth Vader:
“El miedo es el camino
hacia el Lado Oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira lleva al odio, el odio
lleva al sufrimiento. Percibo mucho miedo en ti”.
Y así es, cuanto más y más
frecuentemente nos enfadamos, más y más profundos miedos albergamos. El maestro
Jedi nos regala una gran lección de vida. El enfado, el enojo, la ira o la
rabia son sentimientos hermanos que tienen un mismo origen: el miedo. Y también tienen un
mismo destino: el sufrimiento.
“Cuando señalas con un dedo, tres te
apuntan a ti” (Proverbio
inglés)
Cuando, por ejemplo, un amigo
no nos devuelve las llamadas, tememos dejar de ser importantes en su vida. Si
en el trabajo no se consideran nuestras propuestas, sufrimos por la posibilidad
de acabar siendo prescindibles y, por tanto, despedidos. Nuestros enfados están conectados con un
miedo concreto, personal e intransferible que nos hace sufrir.
Hagamos la prueba. Recordemos la última vez que nos hemos disgustado de verdad
y tiremos del hilo de las emociones. En el centro del laberinto nos toparemos
con el miedo responsable de que perdiésemos el control y nos sumergiésemos, por
unos instantes, en el lado oscuro de la fuerza. ¡Buenas noticias! Cuanto más
oscura es la sombra, más intensa es la luz que la provoca, y debemos
saber aprovechar esa intensidad de forma positiva, constructiva e inspiradora.
De forma más o menos
metafórica, el enfado hace que señalemos con el dedo, dirigiendo de esta manera
nuestro disgusto hacia aquello que nos está haciendo sufrir. Ese dedo acusador
actúa como una varita mágica que canaliza la energía oscura que se ha formado
en nuestro interior, liberándola para amansar el estrés. Mucho se ha hablado
acerca de tratar de dominarse, de no decir cosas que luego nos avergüencen y
recuperar cuanto antes el control de la situación. Bien. Pero lo que nos
importa ahora es ver que junto a ese dedo acusador hay tres que nos apuntan a
nosotros y nos dan la oportunidad de reflexionar.
“Sé para ti mismo un crítico severo” (Nicolás Boileau)
Imaginemos que nos hemos
enfadado con un amigo porque no nos ha visitado cuando estábamos enfermos y se
lo lanzamos a la cara. Sufrimos incluso más que cuando no vino a vernos. Ahora
repasemos qué tres reflexiones debemos hacer:
1. ¿He agotado todas las vías
para transmitir lo importante que era para mí que viniera a visitarme? ¿Le he
llamado y le he dicho que no solamente estoy enfermo, sino que además estoy
bajo de moral y me haría muy feliz que viniera a verme? ¿O he esperado a que mi
amigo los adivinase? Si somos sinceros,
veremos que en la mayoría de ocasiones hay algo que podríamos haber hecho, algo
que estaba en nuestras manos y que nos hubiera ahorrado el disgusto.
2. ¿Qué hice? Es el momento de
preguntarnos cómo hemos actuado nosotros en situaciones similares. ¿Siempre
hemos estado cuando nos ha necesitado un amigo? Seguramente ha habido ocasiones
en las que, arrastrados por las inercias de nuestros días, no hemos estado todo
lo presentes que nos hubiera gustado. Esta pregunta nos tiene que servir para ponernos en el
lugar de nuestro amigo, entenderle y excusarlo, al menos, con la misma
indulgencia con la que nos justificamos a nosotros mismos.
3. ¿Qué haré? Bien, estamos
enfadados. ¿Y ahora qué? Hay dos alternativas. O bien, gracias a nuestras dos
anteriores reflexiones, nos hemos apaciguado y decidimos expresar nuestro
malestar de forma conciliadora, o bien decidimos que aquel a quien creíamos
nuestro amigo realmente no lo es. En este segundo caso no tenemos que enojarnos
con esa persona, sino con nosotros mismos, por no saber escoger amistades que
satisfagan nuestras necesidades emocionales.
Sí, nos irritamos porque
tenemos miedo, y en la mayoría de las ocasiones el miedo es una alarma, una intuición a
la que damos la espalda. Mirarlo a los ojos lo diluye hasta que se transforma
en una fuente de energía y superación personal. Si nos enojan las
malas notas de nuestros hijos, tal vez no estamos sabiendo transmitir un
ambiente de estudio, dedicación y responsabilidad en casa. Cada vez que nos
acaloramos debemos reflexionar para plantearnos a qué miedo está atado ese berrinche.
Descubrirlo y actuar sobre él. Encauzarlo de forma inspiradora, hacia nosotros
mismos, y ver qué podemos hacer mejor. No podemos cambiar a los demás, pero sí
influenciar en los otros. Si creo que no soy importante en mi trabajo, no puedo
hacer nada desde los demás. No puedo ir a mi jefe y decirle: “Eh, considérame
más, que yo valgo mucho”. Eso es absolutamente contraproducente. Sí
que puedo, no obstante, analizarme. Ser crítico. Enfadarme conmigo mismo sin culpar al
ambiente, al entorno o la alineación de los astros. Porque esas
cosas no las puedo controlar. Sí puedo mejorar mis contribuciones, descubrir
mis puntos débiles y mitigarlos. A partir de ese enfado inspirador es muy posible que
mejore en mis aptitudes y mis contribuciones y acabe siendo mi jefe
quien me llame y diga que yo valgo mucho. Aunque sea por una vez, mi jefe
tendrá razón.
LOS
BERRINCHES DE DRAZEN PETROVIC
Drazen Petrovic fue considerado
como el mejor jugador europeo de baloncesto de todos los tiempos. Cuenta la
leyenda que en un partido, con la camiseta del Real Madrid, falló dos tiros
decisivos contra el Valladolid. Su equipo perdió. Y él se enfadó. Ni con el aro
o el tablero. Ni con los árbitros. Ni con el público. No. Se enfadó consigo
mismo. ¿Qué hizo? De regreso a Madrid, en plena medianoche, pidió las llaves del
pabellón y se puso a lanzar triples hasta pasadas las tres de la madrugada.
Petrovic protestaba en la pista, alzaba los brazos y se quejaba a los árbitros.
Pero lo que le hacía ser el mejor no eran solamente sus extraordinarias
aptitudes para este deporte, sino asumir la responsabilidad de saberse enfadar consigo
mismo y trabajar para mejorar. Durante su carrera, Petrovic resultó
decisivo en innumerables victorias para los equipos en los que jugó.
EL
PODER DE LA FUERZA
1. PELÍCULA
- ‘Star
Wars’. Vale la pena revisar, con una nueva mirada, las películas
de la saga creada por George Lucas. Además de naves y espadas láseres, ‘La
guerra de las galaxias’ es la historia de un niño que tiene miedo y no sabe
controlarlo ni convertirlo en energía positiva.
2. LIBROS
- En ‘La
actitud mental positiva. Un camino hacia el éxito’ (Debolsillo),
Napoleón Hill y W. Clement Stone nos introducen en el mundo del “descontento
inspirador” y nos proponen convertir las situaciones negativas de hoy en los
éxitos de mañana.
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