Cristina Monforte, experta en cuidados al final de la vida.
Tengo 38 años. Barcelonesa. Soltera. Soy doctora en Enfermería,
dirijo el departamento de Enfermería de la UIC y codirijo la nueva cátedra de
Atención al Final de la Vida. Necesitamos políticos
y una política que se preocupe del bienestar de todas las personas. Soy
católica
ÁNGELES
Creo que entre las enfermeras hay muchos ángeles que tienen la
capacidad de serenar al enfermo. Son pacientes con tu impaciencia,
comprensivas con los familiares, y, cuando cae la noche y te sientes solo en
esas habitaciones sin alma, te dan consuelo. Un estudio belga afirma que su
compañía en esos momentos vulnerables hace que los pacientes que desean morir
amanezcan con otro talante. Ese es su poder, aunque haya enfermeras que lo
desconozcan. Nunca
nadie me había definido con tanta claridad cuál es su trabajo:
"Cuidar". Y para mostrar el camino e investigar desde la
enfermería se ha creado en la UIC la cátedra We Care: Atención al Final de la Vida
Enfermera de batalla?
Sí, enfermera de trincheras: He
trabajado 14 años junto a enfermos y sus familias en cuidados intensivos.
Eso debe de marcar.
Mi trayectoria más amplia fue
en una unidad de politrauma atendiendo pacientes accidentados, en su mayoría
jóvenes.
Vaya.
Soy una apasionada de la
enfermería, trabajar junto a esas personas ha sido lo mejor que me ha podido
pasar en la vida porque se aprende mucho.
Muchos pacientes se quejan de la
crudeza con que se les han dado ciertas noticias.
Estoy de acuerdo. Me he pasado
al ámbito docente precisamente para contribuir a formar profesionales de la
enfermería comprometidos con el paciente.
Cuénteme sus aprendizajes.
Aprendes a convivir con la
muerte, con personas que sufren, y a saber qué decir o qué no decir: acompañar,
saber estar. Y
si algo aprendes por los poros es que la vida es limitada, que todos morimos.
¿Alguna conclusión?
La muerte es un momento
trascendental de la vida por el que todos vamos a pasar. Cuando te toca, debes
estar bien atendido. No es fácil estar al lado de gente que muere, entre otras
cosas porque la
muerte de otro siempre te interpela, nunca te deja indiferente.
¿Ni cuando llevas ya demasiadas?
Pienso que cuando a una
enfermera la muerte la deja indiferente es el momento de irse unos días a casa
a descansar y recuperarse para volver a ser sensible a las necesidades del
paciente que muere. Y no todo el mundo está preparado para atender ese trance.
¿Qué requiere?
Un grado de sensibilidad y de
madurez diferente. Debes saber tratar a los familiares que sufren. Conseguir
que ese paciente muera tranquilo y que haya tenido todo lo que necesitaba hasta
el último momento es muy tranquilizador para la familia.
¿Por qué es tan difícil?
Lo que paraliza al cuidador es el miedo a morir. Estamos
realizando un estudio sobre el impacto de la primera muerte en los estudiantes
de enfermería, y es mucho más elevado de lo que nos pensábamos. Está claro que
necesitan formación en ese sentido.
¿Formación sobre la muerte?
Sí, talleres donde exterioricen
y hablen sin miedo de la muerte para que consigan integrarla. No todos pueden,
pero las enfermeras que trabajan en el ámbito del final de la vida no quieren
trabajar en otro.
Se sienten útiles.
Muy útiles. En la sociedad en que vivimos evitamos
hablar de la muerte, y las enfermeras también. Yo recuerdo
perfectamente mi primera muerte (1992), pero eso no es necesariamente malo, te
ayuda a madurar y a valorar el tiempo que tienes.
¿Alguna vez se ha ido llorando del
hospital?
He llorado con las familias y
solía llamar cuando estaba de descanso preguntando por algún paciente. Defiendo
que ese grado de implicación es humano y es bueno.
Los médicos suelen evitarlo.
El centro del trabajo de una enfermera es cuidar. A los
médicos los forman en curar. La cátedra Atención al Final de la Vida que acabamos de
crear pretende conseguir conocimiento nuevo sobre este periodo mediante la
investigación realizada por las propias enfermeras para mejorar la atención.
Implicar a las partes implicadas.
Muchas veces, de noche, cuando
ya no está la familia ni el médico, es a la enfermera a la que le preguntan: "¿Qué va
a ser de mí?", "Esto no va bien, ¿me estoy muriendo?"...
Usted ¿qué les dice?
Les devuelvo la pregunta.
Entonces es cuando te explican todos sus miedos. Asusta, pero no puedes engañar ni robar la
esperanza.
¿Entonces?
Ha de haber mucha franqueza y
confianza para saber decirle: "Sí, esto
no va bien, pero usted no va a estar solo, no va a tener dolor, vamos a estar a
su lado continuamente".
Tranquilizador.
Sí, para la mayoría; a otros la
angustia vital les ahoga y se resisten a la muerte. No es tarea fácil. El sufrimiento
del no quiero morir es el que más duele, y ahí es donde hay que investigar,
porque en ese tránsito estamos involucrados la humanidad entera.
¿Qué han averiguado?
Una de nuestras líneas de
investigación y mi tesis doctoral tratan sobre el deseo de morir. Por lo
general nos aferramos a la vida, y los estudios nos revelan que aquellos que quieren morir
sufren físicamente y a menudo carecen de sentido de la vida.
¿Cómo se les puede devolver?
Dedicando tiempo al paciente,
por parte de los profesionales, la familia, voluntarios (formados) y entre los
propios pacientes cuando las condiciones lo permitan. Las enfermeras tienen un
papel fundamental.
¿Hay estudios?
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