
El estudio
anterior es el comienzo del capítulo del libro “Serás lo que quieras ser”
en el que he participado junto con otros autores (Valentín Fuster, Joaquín Lorente, Laura Rojas Marcos, Alex Rovira…).
El libro se apoya en una idea crucial: Los últimos avances científicos han
demostrado que el ser humano es “plástico”, es decir, tenemos la capacidad de adaptarnos, de
aprender y de superar las limitaciones de nuestro entorno. Y ésta es
una gran revolución. Era sabido que las neuronas morían pero los últimos
hallazgos han demostrado que a lo largo de los años también generamos otras
nuevas. De hecho, el cerebro “se hace día a día, en su sentido físico y químico, como
resultado de la interacción que realiza con el medio ambiente en el que nace,
crece y se desarrolla”, dice Francisco Mora, uno de los autores. Cuando
aprendemos o memorizamos algo nuevo, promovemos la síntesis de proteínas y
moléculas que son los factores que permiten que las neuronas sobrevivan y
nazcan nuevas sinapsis. E incluso ocurre algo más. Gracias al aprendizaje se genera el
crecimiento de nuevas neuronas en áreas cerebrales específicas, como
les ocurrió a los taxistas que aprobaron el examen.
Todo lo
anterior es apasionante, sin duda, porque echa por tierra nuestras excusas
típicas a la hora de aprender un nuevo idioma o cambiar un comportamiento (y en
esto somos expertos más de uno de quejarnos de no haber aprendido inglés cuando
éramos niños y en nuestra dificultad de adultos). La neurociencia ha comprobado
que si
ponemos empeño, emoción y dedicamos tiempo, tiempo, tiempo… podemos crear
nuevas conexiones neuronales (por supuesto es más fácil cuando somos
pequeños pero si no se pudo, no hay que tirar la toalla de mayores).

El yo moderno es
un edificio tembloroso que construimos a base de chatarra, dogmas, traumas de
la infancia, artículos de periódicos, relatos de oportunidades, viejas
películas, pequeñas victorias, personas odiadas, personas amadas.
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