Recuperar los deseos más
profundosde nuestra infancia es una poderosa motivación y un acto de justicia
hacia nosotros mismos.
En el paso de la infancia
enterramos bajo las obligaciones muchos sueños. La madurez viene acompañada
casi siempre del temido “baño de realidad”. El futuro, que para el
niño tenía un horizonte casi infinito de posibilidades, se puede estrechar
hasta convertirse en una vía de sentido único. Frases como “qué
le vas a hacer” o “la vida es así”
certifican el fin de las ilusiones para pasar a un mundo de certezas totalmente
previsible. Sin embargo, ¿es esa la clase de existencia que queremos vivir?
Este artículo es una invitación
a rescatar los sueños que dejamos atrás, algunos de los cuales están reclamando
un sitio en nuestra vida adulta para volver a sentirnos nosotros mismos.
La sabiduría suprema es
tener sueños lo bastante grandes para no perderlos de vista mientras se persiguen.
William Faulkner.
Cuando se habla de sueños casi
inalcanzables, a menudo se cita el caso de Lou
Holtz, quien a mediados de la década de los sesenta se encontró en una
situación crítica. Tenía 28 años, acababa de perder su empleo, no tenía un
céntimo y su mujer estaba embarazada de ocho meses.
En lugar de venirse abajo y
lamentar su mala suerte, este estadounidense se sentó a la mesa del comedor
para redactar una lista con sus deseos más desmesurados e improbables. Ni corto
ni perezoso, llegó a anotar 107 metas tan ambiciosas como cenar en la Casa
Blanca, conocer al Papa, ser el entrenador de su equipo favorito de fútbol
americano, aparecer en el magacín televisivo The tonight show...
Tras completar una lista que
parecía un catálogo de locuras, Lou Holtz pasó a la siguiente fase y se propuso
lo siguiente: “Una vez has escrito todo lo que quieres
conseguir en la vida, asegúrate de que cada día haces algo concreto para
cumplir al menos uno de esos sueños”.
Para asombro de muchos, los
cuatro propósitos “casi imposibles” que hemos
enumerado los llegó a cumplir, junto con muchos más. Él alcanzó su sueño
americano gracias a un hecho evidente y, al mismo tiempo, obviado: muchas cosas
nunca llegan a suceder porque nadie se atreve a intentarlas.
Algo así sucede con las grandes
metas que pudimos tener de niños y que de adultos nos parecen ingenuas. Son de
tal envergadura, que les asignamos la etiqueta de “imposibles”. Sin embargo,
alguien acabará siendo astronauta o dirigiendo la Filarmónica de Berlín.
Tanto en la época de la pluma y
el bolígrafo como en la era digital, las palabras escritas tienen una fuerza
superior al pensamiento, que nos seduce por unos instantes y luego se va
diluyendo. El
solo hecho de anotar un propósito en un papel o en un archivo de Word hace que
nuestro inconsciente sepa en todo momento que el objetivo sigue ahí.
La mejor manera de hacer
realidad tus sueños es despertar. Paul Valéry.
En su libro ¡Escríbalo
y hágalo realidad!, Henriette
Anne Klauser propone que escribamos nuestro propio guion vital a partir de
las metas que queremos conquistar. Según esta autora, no se trata de hacer una
lista que nos haga sentir culpables si no cumplimos ninguno de los puntos. Lo
esencial al escribir los propios sueños es que podemos identificarlos y empezamos a verlos
posibles.
Estos son algunos de los
consejos que brinda en su manual:
Escribir nuestros objetivos sin temer que sean demasiados, ni
excesivamente grandes.
El solo hecho de haberlos plasmado en el papel hará que estemos más atentos a
las oportunidades y posibilidades.
Fijar prioridades. Klauser recomienda ordenar las metas
por importancia, a la vez que nos preguntamos por qué el deseo que ocupa el
primer lugar está allí. Entender nuestros deseos también nos ayuda a materializarlos.
Soñar cerca del agua. Por extraño que parezca, se ha
comprobado que la creatividad “fluye” mejor cuando estamos al aire libre, así
que la autora recomienda abandonar la silla y airearnos.
Escalonar los logros. Alcanzar una meta, por pequeña que sea,
nos dará impulso para la siguiente.
Hay hábitos negativos que
desactivan nuestros propósitos más profundos. Sin duda, el más poderoso es el miedo al
fracaso. Muchos proyectos que podrían realizarse se quedan en estado
embrionario por temor al batacazo que sufriríamos si las cosas no saliesen
bien. A su vez, este miedo está fundamentado en varios prejuicios e ideas
preconcebidas:
Fracasar en el pasado nos autoconvence de que lo
mismo nos espera en próximos intentos.
Nos preocupa la opinión de los demás si nos
atrevemos a llevar adelante un gran proyecto. ¿Pensarán que somos demasiado
ambiciosos?
Creemos que los grandes sueños son patrimonio
de personas mucho más capacitadas que nosotros.
En ese sentido, a veces la
mejor manera de cumplir un sueño es detectar y eliminar los cortafuegos que ponemos
para que pueda desplegarse.
Llena el papel con cada
latido de tu corazón”. William
Wordsworth.
En uno de los vídeos más
célebres de la era YouTube, el profesor universitario Randy Pausch anunciaba ante sus alumnos que a sus 46 años estaba
sentenciado de muerte debido a un cáncer incurable.
Sobre esta charla en la
Universidad Carnegie Mellon, que dio la vuelta al mundo y se convertiría en el
libro La última lección, Pausch aseguró que la había pronunciado
sobre todo para sus tres hijos pequeños, a los que no vería crecer. Y en ella
dio las siguientes claves:
Debemos creer que todo es posible, nunca
hay que perder esa visión.
Si no puedes alcanzar tus
sueños, lograrás
ya mucho intentando alcanzarlos. Los muros que nos frenan en nuestro
camino están allí por una razón: sirven para saber cuánto queremos lograr nuestros sueños.
Antes de llevar a cabo
cualquier sueño debes decidir entre ser una persona positiva o negativa.
Jamás subestimes la importancia
de hacer las
cosas de forma divertida.
Muestra gratitud a los demás.
No te quejes, eso nunca ayuda a hacer realidad tus sueños.
Trabaja duro para alcanzar todo lo que quieres.
La experiencia es aquello que
te queda cuando
no obtienes lo que deseabas.
Tenemos la misión de poner en nuestro horizonte
aquello que un día iluminó nuestro corazón y entregarnos a la tarea de
lograrlo. La vida pondrá lo demás.
VIDA
EN ESTADO PURO
UN LIBRO
–
La última
lección, de Randy Pausch (DeBolsillo). En Estados Unidos
existe la tradición de que los profesores den una “última lección” explicando
qué harían si supieran que pronto van a morir. El autor de esta charla padecía
cáncer terminal en el momento de hablar sobre cómo alcanzar los sueños de la
infancia. No es una conferencia sobre la muerte, sino sobre la vida en estado
puro.
UNA PELÍCULA
– Billy
Elliot, de Stephen Daldry. Esta emotiva historia tiene como
protagonista al hijo de un minero que, con solo 11 años, decide ser bailarín en
un entorno hostil. Curiosamente, esta película logró que muchos adolescentes
británicos cambiaran el fútbol por la danza.
UN DISCO
– This silence kills, de Dillon (BPitch
Control). Esta
joven estrella radicada en Berlín emigró de Brasil con su madre a la edad de
cuatro años. En 2011 cumplió el sueño de grabar su único disco hasta la fecha.
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