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divendres, 18 de novembre del 2011

NO NOS HABLAMOS. De la conversación a la discusión. Ferran Ramon-Cortés.

En ocasiones, tenemos gente a nuestro alrededor con quienes debido a algún conflicto hemos dejado de hablarnos. Sin embargo, son gente con la que hemos de convivir, y no tiene ningún sentido perpetuar esta situación. ¿Se puede solucionar? ¿Cómo podemos abordar el problema?
En mi anterior trabajo en una gran multinacional de publicidad, pasé un largo tiempo sin hablarme con un compañero. Los dos éramos jóvenes, llenos de energía e ilusión, y con ganas de crecer profesionalmente. Éramos vehementes defendiendo nuestros puntos de vista y estábamos ingenuamente convencidos de “tener siempre razón”. Trabajábamos en departamentos diferentes, y teníamos intereses distintos, cosa que nos enfrentaba continuamente. Él, como creativo, luchaba por llevar adelante ideas brillantes. Yo, como ejecutivo, velaba porque las ideas respondiesen a lo que quería el cliente. Así las cosas, lo que empezó con meras divergencias de opiniones, se transformó enseguida, a base de luchas diarias, en un enfrentamiento abierto que cada vez nos alejaba más.
En poco tiempo dejamos prácticamente de dirigirnos la palabra. Y en las pocas ocasiones que nos hablábamos lo hacíamos simplemente para lanzarnos reproches. Ni nos escuchábamos ni teníamos la más mínima intención de aceptar nada el uno del otro. Simplemente reaccionábamos cada uno a las palabras del otro, perpetuando nuestro conflicto.
La cosa duró casi tres años. Lo solucionamos finalmente, pero no fue fácil, porque sin darnos cuenta nos habíamos metido en una espiral de la que cuanto más tiempo pasa, más cuesta salir….

De la conversación a la discusión
Situaciones como la que he descrito ocurren con frecuencia entre compañeros de trabajo, incluso entre amigos o con la pareja. De repente, empezamos a discutir, y a base de pequeñas discusiones, nos instalamos en el conflicto y acabamos sin dirigirnos la palabra. ¿Cómo se produce el paso de la conversación a la discusión?. Normalmente no ocurre porque el otro no esté de acuerdo con lo que decimos, sino porque lo que decimos le afecta emocionalmente, y provoca en él una reacción. Y lo mismo ocurre con nosotros. Lo que el otro nos dice, independientemente de que estemos de acuerdo o no, activa dentro de nosotros algún resorte emocional que nos hace reaccionar. Con sus palabras nos sentimos juzgados, amenazados, o en algunos casos hasta cuestionados o despreciados, y esto nos hace reaccionar, rechazando lo que el otro nos dice y devolviendo el ataque experimentado en forma de crítica, desprecio o incluso insulto. A partir de este momento, ya no hay conversación posible, porque ni escuchamos ni entendemos. Y ni nos escuchan ni nos entienden. Ya no respondemos, sino que reaccionamos. La conversación se ha transformado en discusión, con pocas probabilidades de que haya ningún tipo de acuerdo.

Decimos lo que pensamos, comunicamos lo que sentimos.
En la mayoría de los casos, el problema no es lo que decimos, sino cómo lo decimos. Hemos de buscar más allá de las palabras para comprender por qué la otra persona reacciona emocionalmente a lo que le hemos dicho. Generalmente, entre lo que creemos que decimos y lo que de verdad comunicamos suele haber una gran diferencia. Y esta diferencia viene dada por nuestros sentimientos, que pueden dar un significado muy distinto a las palabras. Si estamos enfadados, comunicaremos al otro nuestro enfado, digamos lo que digamos. Igual que si sentimos ira, se la comunicaremos. Si yo siento desprecio por la persona que tengo delante, esto es lo que le transmitiré aunque le esté dando una alabanza. Muchas veces creemos estar comunicando algo y en realidad estamos dando un mensaje muy distinto, que es el que provoca la reacción emocional en el otro, porque comunicamos lo que sentimos, nada más que lo que sentimos, y utilicemos las palabras que utilicemos para hacerlo.
Nos advierte Daniel Goleman que el cerebro es un órgano diseñado para la sinceridad, y que por tanto encuentra siempre la manera de comunicar nuestras emociones. Lo hará a través del tono de voz, o de múltiples mensajes no verbales, porque hemos aprendido a decir con palabras cosas que no sentimos, pero es imposible no comunicarlo.

Primero comprender, después ser comprendido.
Cuando se abandona el camino de la conversación, y se cae sistemáticamente en la discusión, se entra en una espiral destructiva que se retroalimenta y de la que es difícil salir. Para romperla es necesario dar un primer paso que consiste en, por un instante, olvidar el punto de vista propio e intentar comprender el punto de vista del otro. Comprender su punto de vista no significa estar de acuerdo ni compartirlo, simplemente aceptarlo como legítimo. Si somos capaces de hacerlo, pueden cambiar las cosas y pueden desencadenarse las iniciativas para salir del conflicto. Pero es necesario que una de las dos personas haga el paso, que se concentre en la otra persona, e intente ponerse en su piel, averiguando por qué actúa de esta manera o porqué tiene esta opinión. Si es capaz de hacerlo, dejará de reaccionar a sus palabras y tomará el control de sus actos.

Diálogo antes que discusión
Para poder abordar el conflicto entre dos personas que no se hablan, es importante hacer una distinción entre dos conceptos básicos: discusión y diálogo. Discutimos sobre cosas (ideas, planes, decisiones a tomar… ) y dialogamos sobre emociones (qué siento yo respecto a ti, y que sientes tu respecto a mi). Cuando una relación se ha roto, es inútil intentar discutir nada antes de haber dialogado. Hacen falta muchas horas de diálogo sobre lo que sentimos el uno del otro, sobre lo que nos ha separado, antes de poder afrontar cualquier discusión.
Así pues, ante conflictos “enquistados”, hemos de buscar la ocasión para abrir el diálogo, evitando en todo momento discutir de nada. Hemos de encontrarnos con el otro, y dialogar abiertamente sobre que es lo que sentimos el uno del otro. Si hemos discutido por una decisión, el intentar cargarse de razones y defender nuestro punto de vista es inútil, porque el conflicto no es de razones, sino de sentimientos. En cambio, el dialogar sobre si el otro nos ha hecho sentir despreciados, o sobre si su tono de voz nos resulta agresivo, abre la puerta a encontrarse emocionalmente de nuevo y poder superar el conflicto.
A través del diálogo, a la que el otro no se sienta emocionalmente amenazado, ya no habrá problema para poder hablar de lo que sea. En los casos en que el otro sigue mostrándose hermético hermético, hemos de sospechar que con nuestro diálogo no hemos sabido transmitirle suficiente seguridad.

Estar en contacto con nuestros sentimientos
Para saber exactamente qué comunicamos es preciso que estemos en todo momento en contacto con nuestros sentimientos. Porque lo que sintamos en cada momento es exactamente lo que comunicaremos. Si intentamos comenzar un proceso de reconciliación con el otro, sintiéndonos enfadados, fracasaremos. Porque el enfado saldrá tarde o temprano. Es preciso pues, antes de comunicarnos con los demás, y especialmente si queremos abrir un proceso de diálogo para cerrar un conflicto, saber exactamente que sentimos. Y si notamos que algún sentimiento “nos tiene cogidos”, vamos a tener que dejarlo para otro momento.
Es importante tener en cuenta que antes de resolver un conflicto con otro, debo resolverlo yo en mi interior. Debo deshacerme de la ira, la rabia, el enfado o cualquier otro sentimiento negativo. Sólo alcanzada la serenidad interna puedo plantearme el diálogo con el otro, porque si el conflicto sigue en mi, acabará saliendo y lo único que conseguiré es sumar una nueva batalla a la guerra abierta.

"Mi compañero y yo decidimos abandonar el juego en una cena de Navidad. No nos hizo falta discutir ninguno de los conflictos que nos separaban. No lo hicimos entonces ni lo hemos hecho nunca. Aquella noche, simplemente nos limitamos a dialogar un buen rato, mostrando la disposición mutua de aceptarnos tal como éramos. Creo que los dos teníamos ganas de hacerlo, y que cada uno de nosotros lo leyó en la expresión del otro. Queríamos cerrar aquel episodio de desencuentro y mirarnos con ojos nuevos para vernos la cara positiva."

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