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dissabte, 5 de novembre del 2011

“HE ACTIVADO EL PODER DE LA MÚSICA PARA CAMBIAR VIDAS”. Dag Franzén. La Contra de la Vanguardia. 04/08/10

Tengo 53 años. Nací en Visby (Suecia) y vivo oficialmente en Barcelona desde hace un año, pero mi tiempo transcurre en África. Casado por segunda vez, tengo 5 hijos de mi primer matrimonio y uno del segundo. Mi política es la igualdad de oportunidades. Soy agnóstico

LAS VIDAS DE DAG
En su pequeña isla sueca le llamaban el gamberro de las manifestaciones que toca el violín. Él quería ser el sucesor de Itzak Perlman, pero el destino, caprichoso, se fijó más en lo de gamberro que en lo de violinista y potenció su faceta revolucionaria. Acabó en el sur de África, donde creó y dirige un programa de cooperación cultural, Crossroads International, que utiliza la música como herramienta para el desarrollo, para dar poder, oportunidades y formación a jóvenes músicos de entre 15 y 25 años, y que pretende exportar a otros países del continente:
“A los 30 me di cuenta de que no sería un gran violinista, pero cuando cumplí 50 entendí el poder de la música para cambiar vidas”.


Quién era usted en su pequeña isla?
Era famoso.
¿Por qué?
Organizaba manifestaciones. Ahora, Visby, maravillosa ciudad medieval, la capital de Gotland, está protegida por la Unesco, pero cuando yo era joven querían echar abajo una manzana entera.
Yusted se erigió en caballero defensor.
Sí, me apodaban el gamberro de las manifestaciones que toca el violín, y el personaje saltó a la prensa nacional. Luego me dediqué a tocar música tradicional de la isla y todavía me hice más conocido.
¿Por qué habla en pasado?
Me marché a Estocolmo para seguir formándome como músico y como profesor.
Por poco tiempo.
Cuando cumplí los 30 me di cuenta de que no me convertiría en el nuevo Itzak Perlman y decidí estudiar gestión cultural. Era miembro de Juventudes Musicales de Suecia y trabajaba en una institución estatal que apoya música no comercial.
¿Cuál fue su logro?
Inventé el proyecto Musik Direkt para jóvenes músicos, de 13 a 19 años. Un escenario abierto a todo tipo de música, desde el heavy  metal hasta la música clásica o el jazz.
¿Un festival?
Sí, tuvo tanto éxito que me nombraron secretario general de Juventudes Musicales Internacionales y me trasladé a Bruselas. Allí me pidieron que organizara algo en África porque no había miembros africanos.
Un nuevo traslado.
Pensé que aquel primer proyecto mío, Musik Direkt, podía ser una buena idea para implantar en África, porque era un proyecto muy abierto. Me fui a Zimbabue en 1995, y recorrí Mozambique, Malaui y Tanzania.
¿Y?
Descubrí que los jóvenes no tenían ninguna posibilidad de expresarse a través de la música, un campo de gente más adulta. Los pocos jóvenes que se  presentaban al concurso al año siguiente no volvían porque habían muerto de sida. Entendí que trabajar en África dedicándome exclusivamente a la música era inútil.
¿En qué se convirtió su proyecto?
En un proyecto social, la música podía ser una herramienta para tener una profesión. Pero la realidad es que en la música también reina el modelo colonialista.
¿A qué se refiere?
Los grandes músicos africanos conocidos en el mundo lo son porque los llevan compañías de discos europeas. Zambia tiene sesenta culturas diferentes con sus músicas específicas y no sabemos nada de todo ello.
¿Qué ha hecho usted?
En los cinco países en que trabajamos (Zimbabue, Tanzania, Mozambique, Malaui y Zambia), que suman 100 millones de habitantes, existen en total siete academias de música. Cualquier pequeño pueblo de los alrededores de Barcelona tiene más escuelas.
Allí la música se vive en la calle.
Sí, pero la música comercial es la que reina y la música tradicional africana se está perdiendo. Nuestro objetivo es precisamente animar, recuperar y darle mercado a lamúsica tradicional. Los obstáculos son la corrupción y las estructuras neocolonialistas.
¿Cómo combate todos esos desastres?
Para que no se nos mueran los jóvenes músicos de sida, hemos montado un programa de prevención con una actriz sueca.
... Curiosa mezcla.
Al subirlos a un escenario y llevarlos de gira por todo el país, esos jóvenes se convierten en héroes, en modelos. A ellos se les ofrecen las mujeres y a ellas las reclaman los hombres.
Propagadores de sida.
...O educadores contra él. Hacemos 40 festivales al año: primero los locales, luego los nacionales y una vez al año el interregional, donde compiten los mejores. En cada festival, que dura tres días, se dan talleres de todos los instrumentos, tradicionales y modernos, de voz, de gestión musical.
¿Cuántos jóvenes se benefician?
Unos 70.000 al año. Pero también hemos creado centros culturales en cada país por los que cada día pasan una avalancha de jóvenes músicos; allí se reúnen, tocan juntos, cambian impresiones y consultan internet.
¿Cuentan con músicos femeninos?
Pese a que las grandes voces africanas son mujeres, cuesta mucho que la sociedad acepte a mujeres en los grupos, pero poco a poco estamos desmontando esos tabúes.
¿Cuál es el premio al grupo ganador?
Un curso práctico intensivo durante todo el año que los preparará para una gira europea. El dinero que ganan lo invierten en instrumentos o en crear su propio estudio.
¿Y los demás?
A lo largo de estos 15 años hemos creado una necesidad, la gente espera el festival y eso crea una industria alrededor. En Mozambique se han abierto tiendas de música, hay más locales de música en directo y muchos grupos se ganan la vida con el turismo.
¿Y cuando usted no esté?
El proyecto será sostenible sin nosotros, por eso trabajamos con las entidades locales, les damos clases de gestión cultural, contabilidad, redacción de proyectos. Son gente con una gran alegría ymucho que dar, es sorprendente.
¿Qué ha aprendido usted?
Me he reafirmado en el poder de la música para cambiar vidas, crear empleo e ilusión.


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