Si es negativo
incrementa nuestro malestar. Imaginar un futuro mejor resulta beneficioso.
Invocar la
energía saludable. Utilizar imágenes de esperanza. Así movilizamos nuestro
sistema curativo.
Cuando estamos
absortos imaginando una fantasía sexual, nuestro cuerpo puede responder como si
estuviera teniendo esa experiencia; la mera suposición anticipada de un
encuentro hostil puede hacer subir la presión sanguínea; conjeturar una situación
que nos provoca temor acelera nuestro ritmo cardiaco… Estos ejemplos muestran
que la relación
entre lo que proyectamos en nuestra mente y la respuesta fisiológica y corporal
es evidente. Del mismo modo, cuando suponemos que algo ocurre, nuestro
cuerpo responde como si estuviera sucediendo en la realidad. Si cambiamos lo
que imaginamos por algo más positivo, podemos influir directamente en la
situación.
Numerosos
estudios muestran que las imágenes construidas conscientemente pueden llevar a
efectos tales como un aumento de la glucosa en sangre, la formación de
ampollas, mayor secreción de ácido gástrico, y cambios en la temperatura de la
piel y en el tamaño de las pupilas. Está claro que el cuerpo y la mente constituyen un sistema
unificado e interdependiente. El poder de la creencia y de la imagen
que mantenemos asociada a ella nos ayuda a mejorar nuestra salud cuando son
positivas. En cambio, cuando son negativas, se incrementa nuestro malestar.
El
esfuerzo creativo.
A veces
recurrimos a recuerdos negativos de situaciones que hemos vivido que nos hacen
mantener una visión nociva de lo que puede ocurrir. En casos así debemos hacer
un esfuerzo creativo para llegar a enfoques positivos. Podemos lograrlo descubriendo en
nuestro pasado experiencias de superación y recurriendo a ellas, o bien
imaginando un futuro mejor. Esto tendrá consecuencias saludables a
todos los niveles: mental, corporal, emocional y relacional.
Alimentar
la confianza.
Los
medicamentos actúan en ocasiones con un efecto placebo. Son productos que quizá
no tienen una elevada repercusión fisiológica, pero son curativos porque el
enfermo está convencido de que esa será su consecuencia. El efecto placebo se
da, por ejemplo, cuando el médico transmite una imagen de futuro positivo al
paciente. Esto alimenta su confianza y su esperanza. Con ello, el paciente cree
en el resultado que obtendrá y, así, lo atrae y lo genera. Es decir, el resultado
fisiológico de los pensamientos afecta directamente a la salud.
David
Cooperrider,
creador e impulsor de la Indagación
Apreciativa, en su artículo sobre imagen positiva-acción positiva afirma: “La respuesta
placebo es un proceso fascinante y complejo en el cual las imágenes
proyectadas, tal como se reflejan por una creencia positiva en la eficacia de
un remedio, provocan una respuesta curativa que puede ser tan poderosa como la
terapia convencional. Aunque el fenómeno del placebo ha sido controvertido
durante casi veinte años, la mayoría de los médicos aceptan hoy día como
genuino el hecho de que entre uno y dos tercios de todos los pacientes tendrán
una mejoría marcada fisiológica y emocional en sus síntomas simplemente creyendo que se les está dando
un tratamiento efectivo” (Beecher, 1955; White, Tursky y
Schwartz, 1985).
Norman
Cousins,
miembro de la Facultad de la Escuela de Medicina de UCLA (Universidad de
California, Los Ángeles), en su obra Las
opciones humanas (1981), sugiere que, más allá del sistema nervioso
central, del hormonal y del inmunológico, hay otros dos que no se han tenido en
cuenta convencionalmente, pero que deben reconocerse como esenciales para el
buen funcionamiento del ser humano: el curativo, y el sistema de creencias.
Cousins argumenta que los dos trabajan juntos: “El curativo es la forma en la que el
cuerpo moviliza todos sus recursos para combatir la enfermedad. El de creencias
es, a menudo, el activador del sistema curativo”.
La
investigación en muchas áreas confirma este punto de vista y muestra que las
respuestas placebo no son místicas ni inconsecuentes, y que las respuestas
mentales y psicofisiológicas pueden ser canalizadas a través de más de
cincuenta mensajeros moleculares neuropéptidos que enlazan los sistemas
nerviosos, endocrino, autónomo y central (White, Tursky y Shwartz, 1985).
Imágenes
de uso terapéutico
Se trata de crear perfiles futuros positivos para activar
cambios físicos en esta misma dirección. Los cambios
positivos en la realidad anticipada, mediante la sugestión y la creencia,
desempeñan un papel central en todas las respuestas placebo. Si un paciente
tiene imágenes negativas de lo que le puede ocurrir, esto le debilita, le baja
el ánimo y puede llegar a desesperarse. En cambio, si son visiones favorables
de su tratamiento, lo fortalecen y lo empujan a conseguir el tono que le
ayudará a sanarse. Imaginarse un resultado futuro efectivo es una poderosa
técnica para contrarrestar las imágenes negativas iniciales que pueda tener un
paciente. El
poder de la sugestión planta una semilla que redirige la mente –y a través de
ella, el cuerpo– hacia una meta positiva.
Una
experiencia personal.
He comprobado
en carne propia los beneficios de mantener creencias e imágenes positivas sobre
mi situación corporal. Sin ir más lejos, en 2011 tuve un accidente de moto en
el centro de la ciudad de Barcelona. El impacto afectó a nueve vértebras, con
fracturas, aplastamientos y fisuras de diversa consideración. Utilicé de
inmediato la visión positiva: ¡Estoy viva!
¡Respiro! Un sentimiento de agradecimiento se apoderó de mí
mientras aún yacía en la calle.
El pronóstico
fue que debía pasar tres meses en posición horizontal, sin poder doblarme. Me
vi obligada a ponerme un corsé de hierro para poder mantenerme en posición
vertical, pero procurando no estar más de 30 minutos al día de pie. Después de
tres meses en cama tuve una larga recuperación, que duró otros tantos debido a
la pérdida de tono muscular provocada por la inmovilización.
El
traumatólogo estudió la primera resonancia magnética después del accidente y me
dijo que alguna de mis vértebras continuaría aplastada de por vida. Decidí
desafiar su pronóstico y utilizar el efecto placebo: cada día en meditación
visualizaba el crecimiento de mis vértebras y que podía moverme con total
flexibilidad. Además seguí un régimen alimenticio que contribuyó a prevenir la
descalcificación.
Dos meses y
medio más tarde escribía: “Hoy he visto los resultados de las radiografías, y las
vértebras que supuestamente tendría aplastadas de por vida han rehecho su
altura y las he recuperado al cien por cien. Las vértebras están vivas y han crecido”.
CIENCIA
Y CAMBIO
LIBRO
PELÍCULA– ‘El guerrero
pacífico’, de Víctor Salva. Basada en el ‘best seller’ de Dan
Millman.
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