Los arrebatos no
conducen a nada; la constancia es la que lleva a todas partes
Un avión parte de Moscú con
destino a Madrid, pero sufre una avería inadvertida en su sistema de navegación
que crea una mínima desviación del rumbo de menos de un grado. El avión acaba
aterrizando en Mallorca. ¿Cómo se desvió tanto? Un grado es muy poco, sin
embargo, ese pequeño desajuste durante cinco horas de vuelo crea una enorme
diferencia en el resultado. Cuando hablamos de comportamientos humanos durante… ¡toda
una vida!, las desviaciones son aún mayores. En realidad, lo que
determina lo que conseguimos no son las grandes decisiones, sino las menores y
los actos cotidianos. En este artículo trataremos sobre cómo las personas
pueden alejarse de sus deseos y objetivos si no disponen de un plan de vuelo y
un sistema de navegación perfectamente ajustados.
Dos hermanos comparten la misma
familia, genética, posibilidades y educación, entorno…, y, sin embargo, con el
paso de los años, sus vidas se hacen cada vez más diferentes. Básicamente hay
tres factores que influyen en esa divergencia: sus elecciones, sus acciones y
sus relaciones.
“El mundo entero se aparta cuando ve
pasar a un hombre que sabe adónde va”. Antoine
de Saint-ExupÉry
Lo cierto es que no podemos “no
elegir”. No tomar una decisión es, en realidad, tomar una:
demorarla. De modo que estamos decidiendo o dejando de hacerlo, cada
día. Y lo que acaba ocurriendo es que la vida es el resumen de todas ellas,
sean menores o mayores. Cualquier cosa que acaba entrando en nuestras vidas es la
consecuencia de una cadena de actos y caminos que elegimos o no.
Las decisiones mayores son
aquellas que se toman conscientemente y suelen requerir a veces ayuda de
terceros en forma de consejo, pero siempre tiempo de reflexión. Las menores son
las que se deciden casi sin pensarlo y acaban creando un efecto compuesto. De
las dos, son
las pequeñas elecciones las que se acumulan día tras día y marcan una gran
diferencia.
Tomar decisiones sabias es más
sencillo cuando se tienen claros cuáles son los valores prioritarios y adónde se va.
Para no equivocarse conviene hacerse esta sencilla pregunta: ¿la dirección
que voy a tomar concuerda con lo que me importa prioritariamente en la vida?
Preguntas
que se deben hacer
Para conseguir grandes
resultados no es preciso llevar a cabo grandes acciones, sino pequeñas
repetidamente a lo largo del tiempo. El éxito es el efecto
acumulado de hábitos insignificantes. Y el truco está en insistir en
un comportamiento positivo el tiempo suficiente como para que marque una
distinción significativa a medio plazo. Es el poder de las pequeñeces acumuladas.
Ganar es el resultado de una
suma de costumbres; perder, también. Es algo que saben muy bien los deportistas.
Por ejemplo, Michael Phelps es un
brillante modelo del poder multiplicativo del hábito. Sus rutinas de
entrenamiento son muy estrictas, previsibles, sistemáticas. Es obvio que su
anatomía estaba diseñada para ganar, pero su enorme éxito es fruto de su
persistencia.
A menudo, para implementar una
rutina, las personas recurren a la fuerza de voluntad. Es un error. Están
luchando consigo mismas, y, a la larga, abandonarán, porque la lucha desgasta.
¿Cuál es la alternativa? La motivación. Establecer un hábito nuevo solo tiene
futuro cuando concuerda con los valores principales de la persona.
El poder de algo que nos estimula disuelve las luchas internas y proporciona
combustible mental para pasar a la acción.
Sin tener en cuenta en
cualquier elección esos valores básicos, las personas caen víctimas de sus
contradicciones internas y dejan de perseguir sus deseos y sus sueños.
Por suerte, todo lo que se
aprende en la vida puede reaprenderse. Los hábitos no son una excepción a esta regla y se pueden
cambiar. El mejor modo de terminar con uno negativo es empezar uno
nuevo y positivo que lo sustituya, y que esté propulsado por la fuerza
imbatible de la motivación.
“El secreto del éxito se encuentra en
la rutina diaria”. John C.
Maxwell
No hay una mejor estrategia
para conseguir lo que se desea en la vida que crear hábitos positivos que
conduzcan a lograrlo, y después, delegar el trabajo en el poder de la
costumbre, seguir el flujo del tiempo, y dejar de esforzarse una vez puesto en
marcha el impulso de la inercia.
Las personas que nos rodean:
familia, amistades, compañeros de trabajo… crean una gran influencia en cada
uno de nosotros. En psicología se conoce este efecto como la influencia del “grupo de
referencia”. Es una información silenciosa, inconsciente y que se
acumula con el paso del tiempo. Y se traduce en una imitación inconsciente de
lo que el “grupo” dice, piensa, hace, siente, come, viste, se comporta…
Se podría decir que una persona es la suma de las influencias
personales que ha recibido a lo largo de su vida, que, como es
de imaginar, pueden ser positivas o negativas, y acabará pareciéndose mucho a
la gente con la que tiene más trato. La pregunta que nos deberíamos formular
es: ¿quién o
quienes ejercen ese poder sobre mí?
¿Es importante filtrar las
influencias que recibimos? Por supuesto que sí, ignorar su efecto puede salir
caro. Y si no, que se lo pregunten a cualquier padre o madre que vigila
escrupulosamente con quién anda su hijo o hija. Tan importante es el efecto de
las compañías en un adolescente como en un adulto. A fin de cuentas, como
afirma el dicho: “Dime
con quién andas y te diré quién eres” o “Dios los cría y ellos se juntan”.
Casi siempre que se toma una
decisión, las personas empiezan con mucha energía y empeño, pero, a la larga,
acaban abandonando. Ese exceso inicial es en realidad contraproducente porque semejante nivel
de energía no se puede mantener por mucho tiempo. Querer hacerlo
todo cuanto antes es provocar el abandono. Es mejor iniciar la tarea o el plan
con menos fuerza, pero mantenerlo en el tiempo hasta conseguir el objetivo. El éxito es
resultado de dosificar las fuerzas, de mantener el ritmo, de la regularidad.
Es así como se ganan carreras y como los equipos consiguen torneos.
La disciplina es esa
regularidad, constancia, cadencia o ritmo. No hace falta hacer mucho de golpe,
pero sí algo
cada día. Por ejemplo, al empezar una dieta es mejor aplicarse a
unas normas razonables y no saltárselas ni un día, antes que matarse de hambre
los tres primeros días. Los atletas saben muy bien que las medallas se
consiguen dosificando el ritmo. Una vez más, es el poder de los pequeños pasos, que
proporcionan resultados extraordinarios.
De nada sirve tener una
arrancada de caballo y después una parada de burro. Eso significa ser víctima
de un gran entusiasmo inicial, no dosificado, para pasar a abandonar y volver
al estadio inicial al poco tiempo. Los arrebatos no conducen a nada; pero los planes
sostenidos y la constancia conducen a todas partes.
“Te convertirás en una combinación de
las cinco personas con quienes pasas más tiempo”. Jim Rohn
Todas las personas tienen
sueños, pero no todas los consiguen. ¿Es cuestión de mérito, genes,
inteligencia o suerte? No, más bien se debe a trabajar para conseguirlos con método;
es decir, mediante una rutina diaria. Repetir una acción cada día, semana o
mes. Un acto que está implícito en la agenda y ni siquiera hay que apuntarlo,
se da por hecho. Es como cepillarse los dientes, se hace automáticamente
después de cada comida, sin que haga falta recordarlo.
Cuando se pone en marcha un
objetivo, lo primero que conviene hacer es preguntarse qué rutinas conducirán a él.
Seguramente, un buen coach preguntaría a su cliente: “¿Qué
tres acciones sencillas te acercarían a tus grandes objetivos?”.
Sí, pasos simples hacia resultados extraordinarios. Y si esa persona es
sistemática, y se aplica a dar tres pasos diarios, su éxito está asegurado. No
importa lo lejos que vaya, tres pasos al día, tarde o temprano, le llevarán a donde
sea que se dirija.
LIBROS
- ‘Los siete hábitos de la gente altamente
efectiva’ Stephen Covey
- ‘Antes de tomar una decisión en su vida
hágase estas preguntas’ Debbie Ford
PELÍCULAS
-
‘Los puentes de Madison’
Clint
Eastwood
- ‘Amélie’ Jean-Pierre Jeunet
La persistencia del 'pit bull'
¿Qué tienen en común los empresarios de éxito y las personas que consiguen realizar sus sueños? Simplemente, ¡no se rinden nunca! Han aprendido la disciplina de la persistencia. Esto es verdad tanto para la gente que consigue sus sueños profesionales como personales. Pero esta cualidad es muy rara en la población en general. Vivimos en una era de gratificación instantánea. ¡Los adultos quieren conseguir sus sueños inmediatamente! Y cuando no lo logran, sus sueños van bajando en la escala de valores, son demorados y, finalmente, abandonados”.
Pasos simples hacia sueños imposibles, de Steven K. Scott.
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