De hábito, nos vemos abocados a
circunstancias de muy diferente
condición, previstas o imprevisibles, y que según resolvemos, con acierto o
desacierto, van forjando nuestra trayectoria vital. Reaccionamos ante ellas y aplicamos
soluciones en virtud de lo aprendido, pero olvidando con demasiada frecuencia
nuestra capacidad, consciente o inconsciente, para crear
nuevas circunstancias sin tener que soportar siempre las que nos son impuestas.
Si pensamos que la suerte, por ejemplo, es externa;
algo que consideramos ajeno y que nunca dependerá de nosotros su llegada o su
partida, jamás actuaremos. Para qué, si soy sujeto pasivo de cuanto me ocurra.
Sin embargo, si nuestra actitud es la de proceder
creando nuevas circunstancias que mejoren nuestra vida, entonces no habrá de
preocuparnos ni la suerte, ni el destino, porque nos
sabremos capaces de crear condiciones favorables que nos ayuden a lograr lo que
pretendemos.
Las oportunidades están ahí para todos, pero los
que esperan a que lleguen nunca las ven. Los que actúan y crean
nuevas circunstancias, convierten cada acontecimiento, positivo o negativo, en
una oportunidad. Los primeros
permanecen estáticos aguardando la situación favorable y perfecta a lomos de la
cual poder subirse y cabalgar. Los segundos, montarán muchos ‘caballos’ y
aunque a veces, por impericia en la doma o por la manifiesta inutilidad del
equino, sean descabalgados y caigan rodando estrepitosamente por el suelo,
serán tantos los intentos que por ley y estadística encontrarán
su ‘caballo ganador’.
LA VACA
Un sabio maestro que paseaba por un bosque con su
fiel discípulo, vio a lo lejos una granja de apariencia pobre y decidió hacer
una breve visita al lugar. Durante la caminata comentó al aprendiz la
importancia que tenían aquellas visitas para conocer gente nueva y las
oportunidades de aprendizaje que proporcionaban tales experiencias.
Llegando al lugar, ambos constataron la pobreza de
la casa a la que se dirigían. Los habitantes, una pareja y tres hijos, vestían
con ropas sucias y rasgadas y carecían de calzado. Se aproximaron al padre de
familia para preguntarle:
- Señor, en este lugar no existen posibilidades de trabajo ni puntos de
comercio tampoco, según hemos comprobado, entonces, ¿cómo hacen usted y su
familia para sobrevivir aquí?
El padre de familia calmadamente respondió:
- Amigo mío, nosotros tenemos una vaca que nos da varios litros de leche
todos los días. Una parte del producto la vendemos o lo cambiamos por otros
alimentos en la ciudad vecina y con la otra parte, producimos queso, cuajada,
etc., para nuestro consumo y así es como vamos sobreviviendo.
El sabio y su acompañante agradecieron la cortés
información, contemplaron el lugar un momento más, se despidieron amablemente y
se fueron de allí.
Lejos ya de la casa el sabio se giró de repente
hacia su fiel discípulo y le ordenó:
-Busca la vaca, llévala al precipicio de allí enfrente y empújala al
barranco.
El joven, espantado, cuestionó al maestro sobre tan
fatal orden, ya que la vaca era el único medio de subsistencia de aquella
familia. Mas como percibió el enojo del maestro, fue a cumplir el mandato. Y
así, empujó la vaca por el precipicio y
la vio morir. Aquella dolorosa escena quedó grabada en su memoria.
Años más tarde, y aún apesadumbrado por lo que
hizo, el joven decidió abandonar su aprendizaje y regresar a aquel lugar para
contarle todo a la familia, implorar perdón y ayudarlos en cuanto le fuera posible.
Así lo hizo, y a medida que se aproximaba a la granja contemplaba como todo
estaba muy hermoso; árboles floridos, una casa mucho más grande que la
recordaba, un gran automóvil, y niños alegres jugando bulliciosos en un
estupendo jardín.
El joven se sintió desesperado imaginando que
aquella humilde familia hubiera tenido que vender el terreno para sobrevivir.
Aceleró el paso y llegando a la casa fue recibido por un señor muy jovial. El
joven preguntó por la familia que vivía allí hacía unos cuatro años, y el señor
respondió que seguían viviendo allí.
Asombrado, el antiguo discípulo entró corriendo en
la casa y confirmó que era la misma familia que visitó hacía algunos años junto
con su maestro. Elogió el lugar y le preguntó al señor (el dueño de la vaca)
cómo había hecho para mejorar de tal manera ese lugar y cambiar de aquella
forma, y para bien, su vida y la de los suyos...
El hombre, entusiasmado, le respondió:
- Nosotros teníamos una vaca que cayó un buen día por el precipicio y
murió. De ahí en adelante nos vimos en la necesidad de hacer otras cosas y
desarrollar otras habilidades que no sabíamos que teníamos y así alcanzamos
todo esto que sus ojos vislumbran ahora.
Reflexión final: a veces vemos las cosas de un modo tan equivocado, que
distorsionamos la realidad y justificamos nuestros límites.
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