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dissabte, 24 d’agost del 2013

"Yo iba a piñón fijo: empresa, sexo, cama, pim pam». Francesc Granja. La Contra de La Vanguardia,

Francesc Granja, coach de conversaciones genuinas
Tengo 51 años. Barcelonés. Licenciado en Ciencias Empresariales y máster por Esade. He sido un ejecutivo de marketing, Ahora me dedico a conversaciones genuinas, escribir y dar charlas. Tengo novia. En política hay poca autenticidad. Creo en una conciencia universal

EL TRUEQUE
"Vivimos en una sociedad que tiende a buscar el placer en una sola zona: la genital. ¿Realmente esa es la única llave que abre la puerta del deseo, o nos estamos perdiendo otras posibilidades?", escribe Granja en Vivir el sexo El hombre que aprendió a vibrar (Iatczernaga). "Yo era penecéntrico, hasta que tuve un accidente que me dejó tertrapléjico y me vi obligado a abrir la mente para investigar nuevas formas de expresión sexual". Su nueva profesión, el coaching acabó derivando en conversaciones genuinas para que las personas cambien la percepción de sus vidas. Y no cobra por ello, prefiere el trueque: yo te ayudo, tú me ayudas. Tiene un blog: Hablacadabra


Yo era el típico ejecutivo de multinacional en ascenso.

...
Buena planta, buen trabajo, sexo, amigos... Me casé y a los 30 años me enviaron de directivo a Portugal.

Casa fantástica, coche fantástico
Sí, y tarjeta de crédito fantástica. Empiezo a trabajar como un loco y a correr, correr todo el rato hasta que me pararon.

¿En una autopista?
Sí. Eran las siete de la tarde, salía de una reunión en Oporto y quería llegar a la hora de cenar a casa, a Lisboa. Lluvia torrencial..., mi mente analizaba la reunión, iba a toda velocidad y me topé con un camión accidentado: volantazo, vueltas de campana..

Shock.
Me quedo tetrapléjico. Mi mujer no acepta la nueva situación: separación. Así empiezo un proceso de cambio personal que no se materializa hasta al cabo de ocho años.

¿Amaba usted a su mujer?
Christopher Reeve escribió un libro en el que explicaba cómo tras su accidente su mujer se enamoró todavía más de él. Al leerlo lloraba como un niño, estaba enamorado de mi mujer. Fue un inmenso duelo.

¿Cómo se teje ese cambio personal?
Me doy cuenta de que la mayoría de mis decisiones no eran mías, hacía lo que tocaba. Decido formarme como coach en EE.UU.

Íntimamente, ¿qué tuvo que afrontar?
El “a mí nadie me va a querer, no tengo sensibilidad del pecho hacia abajo y por tanto no soy un hombre, no puedo dar placer, no puedo dar nada".

¿Lo probó?
Sí, fue un desastre. Asumí que era un frígido impotente e incompetente: incapaz de tener deseo sexual, de realizar el coito y de satisfacer a una mujer.

Doloroso.
Pero conocí a una mujer que no buscó en mí la parte genital, sino la sensorial: los largos besos, las caricias, el tiempo dilatado. Cosas de las que yo no tenía ni idea. Yo iba a piñón fijo: empresa, sexo, cama, pim pam.

Ya.
Descubrí otra manera de relacionarme con las mujeres infinitamente más satisfactoria. Ambos salíamos de rupturas dolorosas, así que no había prisa por consumar, nos dedicábamos a conocernos, a conectar, hasta que de manera natural se produjo la prime ra relación y descubrí la mujer, sus puntos erógenos, los míos... Hasta entonces yo era penecéntrico. Sexo era igual a pene.

Es bastante común.
En diez años de coaching he conocido a muchas mujeres y todas confiesan que les gustaría más complicidad con su pareja, que no sólo haya penetración, que haya compenetración. Nosotros vemos el sexo como una descarga y no como una carga de energía.

¿Cómo lo ve usted ahora?
He descubierto el sexo consciente. La sexualidad está en cualquier parte del cuerpo. He llegado a tener y provocar orgasmos acariciándonos la yema de los dedos e incluso sin tocarnos.

Eso es el éxtasis.
La mujer es un ser herido arquetípicamente: para defenderse de la insensibilidad del hombre, se cierra. Pero el hombre también es un ser autolesionado por el tengo que: ser activo, proveedor. La emoción, la caricia se lee como un signo de debilidad.

¿El sexo es ahora mejor que antes?
Yo no lo cambio. La metamorfosis de mi sexualidad, más allá de la tetraplejia, o quizás gracias a ella, ha pasado por la toma de conciencia, por el despertar energético y emocional, sin lo cual mi pene seguiría siendo el foco de mi atención y frustración.
Entiendo.
Cuando dejé de buscar el placer en la vagina de mi compañera y lo descubrí en cada una de las terminaciones nerviosas de su boca, pude quitarme el pene de la cabeza y devolverlo a su lugar. Alcemos la vista y miremos a nuestra pareja: escuchémosla, acariciémosla, saboreémosla.

Aboga por relaciones auténticas.
Es la manera; si no, la vida es tan complicada que acaba separándote. Mire, yo siempre he temido al abandono, mi primer amor me dejó, luego mi mujer, así que para evitar ese dolor abandonaba yo. Cuando conocí a mi novia lo primero que hice fue contárselo. Entonces ella me dijo lo que nunca le había dicho a nadie. Hay que dar ese primer paso.

Hay que comunicarse.
Hay que dejarse ir, soltar, explicar: estas son mis miserias, estos mis miedos, estas mis ilusiones. Expliquémonos, déjame ver quién eres y ahí podré descubrir que hay otra manera de relacionarme contigo y conmigo a nivel corporal.

Del coaching derivó usted a las conversaciones genuinas.
Dejé de decirle a la gente lo que tenía que hacer y escuché. Utilizo la conversación para que el otro pueda conectar con su autenticidad, así ocurren los cambios; pero para eso has de ofrecer tú también autenticidad.

¿Cuál cree que es el mayor problema de las relaciones de pareja?

Tenemos conversaciones de ascensor, por mil razones que se resumen en una: miedo.


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