—A veces lo
urgente me distrae de lo importante.
—Casi todos vivimos detrás de lo
urgente. Como si la vida transcurriera en una carrera de alegrías,
satisfacciones y sinsabores sin saber muy bien por qué. Entonces, cuando se
llega a cierta edad, se tiene la sensación de que uno no es del todo dueño de
su destino.
—¿Lo somos?
—Podemos serlo. Hay que prestar atención a lo importante,
no vivir de concatenar objetivos inmediatos. Pero vivimos en la
época de la urgencia.
—¿Y eso crea
insatisfacción?
—Y sensación de vacío. En nuestras
sociedades ricas nos vamos creando cada vez más necesidades, y todas insustanciales.
Eso nos hace insatisfechos e incluso amargos.
—¿Y qué propone?
—Propongo
un viaje hacia uno mismo. Pregúntese dónde quiere ir. Con qué posibilidades
cuenta, cómo es, qué le interesa, cuáles son sus capacidades.
—Pura intimidad.
—Sí, la intimidad es esa actividad
psicológica que desarrollamos exclusivamente con nosotros mismos. Todos debemos
mantener esa parcela de intimidad, es lo más misterioso que poseemos.
—Y lo que más
atrae del otro.
—Sí. Cuando intuyes que hay algo más de
lo que se dice, algo más profundo y rico que descubrir en el otro, se te abre
un universo magnético: Es la intimidad.
—¿Cuál es el
precio para conquistarla?
—Ratos de soledad. El hombre de nuestros días huye
sistemáticamente de la soledad, pretende no enfrentarse a sí mismo.
Ponemos la televisión o la radio para tener compañía y siempre ocupamos nuestro
tiempo.
—La soledad
asusta.
—Es necesaria, pero en exceso y no
buscada hace sufrir mucho. La excesiva soledad nos provoca trastornos y
depresiones.
—¿Un mal común?
—Frecuentísimo. La depresión deviene de
una vida estresada por una sobrecarga emocional. Solemos confundir el estrés
con el exceso de trabajo. Y muy a menudo la ansiedad procede de una discrepancia entre lo que
somos y lo que queremos ser, entre cómo vivimos y cómo nos gustaría vivir.
—¿Y cómo
averiguar quiénes somos?
—Eso resulta muy difícil: La
personalidad cambia, somos distintos de ayer. Debemos fijarnos en lo que hacemos,
porque en nuestros comportamientos cotidianos está lo que somos; y registrar la opinión
de los que nos conocen desde hace tiempo y nos aprecian.
—Pero esas
opiniones no se suelen dar.
—Llegan directa o indirectamente.
Creemos que somos juzgados por nuestros comportamientos excepcionales, cuando realmente lo que nos define es lo cotidiano.
—¿Una vida feliz
es una suma de sonrisas?
—Sin duda, se hace y se disfruta en lo
pequeño, la vida está hecha de detalles.
—Pero en los
ratos difíciles se está solo.
—En
profundidad estamos solos. Por eso el ser humano siempre se encuentra algo indefenso
ante la vida. El amor puede resolverlo, nos permite sentirnos comprendidos,
acompañados.
—¿Amor es canjear
dos soledades?
—Sí,
y así debe ser, es una forma de perder la angustia. Sentirnos acompañados,
comprendidos. Hay quien muere de soledad.
—¿Esas relaciones
hermosas son azar?
—El
azar existe, pero yo creo que se hacen. El egoísmo en el amor es muy común,
tal vez porque el amor se toma con una actitud consumista: Esta persona me vale
mientras me haga feliz.
—¿Y no le parece
bien?
—No, sólo la generosidad nos enriquece.
Somos felices cuando nos sentimos parte de algo y nos olvidamos de nosotros
mismos.
—Soñar a veces
entristece.
—Si utiliza la imaginación para huir de
la realidad, se frustrará. A costa de imaginar algo que queremos, acabamos
creyéndonos con derecho a tenerlo. Hay que disfrutar de lo que se hace en cada
momento, y compartir ese bienestar es ser generoso. La imaginación al servicio de la realidad,
de lo cotidiano, es enriquecedora.
—¿Cómo iniciar el
viaje hacia uno mismo?
—En días en que nos encontremos
tranquilos y serenos, por ejemplo, en vacaciones. Nunca después de un fracaso, pues no somos
objetivos.
—¿Siempre con la
autoestima en su sitio?
—Sí. La autoestima es un punto nuclear.
—¿Y cómo se
conquista?
—Para quererse a uno mismo hay que
llegar a saber querer a los demás. La autoestima nace con nosotros, un bebé
tiene una autoestima altísima, se cree con derecho a todo a cambio de nada.
Luego el niño se da cuenta de que debe ganarse el cariño, salvo los que no
crecen nunca o los neuróticos.
—¿Cómo se accede
a uno mismo?
—Siendo sinceros
con nosotros mismos, lo más importante en la vida y lo más difícil. Porque la
mente tiende a justificarse. Hay que ser auténtico, ser uno mismo y perfeccionarse.
—¿Por dónde
empezar?
—Por
conocerse, no resignarse a la vida, tener recursos para que las fuentes
de angustia del mundo exterior nos perturben poco, el humor por ejemplo,
intentar hacer lo que creemos que debemos hacer y no únicamente lo que nos
satisface. Intentar llegar a nuestro objetivo, aunque no lo consigamos, da
tranquilidad.
—¿Qué es eso del
sentido de la vida?
—Sentido
es dirección, saber por dónde queremos discurrir, nunca buscar una
justificación para vivir.
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