Tengo 72 años: fui columnista durante 44. Hoy no hay vida privada o pública: todo es política hecha
por políticos, por eso soy activista. Siempre es demasiado pronto para
hablar de morirse hasta que es demasiado tarde. He
participado en el salón 14iIIiealtlt de Fira de Barcelona
POR TI Y POR ELLOS
El ser
humano nunca ha tenido tanta capacidad de decisión sobre su propia existencia
como ahora. La tecnología biomédica nos da un poder que no tuvieron nuestros
padres para elegir cómo queremos que nazcan nuestros hijos y cómo queremos vivir
y morir nosotros. Ellen Goodman sufrió más de lo necesario al no saber
si su madre quería o no alargar su agonía, porque no lo habían hablado antes. Por
eso fundó The Conversation Project, que nos anima a anticipar las
decisiones que tendrán que tomar por nosotros nuestros seres queridos.
Háblenlo para que ellos se sientan mejor, y ellos lo hablarán para que ustedes
se sientan mejor.
Durante 44 años escribí sobre cómo la vida privada en realidad
era política...
¿Y de qué
escribía?
De feminismo, bioética, derechos civiles: ¿sabe qué
tienen en común?
Que
provocan controversia.
Que la gente vive como si la política sólo fuera
con ellos cuando votan.
Está la
política y está la vida privada.
Lo que -vivimos como privado en realidad es político.
Lo que acabamos haciendo con lo que creemos más íntimo: nuestro cuerpo, nuestra
pareja, nuestras vidas... acaba determinado por leyes que elaboran políticos
que dependen de nuestras opiniones y votos.
¿Por
ejemplo?
Los derechos
reproductivos: tener hijos; quién puede tenerlos; quién puede adoptar y con qué
ayudas. O el matrimonio homosexual... ¿Es decisión personal o política? Abortar
o no; o poder decidir hasta qué punto vale la pena sobrevivir conectado a una máquina...
No es vida privada; es política.
Si no haces
política, te la hacen.
Recuerdo que cuando, a los 22 años, empecé a
escribir mi columna en el Boston Globe,
las mujeres sólo escribían de cocina, decoración, moda, familia, la casa, los
niños._.
Y todavía
hay más hombres que mujeres en las direcciones de los diarios.
¿Y por qué?.
El talento entre hombres y mujeres periodistas no está tan mal repartido.
¿Por qué le
dieron el Pulitzer?
Mi columna era distribuida a 400 diarios de todo el
país, entre ellos el Washington Post. Me dieron el
premio por un año de publicar mis columnas en las que interpreté los cambios en
la familia americana.
¿Y qué ha
cambiado en estos 44 años de periodismo en Estados Unidos?
Los medios
se han polarizado.
¿La
sociedad estadounidense también?
La gente sigue tendiendo al centro, pero la élite
republicana está convencida de que con la moderación perdería siempre.
¿Por qué?
Es un error de percepción. Se escuchan más a sí
mismos que a los ciudadanos. Fíjese en Romney, el último perdedor frente a Obama:
era gobernador centrista moderado, de Massachusetts, mi estado. Pero, para que
su partido lo apoyara, se tuvo que ir tan a la derecha que perdió las
elecciones.
¿Los medios
escuchan al ciudadano?
Pierden
audiencia cuando se radicalizan y en vez de diálogo en las tribunas de opinión lo
que hay son proclamas y diatribas.
Debe de ser
un fenómeno universal, porque aquí está pasando lo mismo.
Pues no es bueno para la sociedad ni para la cuenta
de resultados de los medios: necesitamos más diálogo e intercambio constructivo de
opiniones y menos panfletos.
¿Usted
sigue siendo periodista?
Llevaba 44 años como columnista y he decidido mojarme por una
causa: The
Conversation Project, que cofundé hace ya tres años, preocupada por
todo lo que tuvimos que pasar mi madre y yo cuando murió.
¿No habían
hablado de su testamento?
Yo no le había preguntado cómo quería morir, porque
siempre nos había parecido que era demasiado pronto para hablarlo hasta que ya
fue demasiado tarde. Y me vi confundida y más triste de lo necesario ante las
enormes decisiones que tuve que tomar.
¿Cuáles?
Ella ya no podía decidir por sí misma, y yo no sabía
si quería prolongar su vida a toda costa o prefería renunciar a tratamientos que
podían causar sufrimiento inútil.
Es un
terrible dilema.
Decidí evitar a los demás situaciones así. Y creamos
un grupo de periodistas, médicos y clérigos para compartir experiencias de muertes
tranquilas y otras que no lo habían sido: The Conversation Project
¿Y qué
decidieron?
Que la tecnología biomédica nos ha dado un nuevo e
inmenso poder sobre nuestras existencias que hemos dejado en su mayor parte en
manos de los médicos y el sistema: las personas debemos recuperar esa capacidad de elegir
cómo queremos vivir y morir.
¿Dejando un
documento escrito?
Sólo se puede lograr que sea efectivo si hablas
sobre cómo quieres que sea tu muerte con las personas más queridas cuando aún puedes
tomar decisiones lúcidas. Ellas deben comprometerse a hacer que tu voluntad se
cumpla cuando tú ya no puedas.
¿No es
suficiente con un testamento?
Me temo que los hospitales no están cumpliendo esas
últimas voluntades. Lo más efectivo es que quienes estén junto a ti en esos
momentos finales sí logren que lo que decidiste se cumpla y hagan respetar los
límites que quisiste poner a tu sufrimiento.
¿De qué
tipo de situaciones hablamos?
Entubaciones, comas, respiración asistida, tratamientos
experimentales, protocolos médicos dolorosos con pocas posibilidades de alargar
la vida o, al menos, una vida que valga la pena ser vivida. ¡Háblenlo ahora
y no tendrán que lamentarlo después!
No es fácil
hablar de la muerte.
Si
lo hablan antes, vivirán mejor y cuando llegue el momento evitarán sentimientos
de culpa y sufrimiento inútil, porque todos sabrán que se hace lo correcto.
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