Los padres de una adolescente
se habían separado después de que su convivencia se hiciera insoportable. La
hija inicialmente se fue a vivir con su madre. Sin embargo, la relación entre
ellas fue deteriorándose hasta llegar a un punto en el cual la madre le dijo a
su hija que quería que se fuera a vivir con su padre. Durante bastante tiempo
la joven vio cómo el resentimiento que sentía hacia su madre crecía sin parar,
llenando su vida de amargura. Un día, después de asistir a un curso sobre
relaciones humanas, tuvo una conversación profunda consigo misma y después,
habló con su padre para decirle algo que no parecía razonable.
–Papá, voy a llamar a
mamá y pedirle perdón por haberla hecho culpable del dolor que durante todos
estos años he sentido.
Cuando
no aceptamos a las personas como son ofrecemos una resistencia que nos desgasta
y nos deforma como seres humanos
La madre quedó tan
profundamente conmovida después de la conversación que mantuvo con su hija, que
llamó a su anterior pareja para que ambos se comprometieran en seguir siendo
padres aunque ellos como pareja ya no se quisieran. La hija no cabía en su gozo
al comprobar que, aunque sus padres seguirían estando separados, iban a ser de
nuevo una familia. Una mañana, la madre les llamó para que fueran a su finca a
pasar el día. A su hija se le ocurrió que sería una buena idea salir a
comprarle un regalo. Al cruzar la calle, un coche la atropelló y la mató.
Al enterarse de lo que había
ocurrido, los organizadores del curso sobre relaciones humanas al que la joven
había asistido, quedaron profundamente afectados. Un mes después, recibían una
carta del padre dándoles
las gracias porque nunca había visto a su hija tan feliz como durante la semana
en la que habían vuelto a ser una auténtica familia.
Una
lección de la que aprender
La vida nos da muchas veces personas y cosas que nosotros no
elegimos.
Muchas veces nos rebelamos porque no nos gustan algunas de las personas y de
las cosas que hemos recibido. Aunque resulte paradójico, podemos amar
profundamente a alguien y sin embargo, vivir sin expresar verdaderamente ese
amor porque no estamos dispuestos a aceptar a esa persona si no es con nosotros
como nos gustaría que fuera. Cuando no aceptamos ofrecemos una resistencia que nos
desgasta y nos deforma como seres humanos. A veces, algunas personas
dicen o hacen cosas que nos duelen profundamente y a partir de esos hechos,
nosotros, mediante el uso del lenguaje, hacemos una interpretación y
construimos una historia que ya para nosotros no será una simple
interpretación, sino la más auténtica realidad.
A partir de ese momento,
buscaremos evidencias que corroboren esto y no cabe duda de que si buscamos con
tenacidad, aunque sea una evidencia ridícula e insignificante, seguro que
acabamos encontrando algo.
En tanto que no nos responsabilicemos
de nuestra propia historia, de la narrativa que nosotros hemos creado y sigamos
culpando a otras personas, para crecer y madurar como nunca podremos ser libres seres
humanos.
Una consecuencia inmediata de
esta falta de responsabilidad, es que sin ser nosotros plenamente conscientes
de ello, permitiremos que el pasado determine tanto nuestro presente como
nuestro futuro. Si
no aceptamos a una persona que la vida nos ha dado, si no la aceptamos en su
totalidad y no en base a los atributos que ella tenga, la estaremos
constantemente rechazando y eso antes o después nos daña a todos.
Por supuesto que es deseable que yo influya en la otra persona si creo que hay
algo que pueda también a ella ayudarla a crecer. Sin embargo, cuando se
influye desde la aceptación, la relación se transforma y adquiere una nueva
dimensión. ¿Podemos imaginarnos el impacto que ello causaría en
nuestra familia, con nuestros amigos e incluso en nuestro propio trabajo? Hoy
te invito a recordar a un padre que en su inmenso dolor por la pérdida de una
hija supo
reconocer lo que para ella significó una semana viviendo plenamente, frente a
muchos años en los que estuvo simplemente “sobreviviendo”.
simplement precios!
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