Dos paseantes
se cruzan regularmente por el parque donde pasean a sus perritos. Como es
habitual en el submundo de los amantes de los perros, los viandantes siempre se
saludan e intercambian algunas palabras. El contenido de la conversación suele
ser de baja intimidad, como ocurre en los ascensores, donde todos saben que la
interacción va a tener una duración estimada previsible, que debe incluir
saludo, comentario y despedida.
Los dos
caminantes exhiben expresiones faciales opuestas: uno de ellos presenta un
ademán distendido y la mirada agradecida mientras el otro, de gesto adusto,
parece enfadado y a la espera de poder desbravarse ante el primer interlocutor
que encuentre. No es que el quejoso esté siempre enfadado cada vez que pasea,
pero la expresión ya se le ha quedado adherida a la cara, de modo que hasta
cuando está contento, su sonrisa no luce y parece una fea mueca. Sus arrugas le
fueron labrando la piel a partir de su estado anímico más habitual: el ánimo
quejumbroso. Estas se dibujan con dos rayas verticales en el
entrecejo y dos flechas señalando hacia abajo en las comisuras de los labios.
El diálogo entre ellos suele realizarse de este modo:
-“¡Hola!
¡Buenos días!”
-“¡Hola!
¡Qué bochorno!”
-“Bueno,
es que ya estamos en primavera.”
-“Pero,
¡tanto calor! Parece que estemos en agosto.”
-“Ya
va bien el calorcillo después de tanto frío.”
-“A
este paso no sé qué verano vamos a tener.”
-“Bueno,
me tengo que ir a comprar, adiós.”
-“Adiós.”
Las
razones del ingrato.
Corren tiempos
en que las cualidades que trascienden la inmediata obtención de provecho
personal pasan sus peores momentos. Parece que están mucho mejor vistas las virtudes que
potencian el yo individual y la propia autonomía. Por eso, el sentir y
expresar gratitud se considera una bondad menor, sin demasiado
“glamour”, demasiado relacionada con los dogmas religiosos de las iglesias
establecidas dominantes. En nuestra sociedad secular y laica, esta emoción o
virtud se entiende más por el lado negativo: sentirse en deuda con alguien,
estar en posición de receptor que tiene la obligación moral de retribuir o que
es mejor no aceptar favores para no sentirse obligado. La exigencia de devolver
favores puede producir emociones negativas en ciertas personas, hasta el punto
de provocar sentimientos de rabia y aversión hacia aquellos que les hacen un
bien. También es prevalente la idea de que un favor se debe pagar, es decir, la
compraventa de favores.
El médico y
ensayista José María Dermit explica
las razones del ingrato mediante un proceso psicológico llamado “proyección”,
que conforma la manera de pensar del “desabrido” tal como se expresa él: “La persona
tiende a atribuir a los demás las cualidades y los defectos que él mismo tiene.
Así pues, el desabrido está inclinado a ver a aquella persona simpática con la
cual se encuentra con desconfianza o recelo: vigila, le dice su subconsciente.
En un primer
paso mental, el desagradecido descarta como bienintencionado a quien, siendo
generoso, le ha prodigado alguna atención. En un segundo, puesto que, para él,
resulta sospechoso que otro actúe de manera diferente a la suya, no solamente
tiene dificultades en mostrar su agradecimiento por dicha atención, sino que
siente nacer en su interior el recelo”.
Ser
agradecido produce felicidad.
Es muy propia
de nuestros tiempos la convicción de haber nacido con merecimientos innatos,
con derechos propios desde antes de nacer. Sin embargo, los psicólogos
positivos Robert A. Emmons y Michael E.
McCullough (autores del libro “The
psychology of Gratitude”), que trabajan en el desarrollo de las fortalezas
humanas que generan felicidad, han comprobado que ser agradecido produce bienestar, mejor
salud y mayor rendimiento intelectual en las personas.
La palabra
gratitud que proviene del latín, gratia, se ha definido como emoción, actitud,
virtud moral, hábito, rasgo de personalidad y respuesta adaptativa. Como
emoción, en psicología, la gratitud se define con dos actitudes que solamente
las personas que sienten empatía hacia los demás las pueden mostrar:
1. Reconocer que se ha recibido una
ganancia.
2. Reconocer que esta ganancia ha provenido
de una fuente externa a ellos mismos.
Emmons y sus
colegas han comprobado que la gratitud, a la que definen como un sentimiento de
asombro, agradecimiento y apreciación de la vida, es más que una emoción
placentera o una expresión de buena educación. Es, esencialmente, una actitud personal
básica que produce felicidad, salud, plenitud y longevidad.
Aprender
a saborear la vida.
Las personas
pueden aprender a interpretar de un modo positivo las experiencias diarias
mediante la habilidad de fijarse, apreciar y saborear cada acontecimiento.
Nuestra sociedad, que nos mima con el consumo y con la satisfacción inmediata
de cualquier deseo, produce una adaptación (o tolerancia, si admitimos un
término asociado a las adicciones) que genera cada vez más infelicidad. De
hecho, algunos investigadores afirman que el consumismo es un “inhibidor de la felicidad”.
Para
contrarrestar esta adaptación a “lo bueno”, esta insensibilización hacia las
cosas agradables de la vida, los psicólogos proponen que nos mantengamos atentos, apreciemos y saboreemos todo
lo que nos hace la vida agradable y afortunada, y que pensemos constantemente
que ésta podría ser de otra manera o que anteriormente había sido de otra
manera. Es decir, que aprendamos a sentirnos agradecidos constantemente y
por todo lo que damos por hecho. Se trata de comprometerse a
invertir la energía psíquica en el desarrollo de una visión personal de la vida
como “regalo”. Para los expertos, esta
perspectiva vital tendría un gran poder para que lográramos un funcionamiento
psicológico óptimo y duradero.
Emmons
y McCullough
diseñaron un estudio para comprobar experimentalmente si la “mirada
agradecida” produce personas con mayor bienestar físico y
psicológico. Compararon a personas a las que se les indujo un estado de “gratitud por
las bendiciones” con otras a quiénes se les inducía a fijarse en las
molestias, en las comparaciones con otros o en las situaciones neutras de la
vida. Su hipótesis era que los “agradecidos” funcionarían mejor psicológicamente que
los “ingratos”.
Los resultados
no eran obvios antes del estudio porque sabían que el agradecimiento tiene su
lado negativo, como “sentirse en deuda”, obligado o dependiente de otras
personas.
Sus
conclusiones señalaron que la gratitud es motivadora para actuar de modo altruista, produce mejor
calidad del sueño, más optimismo, mejor estado de ánimo y un sentido de
conexión social.
Gratitud
en la adversidad.
Todo lo que a primera vista parece un contratiempo puede ser un
disfraz del bien. Y lo que parece bueno a primera vista puede ser
perjudicial. Siempre existen motivos para estar agradecidos, incluso
en condiciones adversas. Anthony de
Mello, psicólogo, jesuita y teólogo cuya obra es una síntesis entre la
tradición cristiana, budista y sufí, cuenta esta historia en su primer libro:
Sádhana.
“Una
historia china habla de un anciano labrador que tenía un viejo caballo para
cultivar sus campos.
Un
día, el caballo escapó a las montañas. Cuando los vecinos del anciano se
acercaban para condolerse con él y lamentar su desgracia, el anciano les
repitió: ¿Mala
suerte?, ¿Buena suerte?, ¿Quien sabe?
Una
semana después, el caballo volvió con una manada de caballos salvajes. Entonces
los vecinos felicitaron al labrador por su buena suerte. Este les respondió: ¿Mala suerte?,
¿Buena suerte?, ¿Quien sabe?
Cuando
el hijo del labrador intentó domar uno de aquellos caballos salvajes, cayó y se
rompió una pierna. Todo el mundo consideró esto como una desgracia. Pero el
labrador se limitó a decir: ¿Mala suerte?, ¿Buena Suerte?, ¿Quien sabe?
Unas
semanas mas tarde, el ejército entró en el poblado y fueron reclutados todos
los jóvenes que se encontraban en buenas condiciones. Cuando vieron al hijo del
labrador con la pierna rota, lo dejaron tranquilo. ¿Había sido Buena suerte?, ¿Mala suerte?,
¿Quien sabe?”
Despiece
Instrucciones
para potenciar la gratitud. (Estudio de Emmons y McCullough)
“Pasan muchas
cosas en nuestra vida, grandes o pequeñas, por las cuáles uno puede estar
agradecido. Piense en la semana pasada y escriba en el papel cinco hechos de su
vida por las que se siente agradecido.”
(Las
personas que hicieron el ejercicio de gratitud a diario obtuvieron más
beneficios que los que lo hicieron semanalmente, según los autores del
estudio).
Isabel s. larraburu
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