—¿Usted de qué se
ríe?
—De todos los sinsentidos. «El humor
es el dolor que ríe», decía Chaplin.
—Eso es
triste.
—El humor nos protege de todo lo que nos deshumaniza o nos
niega la alegría de vivir; al reírnos de las tristezas y las injusticias, las
superamos.
—Dicen que el
humor cura.
—Hay una relación directa entre el
humor y la salud. Reír nos cambia la química del cerebro y potencia el sistema
inmunológico. Hay que entender de una vez que el ser humano sin preocupaciones
no existe.
Nadie puede brincar fuera de su propia sombra.
—Ni de su
sufrimiento.
—Así es, entendiendo el sufrimiento
como la diferencia entre nuestras aspiraciones y las dificultades con las que
nos encontramos. El humor implica buscar lo positivo y siempre lleva implícita
la libertad de expresión.
—¿Por qué nos
reímos tan poco?
—Porque sacamos tiempo para no pensar, para pelearnos,
pero no para comunicarnos y para jugar. Lo serio es la fuerza
establecida, lo paralizante, lo que nos imponen. Hemos sido criados con la idea
de que hay un único punto de vista sobre la realidad, que ya está definida y
completa.
—Pero al humor
no le gustan las normas.
—El humor es transgresión, nos obliga
a crear una interpretación distinta de las cosas; por ese motivo la religión y
la política tienden a excluir el humor, al que temen más que a las bombas. Cuanto más
dogmática es una sociedad, menos sentido del humor hay en ella.
—¿Estamos en
una época oscura?
—Giovanni Papini dijo que la tragedia del
hombre moderno no estriba en que le quiera vender el alma al diablo, sino en
que el diablo ya no se la quiera comprar, y ahí es donde estamos,
paralizados por el miedo, la inseguridad y la insatisfacción.
—¿Por qué
perdimos el humor?
—Lo perdimos por el sentido de la
autoimportancia. Estamos pendientes de que el mundo se ocupe de nosotros. Nos
sobra ego y nos falta inteligencia.
—¿Cómo
recuperar el humor?
—Desarrollando la agudeza de
observación con una mirada positiva. Debemos aprender a reírnos de la realidad porque ahí nos
va la salud. El humor está en la paradoja. Para recuperar el sentido
del humor hay que desarrollar la imaginación. El humor está más ligado a lo
poético que a lo racional.
—¿Tanto daño
nos ha hecho lo racional?
—Nos ha metido en un callejón sin
salida, porque nos niega las emociones y la afectividad. O te ríes de la realidad o descubres que
la realidad se está riendo de ti.
—¿Tenemos un
sentido excesivamente dramático de la vida?
—El dramatismo implica sentirse más
importante que los demás. La autoimportancia es autodestrucción. Tenga en
cuenta que el humor es también la estética del desengaño.
—¿Qué es eso?
—La realidad siempre es distinta de lo que uno se
planteó
y el desengaño amoroso es consustancial a la condición humana. La adversidad es
parte de la vida y debe entenderse como un elemento que nos fortalece. Como
decía Ortega, la
mente es un pájaro extraño que se alimenta de sus propios errores.
—El humor no
implica tener más información, sino otro punto de vista.
—Así es, la mente crece por diferencias,
nuevas percepciones que vamos añadiendo.
—Entonces,
¿Sólo la inteligencia nos permite dejar de tomarnos demasiado en serio?
—Cuando empiezas a observarte, a analizarte y a reírte de
ti mismo, reconoces tus limitaciones, te das cuenta de cuán
vulnerables somos y empiezas a funcionar distinto.
—¿El humor es
un aprendizaje?
—La ciencia evidencia que si tratas
mal una vez a un niño, requieres doce refuerzos positivos para compensar esa
conducta negativa. Tratar una vez mal a una persona es suficiente para que deje
de interactuar contigo, así que imagine cómo nos vamos machacando los unos a
los otros.
—Y a medida
que esa relación se normaliza, vamos deshumanizándonos.
—Sí, nos volvemos indiferentes unos a
otros. Sólo somos eficientes. Hay mucha sociabilidad, pero ninguna autenticidad
en la comunicación. El psiquiatra Viktor Frankl decía que lo que más falta
hacía en el mundo era humildad, y el humor es la humildad natural del ser
humano.
—Pero el humor
requiere ingenio.
—Se basa en él. Pero es un proceso. Se
trata de ir desarrollando un sentido del humor que nos amplíe la conciencia de
nosotros mismos y la relación con las demás personas.
—Relativizar,
pero ¿Cómo...?
—El humor implica la arqueología del
presente, no se trata de poseer información; es un nivel de percepción del
mundo, la capacidad de ver los contrastes, los sinsentidos. Requiere mucha
espontaneidad, creatividad y un sentido de libertad tremendo. Es capacidad de
asombro y de descubrir significado.
—¿Y eso quién
lo consigue?
—Visto desde nuestra realidad actual,
parece imposible. Una hora de estrés equivale a cinco horas de trabajo físico,
gastamos en un día la energía de una semana. Hay que sacar tiempo para preocuparse por
los demás y reírse de las dificultades. Si tienes una relación sana
y constructiva con la gente, siempre surge lo cómico de la vida.
—Sin la vida,
poco nos queda.
—¡Claro! Como decía Dostoyevski, a
todos nos toca amar la vida más que el sentido de la vida. Un trato más humano, afectivo, y un
auténtico interés por los demás nos ayudarán a recuperar el sentido del humor.
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