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dissabte, 22 de novembre del 2014

No hacer nada desarrolla nuestro cerebro. Pilar Jericó.

¿Qué estaba haciendo Newton cuando descubrió la teoría de la gravedad? Según su biógrafo, el científico estaba descansando debajo de un árbol y la caída de una manzana le inspiró. Einstein tuvo un sueño de adolescente en el que se veía descendiendo en un trineo a la velocidad de la luz. Aquella imagen fue la clave para formular años después su teoría de la relatividad. Parece que los grandes avances científicos llegan cuando los investigadores introducen mucha información al cerebro y se toman espacios de relajación. En dichos espacios, aparecen los “momentos ajá”, cuando se nos ocurre aquello que llevamos tiempo dándole vueltas y no sabíamos cómo abordarlo. La explicación la tenemos en nuestra mente. Cuando no hace nada, también trabaja. Y lo que es más importante, si queremos ser creativos tenemos que aprender a “hacer nada”, como explica maravillosamente Marta Romo en su libro “Entrena tu cerebro”.
No necesitamos ser genios para tener “momentos ajá”. Cualquiera de los mortales podemos tener ideas creativas o encontrar la solución a nuestros problemas complejos. Tenemos más recursos inconscientes que conscientes, según David Rock, pionero en el mundo de neuroliderazgo. De hecho, solo hace falta echar un vistazo a los números. Nuestro cerebro representa un 2 por ciento de nuestra masa corporal y, sin embargo, consume un 20 por ciento del oxígeno. Cuando nuestro cerebro está realizando una tarea, “solo” dedica un 5 por ciento de la energía. ¿Y qué hace el 95 por ciento restante? Todavía sigue siendo un misterio, sin embargo, parece que continúa haciendo cosas en “modo ralentí” y vamos acumulando una serie de recursos inconscientes. Ahora bien, para acceder a nuestra “biblioteca de soluciones o de ideas” necesitamos una actitud especial, como explica la Spanish Resting State Network. Tenemos dos circuitos en nuestro cerebro: uno encargado de la atención y otro de la introspección. El acceso a nuestra biblioteca personal nos surge en el circuito de la introspección, el cual se activa cuando tenemos la mirada perdida, estamos ensimismados o estamos descansando. Es entonces cuando conectamos nuestro presente con nuestro pasado. Y lo más importante, el circuito mental de la atención y el de la introspección son incompatibles. Es decir, si estamos en la acción es difícil que surjan buenas ideas. Por eso, no es de extrañar que se nos ocurra esa solución a nuestros problemas cuando nos despertamos, vamos conduciendo o estamos relajados. Ni tampoco es de extrañar que los genios tengan fama de despistados. De hecho, Niel Bohr, quien enunció el modelo atómico, jugaba como portero en un equipo de Copenhague, pero se enfrascaba tanto en sus pensamientos que incluso, fue capaz de verse sorprendido por un gol en un partido mientras anotaba cálculos matemáticos en el poste de la portería.
El problema que tenemos de “hacer nada” es que nos sentimos culpables. La sociedad nos ha vendido la idea de que ser mejores es actuar y actuar y, desgraciadamente, muchas personas caen en el síndrome del hámster, en el que se corre y se corre en una rueda y no se llega a ninguna parte. Por ello, si queremos salirnos de lo habitual, desarrollar nuestra creatividad o, simplemente, encontrar una solución diferente a nuestros problemas, necesitamos no hacer nada. Veamos qué consejos nos ofrece Marta en su libro:
Busca diez minutos al día de inactividad. No significa ver la tele, sino estar tumbados en el sofá, relajados en un parque y dejar que la mente vague sola.
Apaga el móvil durante varias horas cada día o al menos, el fin de semana. Un problema para más de uno. La hiperconectividad de los dispositivos actuales no ayuda necesariamente a nuestro cerebro. Si queremos ser más productivos, necesitaremos tomarnos un descanso hasta del mundo.
Elige tú tus tareas y que las tareas no te elijan a ti. Como siempre, la productividad es esencial. Si algo es importante, ha de estar en tu agenda.
Permite el no hacer a los demás, ya sean colaboradores, hijos y pareja, incluida.

Realiza alguna actividad placentera y manual al día, que te entretenga y no implique un esfuerzo intelectual elevado.



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