69 años. Nací en Sevilla y vivo en Nueva York. Soy profesor
de psiquiatría de la Universidad de Nueva York y director médico de varios
hospitales asociados a la universidad. Casado, 4
hijos y 3 nietos. La crisis ha invadido el diálogo del día a día a un nivel
excesivo. No creo en Dios.
Instinto de felicidad
Cuando cayeron las Torres
Gemelas, Rojas Marcos dirigía el Sistema de Sanidad y Hospitales Públicos de
Nueva York. "Me
he pasado media vida en los hospitales y lo que he visto en las personas que
sufren y en mí mismo es que la mayoría nos las arreglamos y protegemos nuestra
satisfacción con la vida en general". De eso habla su último
libro, Secretos de la felicidad
(Espasa), del instinto de felicidad. Ameno y cariñoso, Rojas Marcos es un
psiquiatra que ha llegado a lo más alto en EE.UU. Posiblemente porque es un
médico atípico, que no sienta cátedra, que explica sin complejos sus
dificultades y reconoce la ayuda que a lo largo de su vida ha podido recibir.
Esta mañana hablaba con el
camarero sobre la crisis.
Un
tema recurrente.
Su análisis era tremendo, pero
cuando le pregunté: "¿Y tú cómo lo llevas?", me dijo que él bien, que
tenía trabajo y novia.
También
hay quien se suicida.
Sí, pero en general existe una
manifiesta dicotomía entre la satisfacción personal con la vida de cada cual
cuando analiza sus propias circunstancias, y los temas angustiantes de la sociedad
que invaden los medios de comunicación y las tertulias.
¿Somos
secretamente felices?
Tenemos un mecanismo genético que protege nuestro estado de
ánimo;
recurrimos a comparaciones que nos favorecen: "Yo estoy en paro, pero fulanito tiene
un cáncer", y diversificamos nuestras parcelas de satisfacción:
"Esto me
va mal, pero esto bien".
Se ha atrevido a escribir un libro sobre la felicidad.
Explíquemelo
en su propia piel.
Estoy sorprendido de cómo he
podido superar las dificultades. Fui un hiperactivo sin diagnosticar, siempre
en el último banco de la clase porque no había profesor que me aguantara. A los
14 años me enviaron a un colegio de cateados. La directora, doña Dolina, decidió sentarme
en primera fila, y eso cambió mi destino: empecé a aprobar.
¿Y
cómo evolucionó?
Pese a mi mal oído, mi madre me
hizo estudiar piano, de ahí pasé a la batería y con 17 años tenía un cuarteto.
Y
las chicas le hacían ojitos.
Sí, y así conseguí proteger mi autoestima, pero seguía teniendo
gastritis.
Mi padre era de derechas y mi hermano de izquierdas y yo somatizaba el
conflicto. Decidieron enviarme a casa de una señora en un pueblo en Francia
para que aprendiera el idioma. La señora me hacía tortillas de pimientos que me
sentaban estupendamente.
Ahí
no había conflicto.
... Y seguí marchándome, me fui
a Nueva York sin saber inglés, pero siempre ha salido alguien que me ha
ayudado, y yo he sabido aceptar la ayuda. Y le explico tantas cosas porque pienso que cuanto más
hablamos más vivimos, y como me ha dado la oportunidad...
Estoy
encantada.
Narrar lo que sientes te obliga a organizar tu historia, rebaja
la intensidad emocional y alarga la vida. Y si encima hay alguien que te
escucha y se solidariza contigo...
¿Y
si no hay nadie?
Escríbelo.
No tener una
explicación para lo que nos ocurre lo llevamos muy mal, el cerebro no acepta el
vacío.
Según
como te cuentes tu tragedia, ¿la vida y tu salud tomarán un rumbo u otro?
Así es, si yo llego de mal
humor a casa y mi mujer me dice: "Luis, has debido de tener un mal día en el
trabajo", es decir, que no es culpa mía sino del trabajo, me da
la opción de que todo cambie. Pero si me dice: "Tienes un carácter que no hay quien
te aguante"...
Hay
una cita en su libro: "Mi vida no tiene propósito, ni dirección, ni
finalidad, ni significado...
... y a pesar de todo soy feliz".
Pues
todos los psicólogos dicen que sin dirección no vas a ningún sitio.
Igual que hay un instinto de
supervivencia, está el que nos lleva a proteger la satisfacción con la vida. Creer que ejerces
cierto control sobre tu vida aumenta las posibilidades de superar enfermedades
y crisis, lo opuesto a "que sea lo que Dios quiera".
Hay
que luchar contra viento y marea.
Pensar que puedes hacer algo
por mejorar tu vida ayuda incluso en situaciones en las que no puedes hacer
mucho.
Según
sus estudios, tener pareja es una de las principales fuentes de dicha, pero
también es lo más conflictivo.
Hay exigencias culturales que
son muy poco realistas, y que crean unas expectativas que nos hacen sufrir. Si
te casas pensando que es para toda la vida y resulta que no es así, te sientes
fracasado y frustrado. Si la sociedad aceptara que vamos a estar juntos mientras
la relación tenga sentido, nos sentiríamos menos presionados.
Somos
supervivientes.
Lo raro en esta vida es no
tener problemas. De media tenemos dos grandes tragedias en la vida. Y la idea de
que crecemos con el sufrimiento es absurda.
¿No
te hace más sabio?
Ni mejor persona. El sufrimiento interfiere en todo y no sirve
para nada. Lo que ocurre es que a veces nos hace descubrir aspectos de nosotros
mismos que no conocíamos pero estaban ahí.
Mejor
la introspección.
Sí, observarse a uno mismo y estar abierto a las respuestas de
los demás, conocer lo que nos gusta y lo que no y nuestras limitaciones. Y hay
que ser consciente del impacto que tenemos en los demás.
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