Ilustración de Anna Parini |
Enfadarse ante las actitudes de los
demás es una pura elección
Rechazar la idea de que quieren
herirnos evita que nos intoxiquemos acumulando ofensas
“Lo que te ofende sólo contribuye a debilitarte.
Si buscas ocasiones para sentirte ofendido, las encontrarás cada dos por tres”.
Mario Alonso Puig
“Cada vez que me siento ofendido, trato de
levantar el ánimo de tal forma que la ofensa no logre alcanzarlo”. Descartes
La vida cotidiana pone a prueba el equilibrio
emocional cada vez que nos sentimos ofendidos por otra persona. Puede ser
alguien del entorno familiar, un jefe o compañero de trabajo, o incluso un
desconocido que nos trata de forma que consideramos grosera.
A lo largo del día interactuamos con decenas de
personas, lo cual brinda numerosas ocasiones para ofenderse y vivir con
amargura. Porque lo peor de todo es que una vez producido el desencuentro, si
no se hace nada para olvidarlo, el rencor puede quedar fluctuando por la cabeza
durante horas… llegando a turbar incluso el descanso nocturno. En este artículo
se va a ver por qué sucede y cómo poder deshacerse de este lastre.
El
enfado ante las actitudes de los demás es una pura elección. Prueba de
ello es que hay personas que no se inmutan por nada, mientras que otras saltan
ante cualquier comentario, gesto o mirada que interpreten como hostil. ¿Dónde radica
la diferencia entre unas y otras?
El doctor en psicología Martin Lyden opina que las personas susceptibles son aquellas que poseen menos
empatía. Todo lo filtran según lo que harían ellas, y cualquier cosa
que se salga de su propio código de conducta lo interpretan como un ataque.
Así, por ejemplo, a quien contesta los mensajes de
su smartphone de inmediato le parecerá una falta de educación que el receptor
no reaccione hasta varias horas después. La ofensa se basa en una mera
interpretación, ya que el ofendido presupone que su interlocutor no tiene ganas
de contestar, cuando tal vez sencillamente esté en una reunión de trabajo donde
no puede hacerlo.
Otros motivos de ofensa pueden ser una respuesta
demasiado seca por parte de alguien o bien un tono de voz inadecuado, entre
muchas posibles razones.
Veamos qué sucede en la mente de alguien con “piel
fina” ante una situación que considera de conflicto:
- El comentario o acción desafortunados despiertan ofensas pasadas, que pueden degenerar en un infierno mental.
- Merma de la autoestima debido al papel de víctima que asume el ofendido, a partir de la idea de que aquello ha pasado deliberadamente para humillarle.
- Deseo de venganza ante el daño recibido, lo que puede derivar en una discusión o en un “silencio castigador” para hacer notar al otro que nos ha herido.
- Aumento de la ansiedad ante el cóctel de emociones negativas que se van albergando.
Ante la tortura que supone pasar por estos estados
mentales, a menudo debido a una menudencia, el doctor Martin Lyden propone un remedio
de choque: “El
humor implica un replanteamiento de lo que ha sucedido. Reconocer una
incongruencia en una situación puede ser humorístico y, por lo tanto, sanador”.
Uno de los grandes aprendizajes de todo ser humano
es aceptar que las
personas a nuestro alrededor nunca se expresarán como nosotros lo haríamos, ni
se comportarán como esperamos, y no pasa nada.
Pensemos en lo que debe sentir la estrella de un
equipo de fútbol cuando salta al campo rival en medio de una tormenta de
silbidos e insultos. Estos deportistas no pierden la calma y pueden jugar
perfectamente concentrados, lo cual demuestra que cualquier persona puede
blindarse ante la hostilidad ajena.
Incluso cuando no es una percepción, sino una
realidad contrastada por todos, tenemos la oportunidad de endurecer nuestra
piel ante el ataque para que no nos afecte.
En una ocasión le preguntaron al Dalai Lama por qué no estaba enfadado
con el Gobierno comunista chino, después de haber tenido que exiliarse, entre
muchos otros percances. Su respuesta fue: “Si me enojara, entonces no sería capaz de dormir por la
noche o de comer mis comidas en paz. Me saldrían úlceras, y mi salud se
deterioraría. Mi ira no puede cambiar el
pasado o mejorar el futuro, así que ¿para qué serviría?”.
Sin duda, un ejemplo extraordinario de lo que es
tener la “piel
gruesa”, que presenta las siguientes características:
- La persona dedica poco tiempo a valorar cualquier posible roce o desaprobación.
- Se centra en lo inmediato y, muy especialmente, en aquellas cosas y personas que le satisfacen.
- No interpreta por qué una persona habla o actúa de cierto modo. Se limita a evaluar el hecho, de forma positiva o negativa, sin juzgar.
- Es capaz de asumir críticas, por si le sirven para mejorar algún aspecto, y de desestimar las opiniones que no le resultan útiles.
Supuestamente basado en la sabiduría de los
toltecas, en el best seller Los cuatro
acuerdos Miguel Ruiz dedica uno
de ellos al lema: “No te tomes nada personalmente”.
Según este autor mexicano, hacerlo es una muestra de egoísmo,
ya que parte de que todo gira a nuestro alrededor. En su opinión, además, esta
manera de abordar la conducta de los demás es totalmente infundada. En sus
propias palabras:
“Nada
de lo que los demás hacen es por ti. Lo hacen por ellos mismos. Todos vivimos
en nuestra propia mente; los demás están en un mundo completamente distinto de
aquel en que vive cada uno de nosotros (…) Incluso cuando una situación parece
muy personal, por ejemplo cuando alguien te insulta directamente, eso no tiene
nada que ver contigo. Lo que esa persona dice, lo que hace y las opiniones que
expresa responden a los acuerdos que ha establecido en su mente. Su punto de
vista surge de toda la programación que recibió durante su domesticación”.
Ruiz entiende por domesticación todos los prejuicios e
ideas preconcebidas que vamos acumulando a lo largo de la existencia.
Y lo peor que podemos hacer ante una persona que nos ofende —de forma objetiva
o no— es defender nuestras creencias, ya que con ello sólo lograremos aumentar
y prolongar el conflicto.
“Cuando
no tomarte nada personalmente se convierta en un hábito firme y sólido, te
evitarás muchos disgustos en la vida”, afirma Ruiz. “Tu rabia, tus celos y tu envidia
desaparecerán, y si no te tomas nada personalmente, incluso tu tristeza
desaparecerá (…) Alguien puede enviarte veneno emocional de forma intencionada,
pero si no te lo tomas personalmente, no te lo tragarás. Se vuelve más nocivo
para el que lo envía, pero no para ti”.
“La paz interior empieza cuando eliges no permitir
que otra persona o evento controle tus emociones”. Proverbio oriental
Al
final, el mundo será tal como se mire, ya que se puede fijar la atención en
un amplio espectro de realidades. Cada persona con la que se interacciona es un
conjunto de fortalezas y debilidades, es clara en unos aspectos y confusa en
otros, acierta o falla en diferentes cuestiones vitales.
Nuestra
relación con el mundo dependerá, por lo tanto, de lo que cada cual quiera ver
en el prójimo.
Nos podemos quedar con sus mejores virtudes o bien sentirnos heridos y
decepcionados por aquella parte de los demás que no cumple las expectativas.
Tal como afirma Wayne Dyer: “Si eres objetivo, descubrirás que lo que en realidad
te ofende es cómo consideras que deberían comportarse los demás. Sin embargo,
por sí mismo, el sentirse ofendido no altera los comportamientos desagradables
(…) Tu ego insiste en que tienes derecho a sentirte ofendido. Esos juicios derivan de una idea falsa de
que el mundo debería ser como tú eres y no como es”.
Si dejamos de dictar rígidamente lo que los demás
deberían sentir, pensar y hacer se pueden evitar muchos enfados y decepciones,
y liberar así una energía preciosa para construir relaciones saludables desde
la empatía, el humor y la serenidad.
La vida no es
siempre justa
“Parafraseando
algo que mi maestro Mordecai Kaplan
solía decir, esperar que el mundo te trate bien porque eres una persona honesta
es como esperar que el toro no te embista porque eres vegetariano. Me gusta
pensar en ello no como una pérdida de inocencia, sino como el principio de la
sabiduría, entender que puede que la vida no sea justa, pero nos ofrece toda clase de posibilidades y compensaciones.
Cuando
nos sucede algo malo, nos sentimos castigados por el destino. Podemos llegar a pensar que todo el mundo
ahí fuera es feliz y está sano, y que sólo nosotros sufrimos (…), pero nada más
lejos de la realidad”. Overcoming Life’s Disappointments, de Harold
Kushner.
NEUTRALIZAR
OFENSAS
Libros
‘Los
cuatro acuerdos’.
Miguel Ruiz. (Urano). Uno de los libros de autoayuda más
influyente de las últimas décadas, dedica uno de sus principios a comprender y neutralizar las ofensas que intoxican nuestro espacio mental.
‘La
llave de la buena vida’. Joan Garriga. (Destino). Obra del pionero en
psicoterapia gestalt y en constelaciones familiares en España, ayuda a desdramatizar
todo lo que sucede a nuestro alrededor, poniendo énfasis en ganar y perder con
igual naturalidad.
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