Habitualmente vivimos nuestro día a día de prisa,
sin prestar atención a lo que hay a nuestro alrededor. Hacemos cosas sin parar,
nos movemos de un lado a otro, nos relacionamos con gentes de todo tipo en la
esfera personal y profesional, pero no prestamos atención a lo que hay a nuestro lado… o, lo
que es peor, a lo que tenemos en nuestro interior, en el corazón! Nos
han enseñado así, en este mundo de locos en el que la cantidad es más
importante que la calidad, en todos los sentidos!
Quizás por esto no somos felices. Pues la
felicidad es algo que está en nuestro interior, esperando a que la descubramos
cuando vivimos lo que llega desde el exterior, en nuestra vida ordinaria. Solo cuando
estamos realmente atentos, se manifiesta la felicidad, esa emoción
que nos invita a sentir y a compartir lo que sentimos. Posiblemente lo hace
ante un lugar hermoso y mágico que nos conmueve por su luz, su aroma o su
sonido. O lo hace una mirada sincera y que clama compartirse a cambio de una
sonrisa. O un gesto silencioso que lo dice todo sin palabras. Eso es la
felicidad, algo momentáneo y fugaz, pero que provoca una emoción que nos inunda
el corazón…
Pero demasiadas veces nuestro entorno está formado
por gentes, escenarios, actitudes, momentos en los que resulta difícil que se
sienta y se exprese la felicidad. Son circunstancias pasajeras, pero que no
favorecen las emociones intensas, en un mundo en que el miedo en sus diferentes
manifestaciones como el odio, la desconfianza, el recelo y el temor, campea a
sus anchas y sin pudor. Y eso, día a día, nos va haciendo insensibles y bloquea
lo que sentimos en nuestro corazón. Y así, ya aceptamos sin cortapisas la
violencia gratuita, el deterioro del medio natural o la competitividad extrema
que nos hace ser desconfiados, huidizos e impermeables a lo que sucede
alrededor nuestro, en este mundo loco en que predomina la injusticia, le
desigualdad y el desequilibrio.
Tal vez por eso afirmo que deberíamos cuidar nuestro pequeño mundo,
en el que hay personas, situaciones cotidianas y lugares que son sagrados para
nosotros, pues estimulan las emociones y las intensas sensaciones, por tanto,
favorecen la felicidad. Esas personas que intentan ser ellas mismas, sintiendo
y luego comparten, sabiendo encontrar o crear momentos mágicos o que convierten
en mágica cualquier situación que viven. O esos momentos de tranquilidad con
uno mismo o con alguien especial, en que el silencio, una interesante
conversación o una buena lectura estimulan nuestros sentidos y emociones,
despertando el corazón. Cerca de cada uno de nosotros hay siempre escenarios
posibles y
adecuados para la felicidad. Solo necesitas despertar tu corazón y
dejarlo sentir y expresar lo que vive a cada instante, sin juzgarlo ni intentar
evitarlo. Verás que en eso y nada más consiste la felicidad que
siempre habías buscado en personas inexistentes e irreales, en lugares
paradisíacos o en momentos señalados como únicos e irrepetibles… cuando la felicidad no
necesita más que vivir lo que vivas a cada instante en el hoy, con amor!
Gràcies per compatir, Joan!
ResponElimina