Tengo
38 años. Soy abogada. Nací en Quebec
(Canadá) y vivo en Barcelona, aquí me enamoré y me casé. Tenemos 4 hijos (de 3 a 7 años). Me dedico a la
consultoría de empresas. Deberíamos volver a educar
y dejar de inculcar. Soy católica practicante, me convertí con 16 años
Un adulto pequeñito
La mente intuitiva es un regalo sagrado y la
mente racional es un fiel sirviente. Hemos
creado una sociedad que rinde honores al sirviente y ha olvidado el regalo, decía Einstein.
A lo que L'Ecuyer, en su ensayo Educar en el asombro (Plataforma), añade: "Matar la imaginación, el asombro y la creatividad
de un niño para inculcarle cuanto antes y contra su naturaleza una actitud
razonable es típico de una sociedad fría, cínica y calculadora. Hacemos a los
niños a nuestra medida. El niño es un adulto pequeñito". Esta abogada empezó a investigar temas relacionados con la
educación cuando nació su primer hijo, y su blog tiene más de siete mil visitas
al mes.
"¿Por qué no llueve hacia arriba?", me preguntó mi hijo.
Qué tierno.
En
realidad no buscaba una respuesta, es la manera que tienen los niños de
admirarse ante una realidad que es pero que podría no haber sido. El asombro es
el motor de la motivación del niño. Chesterton decía...
Un sabio.
...
"En cada niño todas las cosas del mundo son hechas
de nuevo y el universo se pone de nuevo a prueba". Un niño
ve por primera vez el cielo, y estrena el cielo. Crece maravillado por lo que
le rodea. Si te fijas, de camino al cole las madres tiran de los niños, sólo las
abuelas caminan junto a ellos.
Una observación de la
que aprender.
Los
niños se paran maravillados porque han visto algo que brilla en el suelo..., y
las madres dicen: "¡Deja esa porquería!".
¿Qué hacemos?, ¿llegar
tarde al cole?
Lo
que sea menos chafar su asombro. El asombro es el deseo de conocimiento, es no dar el
mundo por supuesto, por eso debemos educar en el asombro.
¿Y cómo se hace?
El
asombro requiere libertad interior. Según Tomás de Aquino, hay dos fases en el
conocimiento: la primera es el descubrimiento y la invención, y la segunda, la disciplina y
el aprendizaje. Hemos invertido el orden: en las escuelas se aprende
de fuera hacia dentro, no de dentro hacia fuera.
El afuera es invasivo.
Sufrimos
el síndrome de la sobreestimulación debido a unos cuantos experimentos con ratas:
pusieron unas ratas en una jaula oscura y otras en un laberinto con ruedas y
rampas. Las segundas resolvían mejor los problemas. Así llegaron a la
conclusión de que a más estímulos, más inteligencia.
Entre la carencia de
estímulos y el exceso debe haber el punto medio.
Hoy
los estudios relacionan la sobreestimulación con problemas de aprendizaje.
Estamos en la era de
las pantallas.
Estamos
creando niños saturados.
Inocentes series infantiles tienen una media de 7,5 cambios abruptos de imagen
por minuto. Cuando esos niños se enfrentan al ritmo de la vida real, todo les
impacienta y aburre. Existen estudios que relacionan horas de televisión en la
infancia con problemas de atención y trastorno del aprendizaje.
Hay que recuperar el
silencio.
Las
pantallas estridentes turban el único aprendizaje sostenible del niño: descubrir el
mundo por sí mismo y a su ritmo. Einstein decía que la formula del éxito era el trabajo, más el juego, más el
silencio. Nunca habíamos tenido tanta información y nunca habíamos
aprendido tan poco.
Es una preocupación
mundial.
El
premio Nobel Herbert Simon decía que
la
información consume atención de quien la recibe. En consecuencia,
una gran cantidad de información crea un empobrecimiento de la atención.
La multitarea es hoy
habitual en niños.
Y
ya sabemos que dividir la atención la merma. El niño sobreestimulado se
convierte en un adolescente que lo ha visto y lo ha tenido todo, tiene el deseo
bloqueado.
El sistema educativo
tampoco ayuda.
Todos
nacemos originales y morimos copias, decía Carl
Jung. En
lugar de sacar lo mejor de cada uno, el sistema educativo inculca. Y
se amolda al supuesto "nuevo ritmo infantil" a base de pantallas. Sin
embargo, los altos directivos de empresas tecnológicas de Silicon Valley mandan
a sus hijos a un colegio de élite que hace bandera de no utilizar tecnología en
las aulas.
¿Un nuevo esnobismo
californiano?
Su
argumento es que el ordenador impide el pensamiento crítico, y que ya tendrán
tiempo de aprender y de gestionar esa herramienta. Hay que evitar que vean la vida como una
pantalla en la que suceden cosas, procurar que descubran el sentido a través de
la vida real, y respetar su ritmo.
Es lento.
Sí,
desde nuestro punto de vista son como caracoles, y sin embargo ellos tienen la
clave de la felicidad: vivir con intensidad y asombro cada momento presente.
Eso es natural para los niños, no se lo robemos.
Será mi propósito para
el año nuevo.
Si
dejamos que vean y vivan cosas que no les corresponden, las etapas se aceleran.
La edad de la infancia es la edad del juego, de la imaginación; si no la pasan
de pequeños, serán adultos inmaduros.
El consumo, sus
mensajes los atrapan.
El
consumismo es la forma más letal y directa de matar el asombro de un niño. Cuando
saturamos sus sentidos con todo lo que quiere no le dejamos desear las cosas,
y así el niño empieza a dar el mundo por supuesto.
... A pensar que todo
le es debido.
Sí,
que las
cosas, o peor, que las personas tienen que comportarse como él quiere, y sus
caprichos se convierten en órdenes, y aparecen las pataletas y los
enfados a consecuencia de la frustración que le provoca que la realidad no se
amolde a lo que desea.
Eso da mucha pena.
Educar en
el asombro es educar al niño en el agradecimiento por la vida, por la belleza y
el misterio que le rodea.
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