El autor de uno de los libros más traducidos,
leídos y atesorados por varias generaciones, “El Principito”, nació en Lyón
(Francia) con el inicio del siglo XX y en el seno de una familia acomodada. Aun
su gran inclinación por las artes, fue un estudiante discreto y tampoco pudo
graduarse en la escuela naval, por lo que decidió convertirse en piloto durante
su periodo en el servicio militar.
De las experiencias en el aire y en tierras
distintas, en las que transportaba el correo hasta África o Latinoamérica,
surgieron novelas como “Correo del sur” y la exitosa “Vuelo
nocturno”; en sus viajes a Argentina, también conocería a su esposa,
Consuelo. La quiebra de la compañía de vuelo lo redirigió hacia la escritura y
el periodismo, aunque en este tiempo no dejó de intentar conseguir récords
volando, con accidentes incluidos, como los del desierto egipcio y Guatemala.
De estos trances, tomó inspiración para “Tierra de hombres” o “El Principito”.
Volar, tras ser movilizado para la II Guerra
Mundial para labores de reconocimiento, le costaría la vida, por desgracia. En
años de guerra y como miembro de la resistencia francesa (se exilió por un
tiempo a Nueva York), realizaba una misión por Cerdeña y Córcega cuando fue
derribado. Su avión y su rastro no se recuperaron hasta 60 años más tarde,
conformando uno de los misterios de desaparición más seguidos del pasado siglo.
Saint-Exupéry ganó algunos de los premios
literarios más importantes y es en especial conocido por “El
Principito”, un libro en apariencia dirigido a niños, pero que
ahonda en temas universales como el sentido de la vida, la pérdida y el amor.
Su obra, en conjunto, rezuma humanismo y humanidad, como podemos leer en estos
fragmentos:
- Amar no es mirarse el uno al otro; es mirar juntos en la misma dirección.
- El amor es lo único que crece cuando se reparte.
- No era más que un zorro semejante a cien mil otros. Pero yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo.
- Solo se ve bien con el corazón; lo esencial es invisible para los ojos.
- Si al franquear una montaña en la dirección de una estrella, el viajero se deja absorber demasiado por los problemas de la escalada, se arriesga a olvidar cuál es la estrella que lo guía.
- Me pregunto si las estrellas se iluminan con el fin de que algún día cada uno pueda encontrar la suya.
- Si queremos un mundo de paz y de justicia hay que poner decididamente la inteligencia al servicio del amor.
- Si quieres comprender la palabra felicidad, tienes que entenderla como recompensa y no como fin.
- Los niños han de tener mucha tolerancia con los adultos.
- El fracaso fortifica a los fuertes.
- Caminando en línea recta no puede uno llegar muy lejos.
- Es mucho más difícil juzgarse uno mismo que juzgar a los demás. Si logras juzgarte correctamente serás un verdadero sabio.
- Un aventurero de la vida en el sentido más positivo a quien siempre es un placer recordar.
Álex Rovira
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