En ciertos momentos me hago esta pregunta. Me
ayuda a entender los momentos complicados o difíciles de mi día a día. Muchas
veces tengo la sensación de que, de vez en cuando, las circunstancias se
confabulan para dejar en evidencia una situación que hay que aprender a
gestionar o a subsanar. Y, antes de pensar que esa presunta conspiración
cósmica pretende traernos la desgracia y la infelicidad, quiero pensar que la vida lo
hace para que despertemos a la realidad y para que, haciéndolo, sanemos algo
que nos duele en nuestro interior, quizás desde hace tiempo. Así,
momento a momento, la vida persistente y cabezota nos pone a prueba y nos
obliga, de algún modo, a ir dando pasos en nuestro desarrollo personal y
crecimiento, alejándonos de la complacencia y de la confortabilidad que detiene
nuestro avance…
La mayoría de las veces desoímos estas señales que
la vida nos manda de tanto en tanto, distraídos como estamos en nuestro ruidoso
mundo y en una vida cotidiana comandada por el Ego, que no quiere otra cosa que
nos adaptemos a él y le cedamos nuestro control. Y, aunque es verdad que
adaptarnos al mundo no es siempre algo bueno o malo en sí -aunque demasiadas
veces nos aleja de nosotros mismos y, por tanto, de la felicidad, que nunca
puede hallarse fuera de nosotros- esa falta de atención a la vida esencial que
nos reclama desde dentro es algo mal aprendido y, según como, peligroso. Eso nos priva
de crecer como personas, a través de la realidad contundente y sus
circunstancias, cuyo fin es prepararnos para la felicidad del aquí y ahora.
Simplemente porque solo en el aquí y ahora está la felicidad,
siempre y cuando vivamos alineando nuestros pensamientos, sentimientos y
acciones en el presente y desde nuestro interior, desde el corazón. Lo
contrario no nos procura más que sufrimiento, basado en el pasado que no se
repetirá y que no tiene remedio y/o basándonos en las expectativas de un futuro
que no sabemos siquiera si algún día llegará…
Cada vez que dejamos de vivir el aquí y ahora que
la vida nos regala, estamos dejando de andar nuestro camino hacia nosotros
mismos y la siempre posible felicidad, en él! Cada vez que nuestra mente nos hace divagar
por el pasado o el futuro, estamos perdiendo la oportunidad de vivir el hoy.
Y cada vez que evitamos el hoy y la realidad que le circunda, estamos
desperdiciando una oportunidad de aprender a gestionar situaciones que, aunque
nos incomoden y/o nos duelan, llegan para prepararnos para la felicidad. Todos
tenemos heridas mal curadas -que podemos intentar obviar u olvidar- pero que
tarde o temprano salen a flote en los momentos más imprevistos, tal vez cuando
abrimos el corazón y sale de él el dolor acumulado en nuestra historia mal
vivida. Tal
vez sea esa la razón más convincente para entender para qué sirve el amor.
Él nos obliga a abrir el corazón, lo que provoca que salga ese dolor enquistado
dentro y que, demasiadas veces, condiciona nuestra vida, nuestra libertad y,
como consecuencia, nuestra felicidad.
¿Podríamos, entonces, vivir sin amor?
La vida es amor, no hay más. Porque el amor es lo que nos permite relacionarnos
con el mundo y usar sus diversas circunstancias para aprender a vivir y, de
paso, sacar ese dolor que todos tenemos dentro, provocado por situaciones tal
vez históricas -e inconscientes- que afloran de vez en cuando, haciéndonos
sentir mal o, simplemente, privándonos de la felicidad que todos anhelamos y
merecemos. Vaciar
para volver a llenar, la vida no es más que eso. Y el amor -en su
versión amor o desamor- nos permite despertarnos para poder acoger la
felicidad, desde el corazón abierto. Como suelo afirmar, en el corazón no caben
amor y dolor! Y eso es lo que la vida exige de nosotros a cada momento y con
cada señal: que
seamos valientes para optar por el amor, esa luz que llega después
de la oscuridad -el miedo- que debemos atravesar para llegar a él.
Gràcies per compartir, Joan! :)
ResponEliminaDe res!, a tu per publicar... Tenim un cafetó pendent!....
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