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dissabte, 15 de novembre del 2014

¿QUÉ ESPERA DE MÍ LA VIDA, HOY?. Miguel Benavent de B.

En ciertos momentos me hago esta pregunta. Me ayuda a entender los momentos complicados o difíciles de mi día a día. Muchas veces tengo la sensación de que, de vez en cuando, las circunstancias se confabulan para dejar en evidencia una situación que hay que aprender a gestionar o a subsanar. Y, antes de pensar que esa presunta conspiración cósmica pretende traernos la desgracia y la infelicidad, quiero pensar que la vida lo hace para que despertemos a la realidad y para que, haciéndolo, sanemos algo que nos duele en nuestro interior, quizás desde hace tiempo. Así, momento a momento, la vida persistente y cabezota nos pone a prueba y nos obliga, de algún modo, a ir dando pasos en nuestro desarrollo personal y crecimiento, alejándonos de la complacencia y de la confortabilidad que detiene nuestro avance…

La mayoría de las veces desoímos estas señales que la vida nos manda de tanto en tanto, distraídos como estamos en nuestro ruidoso mundo y en una vida cotidiana comandada por el Ego, que no quiere otra cosa que nos adaptemos a él y le cedamos nuestro control. Y, aunque es verdad que adaptarnos al mundo no es siempre algo bueno o malo en sí -aunque demasiadas veces nos aleja de nosotros mismos y, por tanto, de la felicidad, que nunca puede hallarse fuera de nosotros- esa falta de atención a la vida esencial que nos reclama desde dentro es algo mal aprendido y, según como, peligroso. Eso nos priva de crecer como personas, a través de la realidad contundente y sus circunstancias, cuyo fin es prepararnos para la felicidad del aquí y ahora. Simplemente porque solo en el aquí y ahora está la felicidad, siempre y cuando vivamos alineando nuestros pensamientos, sentimientos y acciones en el presente y desde nuestro interior, desde el corazón. Lo contrario no nos procura más que sufrimiento, basado en el pasado que no se repetirá y que no tiene remedio y/o basándonos en las expectativas de un futuro que no sabemos siquiera si algún día llegará…

Cada vez que dejamos de vivir el aquí y ahora que la vida nos regala, estamos dejando de andar nuestro camino hacia nosotros mismos y la siempre posible felicidad, en él! Cada vez que nuestra mente nos hace divagar por el pasado o el futuro, estamos perdiendo la oportunidad de vivir el hoy. Y cada vez que evitamos el hoy y la realidad que le circunda, estamos desperdiciando una oportunidad de aprender a gestionar situaciones que, aunque nos incomoden y/o nos duelan, llegan para prepararnos para la felicidad. Todos tenemos heridas mal curadas -que podemos intentar obviar u olvidar- pero que tarde o temprano salen a flote en los momentos más imprevistos, tal vez cuando abrimos el corazón y sale de él el dolor acumulado en nuestra historia mal vivida. Tal vez sea esa la razón más convincente para entender para qué sirve el amor. Él nos obliga a abrir el corazón, lo que provoca que salga ese dolor enquistado dentro y que, demasiadas veces, condiciona nuestra vida, nuestra libertad y, como consecuencia, nuestra felicidad.


¿Podríamos, entonces, vivir sin amor? La vida es amor, no hay más. Porque el amor es lo que nos permite relacionarnos con el mundo y usar sus diversas circunstancias para aprender a vivir y, de paso, sacar ese dolor que todos tenemos dentro, provocado por situaciones tal vez históricas -e inconscientes- que afloran de vez en cuando, haciéndonos sentir mal o, simplemente, privándonos de la felicidad que todos anhelamos y merecemos. Vaciar para volver a llenar, la vida no es más que eso. Y el amor -en su
versión amor o desamor- nos permite despertarnos para poder acoger la felicidad, desde el corazón abierto. Como suelo afirmar, en el corazón no caben amor y dolor! Y eso es lo que la vida exige de nosotros a cada momento y con cada señal: que seamos valientes para optar por el amor, esa luz que llega después de la oscuridad -el miedo- que debemos atravesar para llegar a él.

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