Ser bueno es ser humano. Y no, no hacen falta
cualidades extraordinarias ni capacidades portentosas para llegar a ser una
buena persona. La
bondad viene de «fabrica» y acaso solo se estropea con el uso, o el abuso de
ella.
Todos, sin excepción, tenemos en nuestras manos la
posibilidad cierta de ser buena gente y de hacer el bien. Por tanto, que nadie
se excuse con no sé qué peregrino argumento ni se disculpe con una coartada. La
bondad está siempre ahí, a disposición del que pretenda aplicarla. Quien no la
use será porque no quiera.
Y si bien ya digo que no hacen falta virtudes
excepcionales, quizá si pueda conceder que para ser bueno hay que tener CORAZÓN. Y que es
cierto que corazón tenemos todos, pero yo me refiero a un tipo de corazón muy
concreto, lo suficientemente fuerte como para no perder la fe en los demás, a
pesar de las mil razones que los demás nos dan para perder toda nuestra fe en
ellos. Un corazón casi de acero.
Ojalá que nadie se cansara de ser bueno, y que,
por supuesto, ser bueno no se confundiera nunca con ser tonto, porque nada más
lejos de la realidad, ya que en la bondad se encierra la sabiduría.
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