-¡Perdón!
Él contestó:
-Disculpe, por
favor..., no la vi.
Fuimos muy educados, nos despedimos, seguimos
nuestro camino. Más tarde, cuando estaba en casa cocinando, estaba mi hijo muy
pegado a mí. Al girarme, casi le doy un golpe...
-¡Quítate de
ahí! ¡A ver si no molestas! -le grité.
Él se retiró, compungido, sin que yo notara lo
duró que le había hablado.
Por la noche, al analizar mi día, me di cuenta de
que había
tratado con respeto y cuidado al extraño y que había maltratado al niño que
amo.
Emociones, las razones que la razon ignora.
Mercè Conangle, Jaume Soler i Laia Soler Conangla.
Ediciones Obelisco
Una gran verdad. Tenemos que tener más en cuenta estos actos.
ResponEliminaSi, tens molta raó, gràcies Dolors!
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