lo que debías hacer, y empezaste,
aunque las voces a tu alrededor
continuaban gritando
sus malos consejos
a pesar de que toda la casa
empezara a temblar
y sintieras el viejo tirón
en tus tobillos.
“¡Arregla mi vida!”
cada voz gritaba.
Pero no te detuviste.
Sabías lo que debías hacer,
a pesar de que el viento levantó
con sus dedos rígidos
los cimientos mismos,
a pesar de que su melancolía
era terrible.
Era lo suficientemente
tarde, y una noche salvaje,
y el camino lleno de ramas
caídas y de piedras.
Pero poco a poco,
mientras dejabas atrás sus voces,
las estrellas comenzaron a arder
entre las capas de nubes,
y hubo una nueva voz
que lentamente
reconociste como propia,
que te acompañó
mientras te adentrabas más y más
en el mundo,
decidida a hacer
la única cosa que podías hacer–
decidida a salvar
la única vida que podías salvar.
Mary Oliver
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