Tengo 57 años. Nací y vivo en Buenos Aires. Mi primer matrimonio
duró 10 aós y de él nació Iván. Después viví 10
años solo y desde hace 12 vivo en pareja. Durante 26 años fui periodista
pero estudiés Gestalt y salté a la psicología. Soy
un escéptico político. Creo que debe de haber algo más grande a la
dimensión humana.
Tibiezas
Le gusta poner la oreja en conversaciones ajenas. “Siéntese en un
café v escuche, comprobará que la mayoría de las conversaciones tratan sobre
el malestar amoroso, pero de eso vive el mercado: cine, literatura....”
Según este terapeuta, el paradigma de amor que nos rige es un error: “Los príncipes
azules y las princesas rosas destiñen a la primera tormenta, por eso hay que
preguntarse para qué queremos amar a otro, ya que la pareja no es un fin en sí
misma, es un medio. Vivir de acuerdo con eso implica valentía y dedicación
para perseverar o para quedarnos solos. Pero nos inventamos mil excusas
para no
abandonar el vínculo, y la
primera y más peligrosa son los hijos, que acaban conviviendo con nuestra frustración,
v así, perpetuamos ese sentir tibio”.
—El amor no
existe.
—No me diga eso...
—Eso de que hay
una gran nube que se llama amor y que si uno logra pasar por ahí abajo será
tocado por una influencia mágica que le cambiará la vida me parece...
—¿Una estupidez?
—¡Sí!, como decir
que el amor se crea a partir de las similitudes, encontrando el alma gemela. Se crea
trabajando las diferencias que existen entre dos personas que se
eligen para formar una pareja fecunda y trascendente.
—Suena a clase de filosofía...
—El paradigma amoroso que
hemos creado ayudados por el cine, la literatura y las creencias sociales, esa idea
de que todos estamos destinados a vivir un gran amor, ha causado mucho sufrimiento;
hasta el punto de que hay gente convencida de que ha amado muchísimo porque ha
sufrido mucho.
—Lo del sufrimiento por amor es un clásico.
—Hay que cambiar
ese paradigma. Hay que empezar por entender que la construcción amorosa es un trabajo.
—¡Y dale con el trabajo...!
—Creemos que el
trabajo es sudor y sufrimiento; ocho horas en una jaula con luz eléctrica, sin
fumar y deseando largarte. La idea de trabajo está disociada de la idea de
creación, de gozo. Amar es construir desde ahí.
—¿Pero qué quiere construir?, ¿por qué?, ¿para qué...?
—A ver, antes
quiero aclararle una cosa: yo no creo que sea obligatorio tener una pareja.
Pero hay que entender que estar en pareja no es un fin en sí mismo. Si decides
estar con alguien, mejor trabajar para conseguir darle sentido y contenido a
esa relación.
—Pero dos personas empiezan a ser pareja porque se han enamorado, no
porque se amen.
—Sí, y quizá
demasiado rápido, porque el enamoramiento es desconocimiento del otro,
atracción e ilusión, y no siempre acaba en amor. El amor es conocimiento y aceptación del
otro y requiere tiempo y ganas.
—De acuerdo, ¿por dónde empezamos?
—Hay diferencias
que son complementarias, otras que pueden ser elaboradas juntos mirando y
escuchándose (todas esas cosas que se van olvidando en la convivencia). Y luego
hay diferencias que son insalvables y que hay que tener en cuenta, porque no se
le puede echar la culpa al otro de que no sea quien nos gustaría que fuera.
—Todo parece reducirse a lo que ya nos aconsejaba la abuela:
comprensión, paciencia...
—¿Comprender qué?,
¿para qué?, ¿tener paciencia esperando qué cosa...?
—Parece yo.
—¿Qué es respetar
al otro...? Todos decimos que respetamos al otro y no es verdad. Decimos que
somos responsables hasta que tenemos, por narices, que hacernos cargo de
nuestras elecciones y de nuestros actos, entonces transformamos la
responsabilidad en culpa. Vivimos amores irresponsables.
—¿En qué sentido?
—Esperamos que el otro
nos haga felices, se dé cuenta de nuestros problemas, de lo que llevamos
dentro... El amor no nos convierte en clarividentes, hay que decir las cosas. Yo creo que
para estar con otro, uno ha de aprender antes a estar solo. Yo tengo
que saber qué quiero y cómo lo quiero para poder transmitirlo. No puedo
delegarle al otro la responsabilidad de que sepa lo que yo no sé.
—¿Y si no sabes lo que quieres?
—Aproxímese, haga
una lista muy clara de lo que no quiere y al lado ponga los opuestos, esa es la
lista de lo que quiere. Yo trabajo con parejas y su frase más común es: «Tú ya no eres el que eras». En realidad
lo que le está reprochando es que ya no responda a la imagen que tenía de él o
de ella.
—Me da la impresión de que todo depende de la calidad y la madurez de
cada uno.
—¿Y qué es la
madurez...? Acumular experiencia en el conocimiento de uno mismo, lo que
incluye aceptar los propios aspectos miserables. Pero nuestra sociedad practica
el «más vale mal acompañado que solo».
—Deme un punto de partida...
—Dos personas que
aspiran a estar juntas deberían preguntarse: «¿Para
qué quiero estar con el otro?»... No por qué, sino para qué,
porque pedir pasión, comprensión y amor es pedir un abstracto. Si vamos
preguntándonos sucesivos para qués, llegamos a una respuesta que no admite otro
para qué.
—¿Por ejemplo?
—Para profundizar
en la vida a través del amor. Luego viene la otra pregunta: «¿Cómo propongo que sea nuestra relación de manera que
ese para qué sea posible?». Pero si no hay un para qué en común,
olvídate del cómo, del qué necesito del otro, y del qué le ofrezco al otro;
preguntas inevitables si quieres construir una relación con otro. Del mismo
modo, si no hay combustible emocional, no tiene sentido plantearse la pregunta.
—El combustible se queda por el camino.
—Yo creo que las
parejas tienen un momento de estar juntos con mucho amor, cumplen alguna
llamémosle misión, traer un hijo al mundo por ejemplo, y luego se termina. Separarse
cuando ya no hay un camino para seguir juntos es una forma amorosa de liberar
al otro y liberarse a uno mismo. Pero mucha gente elige vivir la pareja como
una condena.
—Honestidad mientras dure.
—El amor es un acceso al
otro y el permiso a ser accedido por otro, algo muy creativo que merece la pena
recorrer con sentido. Si naciéramos solos en islas desiertas, no
tendríamos nombre. El otro nos da identidad.
—¿Cuál es el peor enemigo del amor?
—El piloto automático.
Dar al otro por sabido, por oído y por sentido. El fuego, la pasión, puede
acabar, pero el calor de las brasas es el más acogedor.
Lo que más me ha gustado de las palabras de este terapeuta es que su descripción del amor entre hombre y mujer que se basa en acceder al otro y ser accesible al otro en general, y esto es muy cierto porque dos personas que viven juntas al principio están muy enamoradas porque se prendan fuertemente de la ilusión que el ego de uno proyecta de sí mismo inconscientemente mediante una imagen falsa de sí mismo con el objeto de ser poseedor del otro. Pero esta proyección no se puede mantener en el tiempo y entonces acaba y con esa falsa imagen acaba la ilusión, el enamoramiento y la ficción. Es cierto que ambos se han amado apasionadamente y habrán engendrado otro ser humano, fruto de ese amor superficial, pero la vida se encarga de quitar la máscara a los dos y entonces se produce el drama consecuente por falta de
ResponEliminasinceridad, de autenticidad interior y obviamente la explosión del sufrimiento es el resultado inevitable. Si tanto la mujer como el hombre no son responsables de sus actos, habrá un duro conflicto en el que resultarán muy heridos emocionalmente. Finalmente, la fractura será inminente acompañada del consabido resentimiento y el reproche mutuo, causándose gran dolor mental. Por lo tanto, y como dice este terapeuta, lo más sensato es liberarse uno a otro de continuar juntos como acto verdadero de amor y de reconocimiento recíproco de que hemos sido responsables los dos al cincuenta por ciento. La actitud contraria sólo denota mala voluntad y falta de inteligencia emocional.
Interesante artículo.
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