Quinto artículo de serie "cafés con Max" que Ferran escribe para la revista "Mente Sana". Web de Ferran Ramon-Cortés.
Andrea se retrasaba. Era la primera vez que iba a casa de Max, y no le estaba resultando fácil encontrar el camino. Max la había invitado a raíz de una conversación que habían mantenido por teléfono, y que según él, “merecía continuarse con un buen café”.
Cuando por fin consiguió llegar, Max ya había saboreado su primera taza. Consciente de que el tiempo se les tiraba encima, Andrea abordó de forma directa su problema:
- Max, como ya te dije, mi compañero siempre pierde los papeles. Me levanta la voz y me responde airadamente. Y por más que le llame la atención cuando lo hace, no parece que esté cambiando lo más mínimo...
- ¿Ha ido alguna vez más allá de estas respuestas airadas?
- No, en absoluto. Ni jamás sería capaz de hacerlo. En el fondo es de buenísima pasta, te lo aseguro.
Max, que desde la primera conversación telefónica había tenido tiempo para reflexionar sobre el tema, le dijo a Andrea:
- ¿Tienes una moneda?
- ¿Te vale una cualquiera?
- Si, no importa qué moneda sea.
Andrea, entre divertida e intrigada, buscó en su monedero. Encontró una moneda de un euro. Se la mostró a Max, quien le dijo:
- Obsérvala con detenimiento. ¿Qué ves?.
- La figura del rey en la cara...
Andrea dio la vuelta con naturalidad a la moneda para añadir:
-... y el mapa de Europa en la cruz.
- ¿Has visto alguna vez una moneda con dos caras?
- No, nunca.
- ¿Y con dos cruces?
- No Max, tampoco la he visto. Estoy convencida que toda moneda tiene cara y tiene cruz.
- Como nuestros rasgos personales, que todos tiene cara, y todos tienen cruz.
Andrea, con la moneda aún en la mano, miraba a Max sin entender nada. Viendo su expresión de desconcierto, Max se apresuró a darle su explicación:
- Andrea, toda virtud conlleva emparejado su defecto, como todo defecto lleva emparejada su virtud. Virtudes y defectos son dos caras de la misma moneda. Son indisociables, y siempre se esconde uno en el reverso del otro. Tu compañero tiene un defecto: pierde los papeles, pero este defecto esconde necesariamente una virtud que sin duda puedes descubrir...
Andrea, tras pensarlo un buen rato, le dijo:
- Puede ser su sensibilidad? Mi compañero es especialmente bueno captando cosas que a mí a menudo se me escapan...
- Puede ser sin duda. Y ahora que la has identificado, piensa lo siguiente: cuando le recuerdas a tu compañero que siempre pierde los papeles, estás focalizándote en la cruz de la moneda. Renuncias a verlo en su globalidad, sólo ves su parte negativa, y con ello estás magnificando su defecto. Si por contra eres capaz de reforzarle su virtud –comunicándole que captas y valoras su sensibilidad- te estás focalizando en la cara de la moneda, la estás haciendo crecer, y conseguirás que sea la cara que muestre de forma natural.
Andrea no acababa de verlo claro, así que le dijo a Max:
- Max, entiendo que tengo que esforzarme por ver siempre las dos caras, pero tu mismo planteas que siempre hay las dos. Siguiendo tu razonamiento, la tendencia a perder los papeles de mi compañero siempre estará ahí...
- Sin duda, ahí estará. Pero bien pocas veces la mostrará. Verás, Andrea, perder los papeles es una reacción. Y sólo reaccionamos cuando nos sentimos vulnerables, inseguros o atacados. Mostramos nuestras mejores virtudes cuando nos sentimos seguros, y nuestras mayores debilidades cuando no tenemos seguridad. Un acto como perder los papeles es sin duda una manifestación de vulnerabilidad. Cuando a alguien le reforzamos las virtudes, le damos seguridad. Y en la seguridad, raramente los defectos salen a la luz...
- No lo conseguiré en dos días, supongo.
- Supones bien. Pero estarás contribuyendo a su crecimiento, mientras que cada vez que le recuerdes que siempre pierde los papeles, harás que él mismo se deteste a sí mismo, y que pierda un poquito más de su ya escasa seguridad.
Andrea lo tenía claro. Y en cualquier caso estaba absolutamente decidida a probarlo. Y no sólo con su compañero, sino con todos aquellos que tenía cerca. Reconocía que con muchos de ellos estaba instalada en la miopía de ver sólo la cruz, y después de las explicaciones de Max, le parecía incluso injusto.
Apuró su café y se despidieron. Andrea se propuso memorizar el camino para poder ser puntual en su próxima visita.
Pasaron algunas semanas, y Max recibió un sobre. Dentro había una curiosa moneda de un país que no pudo identificar. Una moneda con una extraña peculiaridad: ¡tenía dos caras!. La acompañaba una nota de Andrea que decía: Se atribuye esta rareza a un error en la acuñación. La he encontrado navegando por Internet... ¡Lo siento, viejo amigo, tu teoría se viene por los suelos!.
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