Tengo 36 años. Madrileño.
No llegué a la universidad. Soy autodidacta.
Soltero. Apuesto por la autosuficiencia, no me creo
ningún discurso. No dejo que calen en mí las ideologías. Creo en mí y en lo que yo puedo conseguir.
Consumimos cantidad de información.
Provengo de una familia muy humilde, un padre
ultracomunista y una madre monja hasta los 35 años. Ambos pobres, hijos de la
guerra.
¿Qué le inculcaron?
La posibilidad de creer en mí mismo y que todo se
consigue a base de esfuerzo.
¿Por qué no estudió?
No era buen estudiante, era un hiperactivo. A los
15 años trabajaba de electricista en la construcción con mi padre. A los 18
decidí sacarme el COU trabajando de noche como electricista en el metro.
¿Y luego?
Vendí enciclopedias durante cinco años. Una de las
experiencias formativas importantes de mi vida: he podido meterme en el salón
de su casa y entrevistar diariamente a entre quince y veinte personas.
¿Y de ahí?
Ni mis tres hermanos ni yo teníamos trabajo y
decidí montar un negocio, una tienda de moda de jóvenes diseñadores y galería
de exposiciones en Malasaña, y al lado un bar.
En el Soho de Madrid.
Sí, ahí residen todos los artistas. Al cabo de
seis años, con la crisis, el negocio del diseño de moda fue el primero en caer.
El bar decidí dejarlo, no me gustaba la noche.
¿Por qué?
Es peligrosa, mucho alcohol, te puede llevar por
el mal camino. Decidí apostar por la hostelería. Monté un restaurante japonés.
¿Bien?
Me
duró dos años y me arruiné totalmente, pero fue el mayor aprendizaje de mi
vida.
¿Fracasar?
Sí, ser un fracasado. Tener que volver a mi
habitación de la infancia, en casa de mis padres, soportar la condescendencia
de mi entorno. Aprendí
a reconstruirme, a asumir esa visión social de que todo lo que había
emprendido había acabado mal.
¿También se quedó sin ideas?
Sí, porque el peso social es muy grande, y en ese
momento, cuando fracasas y te arruinas, y tienes que empezar de cero, corres el
riesgo de quedarte por el camino. Es durísimo.
¿Cómo lo afrontó?
Tienes que aprender a autogestionarte a nivel emocional.
Me tragué mucha psicología que me ayudó a gestionar la culpa. No tenía dinero
para un psicólogo, descargué cientos de libros y me enfrenté a la situación.
¿Qué idea le fue de más ayuda?
Cómo
nuestro entorno nos determina a creer quiénes somos. Tienes que elegir tú quién
quieres ser. ¿Y cómo te conviertes en esa persona que quieres ser? Actuando
como se comportaría esa persona.
Eso no es nada sencillo.
No,
porque todo te mediatiza, desde tus padres hasta los estudios que tienes o
que no tienes y la clase social a la que perteneces.
Entiendo.
“¡Cómo vas a ser empresario sin una carrera
universitaria!”. Pues estudias, te informas; no es tan difícil, pero hay que
saltarse los determinismos que nos limitan. Persigue tu sueño, hazlo, camina.
¿Cuánto duró esa etapa?
Dos años, y en plena crisis. El sentimiento de que
todo está muy mal y que hay mucha gente como tú, viviendo en casa de sus
padres, te lo has de sacudir de encima, porque la tentación es decirte que no
es el momento de montar nada. No se puede vivir sin futuro.
Mirando.
Es un mal sentimiento alrededor y siendo
consciente de que en el momento actual hay mucha gente que no tiene la
posibilidad de un trabajo y que necesita ser autosuficiente (el fenómeno
maker), luché por crear el Mercado Central de Diseño, un espacio en el que se
citan mensualmente cientos de diseñadores del ámbito de la moda, la joyería,
objetos, muebles...
¿Jóvenes precarios?
Sí,
pero con mucha ilusión. He suprimido los intermediarios y he recuperado
el trato humano entre el diseñador y el público, lo que le permite entender el
alma de la pieza.
¿Con qué dificultades ha topado?
Las mayores han sido institucionales. Ni fomentan
ni estimulan la creación de proyectos, sólo lo aparentan.
¿Y las ayudas, las subvenciones?
Creo que difícilmente los proyectos subvencionados
llegan a ser rentables. Se ha vivido mucho de las ayudas, que a largo plazo nos
convierten en poco competentes.
¿Cuál debería ser el papel de las instituciones?
Si presentas un proyecto cultural viable que está
dando oportunidades a muchos jóvenes, deberían agilizar los trámites y darte
acceso a los espacios públicos, que parecen privados, como si les
pertenecieran.
¿Qué ha aprendido?
Que
sólo generarás recursos si crees en ti. La barrera fundamental son los
determinismos, lo que creemos que podemos y no podemos hacer. Siempre
puedes reinventarte, reciclarte, has de invertir esfuerzo. Desterrar el “yo soy” y el “me dedico
a...”, crearte un universo nuevo alrededor. Los cambios implican
muchísimo trabajo, pero se puede. ¿Quién me iba a decir a mí cuando estaba en
la obra que crearía un mercado de diseño?
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