La mensajería instantánea ha entrado
en la pareja, WhatsApp e incluso Facebook y Twitter condicionan, mediante el
móvil, las relaciones amorosas. Para bien, pero también para mal
En la actualidad se puede mantener una relación
con la pareja prácticamente en cualquier momento o lugar (basta que haya
cobertura de internet y un móvil) y al margen de presencia física. Un gran avance, pero, al mismo tiempo,
un gran problema. “No hace las cosas más fáciles. Al contrario, lo hace
todo más difícil”, reconoce Mark, de 29 años. Hace poco más de un
año, el periodista televisivo italiano Enrico
Mentana enviaba el siguiente tuit la noche del 31 de diciembre: “Deseo a todos
un 2013 libre y feliz, en el que los jóvenes empiecen a luchar de verdad para
desbloquear un mercado laboral que niega sus derechos”. Su mujer le
contestó después de unos segundos, algo resentida. “Bonitas palabras, lástima que sean sólo
palabras. Porque has dejado tu mujer y tus hijos en el pueblo para salir a
divertirte con tus amigos VIP”. La crisis matrimonial, al
descubierto en internet. O también se puede recordar el caso de aquel hombre de
33 años, del sur de Francia que fue capaz de enviar a su novia 21.000 mensajes
de texto en diez meses (ella acabó denunciándole y él a la cárcel por acoso).
“No
hemos domesticado totalmente todos estos canales de comunicación. Es como un
animal que nos puede todavía morder o atacar”, admite Francesc Núñez, sociólogo de la UOC y
experto en análisis de las redes. “Las parejas no se han dado cuenta del papel creciente y
central que estas plataformas tienen en su vida del día a día y en su vida
amorosa. La mensajería instantánea reformula las perspectivas que se tienen
sobre el otro, crea nuevas expectativas, esperanzas y deseos, borra los
antiguos y se sobrepone a algunos de ellos, modificando la manera en qué se forja la relación”,
explica. Si es verdad, como escribía Aldous
Huxley, que “el
mundo lo cambian las tecnologías, no las ideologías” ¿cómo ha
cambiado el amor en la era del WhatsApp?
Esta aplicación ha dado lugar a muchas polémicas.
Su función del doble check, es decir la aparición de la doble pestaña después
del envío de un texto, ha sido objeto de una infinidad de problemas. Primero,
se creyó erróneamente que el aviso indicaba que el otro había leído el mensaje
(en realidad sólo lo había recibido). Para echar más leña al fuego, WhatsApp introdujo recientemente la
función de la doble pestaña azul con la hora efectiva de lectura del mensaje.
Pero tuvo que dar marcha atrás al anunciar a los pocos días que habrá la
posibilidad de desactivar esta función. En resumen, se ha generado una gran
debate sobre la protección de la intimidad y el control de la pareja. Paco Caballero es director de cine.
Rodó un corto titulado Doble check
en el que ironizaba precisamente sobre esta función del WhatsApp y reflexionaba sobre el peso que tiene en la vida de
pareja. “A la
luz de lo que está ocurriendo, me quedé corto. Creo que la doble pestaña azul de
WhatsApp puede llegar a ser el Apocalipsis. Va a reventar las parejas muy
rápido. Porque es una manera de
controlar a alguien. Te vuelves obsesivo”, asegura.
“El problema –añade– no es la
tecnología, sino que está dentro de
nosotros. Si eres celoso, con las redes sociales vas a serlo más. Lo peor
es cuando ves que el otro está en línea con el WhatsApp y no te contesta.
Porque significa que está hablando con otras personas. En el fondo, vamos de
muy modernos y conectados, pero seguimos
siendo muy convencionales en las relaciones”, apunta
Caballero. Alena KH, bielorrusa de
33 años, tiene un blog que cuenta con 300.000 visitas. Acaba de publicar un
libro, El mercado está fatal (Roca),
en el que analiza cómo se viven en España las relaciones sentimentales y sexuales.
“Yo creo que
las redes sociales son buenas para quedar y pasar datos, pero no para comunicarse. El problema son
las malas interpretaciones. Sin el lenguaje corporal, no se entiende lo que en
realidad se quiere decir, pese a la ayuda de los emoticonos. Esto no hace otra
cosa que intensificar las paranoias. Antes entendías mejor si alguien estaba
enfadado o no”, apunta. Por no hablar los malentendidos que se
producen si uno de los dos empieza a fisgonear en los archivos del celular de
su pareja. “En
un móvil ahora tienes la vida de una persona. Incluso si la conoces, puedes
llegar a conclusiones erróneas interpretando ciertas informaciones. Hasta te
puedes poner celoso de los recuerdos de otra persona”.
Caballero es bastante crítico sobre los sistemas
de mensajería instantánea. “En el fondo usas las redes sociales para hablar de
banalidades. No hablamos de los problemas de verdad. No nos enfrentamos a
ellos. Creemos que la tecnología nos
acerca a la otra persona, pero en realidad nos aleja y convierte las relaciones
en relaciones de poca profundidad. No nos enfrentamos a la vida real”,
acusa. Y cita un ejemplo significativo. “El otro día quedé con unos amigos en casa. Me di cuenta
de que estábamos los tres en el salón, pero todos absorbidos en el móvil.
Pasamos más tiempo en la pantalla y estamos más pendientes de él… en lugar de
hablarnos a la cara”. Según unas encuestas llevadas a cabo en
EE.UU., el 25% reconoce que el móvil distrae a su pareja cuando están juntos.
“Yo
he visto hasta una pareja en la que él se quejaba de que su mujer estaba
siempre en Facebook en lugar de prestarle atención, mientras que él estaba
preocupado de ver que ella había añadido a su exmarido en su lista de amigos”, cuenta Russell Clayton, profesor de la
Universidad de Missouri (EE.UU.), que ha investigado cómo Facebook y Twitter
influyen en la vida sentimental. “Las investigaciones hasta ahora habían estudiado
posibles correlaciones de narcisismo, soledad y ansiedad. Pero ahora se ha
visto como el problema son el impacto que
tienen estas herramientas en las relaciones. Yo he detectado que los que
más usan Twitter son los que más problemas acarrean con su pareja, lo que va
desde traiciones hasta posibles rupturas”. Según Francesc Nuñez, “estas aplicaciones implican nuevos vínculos,
no siempre controlables, bajo el lema del ‘yo sé que tú sabes que yo sé’. Se
produce un juego de espejos y se introduce la
obligación de respuesta, la exigencia de mostrar algo para no defraudar”.
¿Sabemos gestionar todas estas consecuencias?
De alguna manera, si se decide usar estos
sistemas, hay que aceptar las reglas del juego. “Antes no éramos tan celosos porque no
había la posibilidad de serlo. La ignorancia no era tan mala. Pero si ahora tu
has permitido que la tecnología entre en tu vida, entonces ¡no te quejes!”,
exclama Alena KH. Las parejas, por
su parte, intentan encontrar soluciones y dar un buen uso de estas
herramientas. “Para
preservar la relación con mi novia optamos por no hacernos amigos en Facebook ni seguirnos en Twitter. Ella controlaba cada
interacción que yo tenía con otras mujeres en las redes sociales. Si estaba
conectado hasta tarde no entendía que hacía. Ahora que sé que puedo configurar WhatsApp para que no muestre mi última
hora de conexión, siento que es algo liberador”, dice Martin, 28
años. Amanda Lenhart, del Pew
Research Center de EE.UU., que llevó a cabo un estudio sobre el tema dice que “hemos detectado
que las parejas que llevan mucho tiempo juntas son más propensas a
intercambiarse las claves de sus cuentas. Esto depende de cuándo se inició a
usar estas aplicaciones. Si ellos y ellas empezaron juntas, pueden
compartirlas. En cambio, aquellas personas que ya disponían cuentas antes de
conocerse, son más reacias a darlas”.
Sin embargo, no todo es negativo. “Definitivamente,
el impacto de la mensajería instantánea no es neutro. Se rompen la distancia y
el tiempo. Pero no es algo que sea necesariamente malo. Hasta puedes introducir
distancias artificiales, estando en el mismo lugar. Por ejemplo, en una cena
con invitados puedes enviarte comentarios con tu pareja... y crear nuevas
complicidades. Se abren espacios para
nuevos matices afectivos”, recalca Núñez. De hecho, un estudio
del Pew Research llevado a cabo en jóvenes norteamericanos afirmaba que un 21%
se sentía más cerca de su compañero gracias al intercambio de mensajes. Esto se
percibe especialmente al comienzo de las relaciones, porque estas formas de
comunicación permiten
transmitir emociones de una forma más discreta.
En efecto, el texto escrito hace que, bajo el
escudo de la pantalla, se venza la timidez. “En nuestro estudio, los más jóvenes afirmaron que no
hubieran dicho muchas cosas si no fuera por la posibilidad que ofrecen estos
canales de comunicación de esconderse”, dice Núñez. Ayuda la
percepción de que los mensajes amorosos que se escriben en el móvil aparecen
como intranscendentes, porque no constituyen una carta o una declaración de
amor, por lo menos tal y como lo conocemos. Un reciente informe publicado en la
cadena estadounidense CNN subrayaba precisamente este aspecto del texto como
salvaconducto de la timidez. Constataba que es más fácil mandar unas
felicitaciones para el cumpleaños porque esto hace que uno se ahorre, por
ejemplo, transmitir un entusiasmo que no se siente. Y preguntar a un amigo
dónde está la fiesta implica que no tienes que preguntarle cómo está. Y peor
aún: recibir su respuesta.
El problema es que la pareja cambia a lo largo del
tiempo. Y el uso de los chats, también. “Al principio nos mandábamos mensajitos para comentar la
noche que pasamos juntos, etcétera... Ahora sólo lo hacemos si necesitamos algo
del otro”, lamenta Beate, 40 años. Su relato coincide con el de Alice Zhao, analista de datos. Desde la
primera cita con su actual marido (hace siete años) hasta hoy ha reunido todos
los mensajes enviados entre ellos no sólo a través de redes sociales y móviles,
sino por correo electrónicos. Ha recopilado toda la información y ha detectado
las palabras más frecuentes y las horas de envío. Pues bien, al comienzo de la
relación, triunfaban las palabras eh, sus respectivos nombres, y amor. Pero con
el tiempo estas han dejado paso a vocablos como casa, cena y ok.
También las horas han cambiado: al principio era
frecuente enviar y recibir textos después de media noche. Años después, la
franja horaria más frecuente es a lo largo del día, en horarios laborables. Las
redes sociales y los servicios de mensajería móvil “desempeñan un papel crucial en las tareas
del día, sobre todo en aquellas parejas que llevan mucho tiempo juntos. Porque
en muchos casos no organizan su día la mañana antes de salir de casa, sino
durante el día, sobre la marcha, a través de los celulares. En cambio, usan
menos este canal para expresar sentimientos o deseos sexuales”,
confirma Núñez, que ha participado junto a un grupo de investigadores de la UOC
en la redacción del libro Internet and
emotions, editado en inglés por Tova Benski y Eran Fischer. Y no sólo es el
factor tiempo: mujeres y hombres también reaccionan de forma diferente. Lori
Shade y Jonathan Sandberg , dos psicólogos de la Brigham Young University
(EE.UU.) han estudiado a centenares de parejas y cómo usaban los servicios de
mensajería para comunicarse. Han detectado que las mujeres se quejaban del uso excesivo de
esta herramienta para tomar decisiones. Los maridos, en cambio, no soportaban
el número excesivo de mensajes. La recomendación final de los
autores es que “si
usted no tiene nada bonito para enviar, mejor no escribir nada. Porque la
reacción ante una posible decepción se resuelve más rápidamente cara a cara. Si la conversación es seria, hay
desacuerdos o excusas, más bien se debería hablar”. Francesc Núñez, en este sentido, se
muestra optimista. “No encontramos en nuestro estudio ni una
persona que nos dijo que prefería la comunicación electrónica a la cara a
cara”. Verse, hablar y tocarse son, de momento, prácticas
insustituibles. En el futuro, quién sabe.
Hay mensajes y
mensajes
Cada tecnología tiene un uso específico. El
sociólogo Francesc Núñez de la UOC
ha investigado la utilización más frecuente de los distintos canales de
comunicación que disponen en la actualidad las parejas para intercambiarse
mensajes. WhatsApp es muy usado para
el principio
de las relaciones. Porque se percibe como un aplicación menos
invasiva que el teléfono. Luego, con el pasar del tiempo, muta y se convierte
en una herramienta para la gestión de cosas cotidianas. En cambio, el teléfono es un instrumento de
comunicación más
para el largo plazo, en las relaciones consolidadas, porque la
palabra oral todavía tiene cierto prestigio. En cambio, el correo electrónico privilegia las relaciones profesionales, el
envío de archivos pero también, en menor medida, puede servir para dar grandes
explicaciones o hasta declaraciones de amor. Facebook es otro tema, porque también es un escaparate y una puesta
de escena, que puede servir para crear una imagen y dar otra dimensión
espacio-tiempo de la identidad. En Facebook,
además, las
conversaciones reales ni coinciden ni hacen alusión a las virtuales.
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