Autor: Mary Shelley
(Frankenstein).
Hablemos
de las emociones,
comenzando por su definición más o menos formal: un estado afectivo que
experimentamos, una reacción subjetiva al ambiente, que viene acompañada de
cambios orgánicos (fisiológicos y endocrinos) de origen innato, influidos por
la experiencia, y que tienen una función adaptativa de nuestro organismo a lo
que nos rodea. Dicho
de otra manera: las emociones son básicas para sobrevivir.
A
lo largo de la historia la parte más racional del ser humano siempre ha
prevalecido en consideración y crédito respecto a su parte más emocional. Como
si en el oficio de vivir, las emociones resultaran un mal necesario a
superar cuanto antes, para colocar de nuevo en primer plano y lo más
rápidamente posible a la lógica y la sensatez que deben imperar y guiar
nuestros pasos en la vida. Y así, el ser humano se ha visto inmerso en lucha
permanente por reprimir sus emociones y aunque afortunadamente el planteamiento
ha evolucionado, todavía hay gente hoy que contempla que la expresión de las
emociones como un síntoma de falta de urbanidad y de carácter.
No
obstante, y a pesar de las apariencias formales escondidas tras pintorescas y
absurdas caretas: todo el mundo siente, y las emociones
internas son el termómetro
perfecto que nos marca la temperatura respecto a aquello que nos
motiva, lo que deseamos, lo que necesitamos o nos hace sufrir y si escuchamos
su rumor (a veces fuerte, a veces quedo) con la atención adecuada, también son
capaces de marcarnos, como una perfecta brújula, el camino idóneo hacia lo que
anhelamos.
Cualquiera
se ha encontrado en situaciones en las que aparentemente todo lo que se nos
muestra indica una dirección a seguir muy concreta y sin embargo, sentimos
dentro que tenemos que ir en dirección opuesta. ¿Qué haces tú en casos así? ¿Evalúas la
situación y simplemente tomas una decisión racional basada en criterios
objetivos o desoyes los datos y te dejas llevar por la intuición?
Emocionémonos
sin vergüenza,
sería la llamada de atención de hoy, porque las emociones resultan esenciales
para una vida plena... y para ser entendidos, porque sólo pongamos como ejemplo
que los humanos tenemos 42 músculos diferentes en la cara. Dependiendo de cómo
los movemos, manifestamos unas determinadas emociones u otras. Hay sonrisas
diferentes, que reflejan distintos grados de alegría. Esto nos ayuda a expresar
lo que sentimos... que en numerosas ocasiones nos es difícil explicar con
palabras.
Reflexión
final: Por un lado está lo que el mundo nos dice
que es razonable hacer, y por otro lo que nuestro mundo interior siente que
deberíamos hacer. No es fácil elegir, pero cuando escuchamos nuestra voz
interna de una forma nítida, inequívoca y convincente, lo que sí parece una
impiedad y un error fatal es desoírla por completo.
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