Ilustración Anna Parini |
El fenómeno es
imparable. Los nuevos tiempos exigen desarrollar las capacidades innatas de los
niños y cambiar las consignas académicas.
¿Estamos
educando a las nuevas generaciones para vivir en un mundo que ya no existe? El sistema
pedagógico parece haberse estancado en la era industrial en la que fue
diseñado. La consigna respecto al colegio ha venido insistiendo en que hay que
“estudiar mucho”, “sacar buenas notas” y, posteriormente, “obtener un título
universitario”. Y eso es lo que muchos han procurado hacer. Se creyó que,
una vez finalizada la etapa de estudiantes, habría un “empleo fijo” con un
“salario estable”.
Pero dado que la realidad laboral ha cambiado,
estas consignas académicas han dejado de ser válidas. De hecho, se han
convertido en un obstáculo que limita las posibilidades profesionales. Y es que
las escuelas públicas se crearon en el siglo XIX para convertir a campesinos analfabetos en
obreros dóciles, adaptándolos a la función mecánica que iban a
desempeñar en las fábricas. Tal como apunta el experto mundial en educación Ken Robinson, “los centros de enseñanza secundaria
contemporáneos siguen teniendo muchos paralelismos con las cadenas de montaje,
la división del trabajo y la producción en serie impulsadas por Frederick
Taylor y Henry Ford”.
Si bien la fórmula pedagógica actual permite que
los estudiantes aprendan a leer, escribir y hacer cálculos matemáticos, “la escuela
mata nuestra creatividad”. A lo largo del proceso formativo, la gran
mayoría pierde la conexión con esta facultad, marginando por completo el
espíritu emprendedor. Y como consecuencia, se empiezan a seguir los dictados marcados por la mayoría,
un ruido que impide escuchar la propia voz interior.
LA VOZ DE LOS
ADOLESCENTES
“Desde muy pequeño tuve que interrumpir mi
educación para empezar a ir a la escuela”. Gabriel
García Márquez
Cada vez más adolescentes sienten que el colegio
no les aporta nada útil ni práctico para afrontar los problemas de la vida
cotidiana. En vez de plantearles preguntas para que piensen por sí mismos, se
limitan a darles respuestas pensadas por otros, tratando de que los alumnos
amolden su pensamiento y su comportamiento al canon determinado por el orden
social establecido.
Del mismo modo que la era industrial creó su
propia escuela, la era del conocimiento emergente requiere de un nuevo tipo de
colegio. Básicamente porque la educación industrial ha quedado desfasada. Sin
embargo, actúa como un enfermo terminal que niega su propia enfermedad. Ahogada
por la burocracia, la evolución del sistema educativo público llevará mucho
tiempo en completarse. Según Robinson, “ahora mismo sigue estando compuesto por tres subsistemas
principales: el plan de estudios (lo
que el sistema escolar espera que el alumno aprenda), la pedagogía (el método mediante el cual el colegio ayuda a los
estudiantes a hacerlo) y la evaluación,
que vendría a ser el proceso de medir lo bien que lo están haciendo”.
La mayoría de los movimientos de reforma se
centran en el plan de estudios y en la evaluación. Sin embargo, “la educación no necesita que la reformen, sino que la
transformen”, concluye este experto. En vez de estandarizar la
educación, en la era del conocimiento va a tender a personalizarse.
Esencialmente porque uno de los objetivos es que los chavales descubran por sí mismos
sus dones y cualidades individuales, así como lo que verdaderamente les
apasiona.
En el marco de este nuevo paradigma educativo está
emergiendo con fuerza la “educación emocional”. Se trata de un conjunto
de enseñanzas, reflexiones, dinámicas, metodologías y herramientas de
autoconocimiento diseñadas para potenciar la inteligencia emocional. Es decir,
el proceso mental por medio del cual los niños y jóvenes puedan resolver sus
problemas y conflictos emocionales por sí mismos, sin intermediarios de ningún
tipo.
La base pedagógica de esta educación en auge está
inspirada en el trabajo de grandes visionarios del siglo XX como Rudolf Steiner, María Montessori u Ovide
Decroly. Todos ellos comparten la visión de que el ser humano nace con un
potencial por desarrollar. Y que la función principal del educador es acompañar a los
niños en su proceso de aprendizaje, evolución y madurez emocional.
En esta misma línea se sitúan los programas de la educación lenta, libre y viva
que están consolidándose como propuestas pedagógicas alternativas dentro del
sistema. Eso sí, el gran referente del siglo XXI sigue siendo la escuela
pública de Finlandia, país que
lidera el ranking elaborado por el informe PISA.
¿PARA QUÉ
SIRVE?
“Educar no consiste en llenar un
vaso vacío, sino en encender un fuego latente”. Lao Tsé
La educación emocional está comprometida con
promover entre los jóvenes una serie de valores que permitan a los chavales
descubrir su propio valor, pudiendo así aportar lo mejor de sí mismos al
servicio de la sociedad. Entre estos destacan:
Autoconocimiento. Conocerse a
uno mismo es el camino que conduce a saber cuáles son las limitaciones y
potencialidades de cada uno, y permite convertirse en la mejor versión de uno
mismo.
Responsabilidad. Cada uno de
nosotros es la causa de su sufrimiento y de su felicidad. Asumir la responsabilidad
de hacerse cargo de uno mismo en el plano emocional y económico es lo que
permite alcanzar la madurez como seres humanos y realizar el propósito de vida
que se persiga.
Felicidad. La felicidad
es la verdadera naturaleza del ser humano. No tiene nada que ver con lo que se
tiene, con lo que se hace ni con lo que se consigue. Es un estado interno que
florece de forma natural cuando se logra recuperar el contacto con la auténtica
esencia de cada uno.
Autoestima. El mundo no
se ve como es, sino como es cada uno de quienes lo observan. De ahí que amarse
a uno mismo resulte fundamental para construir una percepción más sabia y
objetiva de los demás y de la vida, nutriendo el corazón de confianza y
valentía para seguir un propio camino.
Amor. En la medida
que se aprende a ser feliz por uno mismo, de forma natural se empieza a amar a
los demás tal como son y a aceptar a la vida tal como es. Así, amar es sinónimo
de tolerancia, respeto, compasión, amabilidad y, en definitiva, dar lo mejor de
nosotros mismos en cada momento y frente a cualquier situación.
Talento. Todos tenemos
un potencial y un talento innato por desarrollar. El centro de la cuestión
consiste en atrevernos a escuchar la voz interior, la cual, al ponerla en
acción, se convierte en nuestra auténtica vocación. Es decir, aquellas
cualidades, fortalezas, habilidades y capacidades que permiten emprender una
profesión útil, creativa y con sentido.
Bien
común.
Las personas que han pasado por un profundo proceso de autoconocimiento se las
reconoce porque orientan sus motivaciones, decisiones y acciones al bien común
de la sociedad. Es decir, aquello que hace a uno mismo y que además hace bien
al conjunto de la sociedad, tanto en la forma de ganar como de gastar dinero.
En vez de seguir condicionando y limitando la
mente de las nuevas generaciones, algún día –a lo largo de esta era– los
colegios harán algo revolucionario: educar. De forma natural, los niños se
convertirán en jóvenes con autoestima y confianza en sí mismos. Y estos se
volverán adultos conscientes, maduros, responsables y libres, con una noción
muy clara de quiénes son y cuál es su propósito en la vida. El rediseño y la
transformación del sistema educativo son, sin duda alguna, unos de los grandes
desafíos contemporáneos. Que se hagan realidad depende de que padres y educadores
se conviertan en el cambio que quieren ver en la educación
CLAVES PARA
SABER MÁS
Libro
¡Esta casa no es un hotel!. Irene Orce (Grijalbo)
Este libro es un manual de educación emocional
para padres de adolescentes. Está escrito desde la perspectiva de los chavales,
y su intención es proporcionar claves y herramientas para que los adultos aprendan
a crear puentes más constructivos con sus hijos.
La educación prohibida
Un documental que propone cuestionar las lógicas
de la escolarización moderna y la forma de entender la educación, visibilizando
experiencias educativas diferentes, que plantean la necesidad de un nuevo
paradigma educativo.
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