Es más que evidente que a las personas nos cuesta
aceptar el cambio, en cualquier sentido. Y huelga decir que el cambio es
permanente y algo inevitable en nuestra vida! Seguramente se debe a
que nuestra propia capacidad de complacencia y de adaptación al medio nos exige
mantener las cosas como están. Lo nuevo y desconocido que aporta cualquier
cambio en nuestra vida nos da miedo y nos desequilibra…
El otro día hablaba con un amigo mío, estandarte
de persona acomodada y aparentemente adaptado a su realidad cotidiana y al
mundo que habita, sobre la necesidad de aceptar el cambio, como medio para
mejorar y, en lo posible, acercarnos a la felicidad, aunque sea cada día un
rato! En otro momento de mi vida sus argumentos y razones razonables me
hubieran hecho dudar. Pero el otro día, aunque no admitió su insatisfacción ni
infelicidad públicamente, decidió callar ante la contundencia y obviedad de mis
palabras.
Mis comentarios iban destinados a argumentar que
lo que hay ahora en el mundo no es algo beneficioso para nosotros, los seres
humanos. Y que lo que hay que dejar atrás es claramente mejorable, en todos los
sentidos. Aunque hablábamos de la sociedad y del mundo que vivimos, eso es
aplicable también al terreno personal. Sin ir más lejos, hablábamos de la
necesidad de cambiar este mundo aparentemente opulento, injusto e inhumano,
cada día más. Simplemente porque no nos ha dejado tantas cosas buenas como queremos
e intentamos demostrar para argumentar que debemos seguir así. A escala
mundial, un mundo lleno de miseria, hambre y enfermedades, pobreza y conflictos
bélicos o revueltas sociales, síntomas de un mundo que no puede seguir así
mucho tiempo más…
Pero debemos recordar que el cambio empieza por uno mismo,
pues el mundo no es más que la proyección de cada uno de nosotros, con nuestra
ignorancia, indiferencia y inquietud! Si cada uno de nosotros no hace lo
posible por ser feliz y cambiar su propio entorno, el mundo no cambiará…
Y, si nos vamos a casos concretos, le afirmaba a
mi amigo que, por ejemplo, este siglo XX pasado no había aportado nada
relevante y humano en números absolutos a este mundo, en el ámbito económico y
social. El presunto estado del bienestar está actualmente siendo desmantelado,
si alguna vez existió o solo fue algo para unos pocos privilegiados. Los ricos
siguen siendo cada vez menos y más ricos, aunque ninguno de ellos hayan hecho
su fortuna basada en su mérito personal, sino en opacos tráficos de influencia
y/o en una riqueza patrimonial que venía de años atrás, de otra generación.
Afirmaba con firmeza que no conozco hoy a nadie ejemplar que haya sido capaz de
crear riqueza de la nada, fundamentada en su creatividad y su forma excelente
de trabajar… a pesar de que mi trabajo como consultor estratégico, me ha
permitido trabajar para todo tipo de empresas grandes, medianas y pequeñas e
instituciones.
Este mundo nuestro no permite fluir al talento y
que las personas con él puedan medrar, con igualdad de oportunidades.
Evidentemente, hemos creado presuntos empresarios modélicos y gurús para
demostrar lo contrario, como Bill Gates, por citar un ejemplo, entre los 10
millones de empresarios similares que quedaron en la cuneta. Y eso, evidentemente,
habría que analizarlo, pues incluso el imperio que construyó de la nada este
joven y supuestamente modélico empresario norteamericano se basó en prácticas
monopolísticas cuestionables y, aunque está por demostrar, seguramente gracias
al tráfico de influencias en las altas esferas políticas y empresariales. El
tiempo lo demostrará, aunque ya es un síntoma de todo ello el que se haya
retirado a su corta edad y haya creado una Fundación con fines sociales, ¿para
limpiar su conciencia, quizás?
Evidentemente, la conclusión es que nuestro mundo
actual no es un ecosistema adecuado para prosperar humana, social o
económicamente, gracias a los méritos propios, basados en los
valores personales. Aunque honrosas excepciones, seguro que las hay. Personas heroicas
y muchas de ellas anónimas que, a pesar de todo ello, han logrado cambiar el
mundo, a través de cambiar ellos mismos por dentro. Es el único medio que hay!
Cada
vez que luchas ante tus debilidades e impones tus valores, a pesar del entorno
desfavorable, estás mejorando tu vida, creciendo como persona y, a la vez,
cambiando el mundo.
Cada vez que te superas y persigues tu felicidad paso a paso aunque cueste,
estás aportando un modelo al mundo que te ve, ya sean tus hijos o las
personas
que hay a tu alrededor. Y por contra, cada vez que eres injusto contigo mismo,
que huyes del amor y de la felicidad, cada vez que eres poco comprensivo
contigo y lo que tienes en tu corazón, lo eres con el entorno que te rodea y,
como consecuencia, esa es la aportación que haces al mundo. Tu eres el
propio cambio, porque así empieza el cambio en el mundo, no hay más!
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada