Ilustración de Alberto Vázquez |
"No hay nada nuevo en los libros de autoayuda. Lo que nos falta es practicarlo"
"Debemos estar atentos a nuestras sensaciones, emociones y pensamientos, y cuando se curven, aplicar la teoría que ya sabemos"
"Cada persona descubre sus propias herramientas, y estas son íntimas e intransferibles. La práctica es la clave para encontrarlas"
Colocaron las cuerdas dentro de la bolsa y partieron hacia el motel. A su edad (72 años él y 63 ella), la decisión no había sido resultado de un impulso. Ahora, la idea del suicidio acaparaba todo su espacio mental. El jueves por la noche, el empleado del hotel encontró sus cuerpos colgando del techo y una breve nota en la que ella había anotado: "Tuve un momento muy difícil porque sufro de pulmón y de corazón". El suceso saltó rápidamente a los periódicos. No es usual que un matrimonio decida ahorcarse conjuntamente en un motel, pero lo insólito de la noticia radicaba en que ella era "la sacerdotisa de la felicidad". Con este apodo se conocía a Choi Yoon-Hee en Corea del Sur porque había escrito veinte libros sobre la felicidad y la esperanza, y participado en varios espectáculos de televisión sobre el tema.
Y es que una cosa es la teoría y otra muy diferente la práctica. En más de una ocasión he oído "la teoría ya me la sé, pero...". La teoría es clara y sencilla. En cambio, la vida tiene una textura compleja. Recuerdo un día en que disfruté escuchando a una compañera cómo me explicaba las sensaciones de paz y conexión que experimentaba cuando practicaba meditación. Pero al día siguiente llegó al trabajo con cara descompuesta y me explicó muy disgustada que no había podido dormir porque "había un gato que se dedicaba a defecar en su jardín". En el cuerpo del que salía la angustia por las actuaciones de ese felino no parecía habitar el ser de la armonía cósmica.
Es algo bastante usual. Un hombre me contaba que su mujer, psiquiatra y profesora de temas de crecimiento personal, no para de chillar en casa. Sobre todo a su hija. Durante toda la conversación sobre lo crispada que está su mujer, me repetía: "No sé para qué le sirven sus conocimientos". Estos casos no son tan excepcionales como parecen; a poco que nos miremos con ojos sinceros a nosotros mismos, podremos encontrar también incongruencias.
RECORDAR LO QUE YA SABEMOS
"Las grandes verdades son eternas, pero suenan a nuevas cada vez que las oímos porque las olvidamos cada día" (Lluís Amiguet)
"¿Qué te dijo el psicólogo?". "Lo que me explicó ya lo sabía". Esta conversación la he mantenido varias veces, como también la siguiente: "¿Por qué no lees...?". "Libros de autoayuda ya he leído muchos, pero no me sirven". Eckhar Tolle, en una conferencia que impartió en Barcelona, utilizó una metáfora muy clarificadora. Subrayó que los conceptos y las teorías tienen poco valor si no los aplicamos; igual que un mapa si no lo utilizas. Y añadió que muchas personas se limitan a coleccionar mapas espirituales de forma inútil porque no los siguen.
Son muchos los que leen libros de crecimiento personal o acuden a un especialista en busca de algún tipo de fórmula mágica o secreto de la felicidad. Y quedan defraudados. Lo que nos podría ayudar a estar mejor, probablemente ya lo sabemos. No hay nada nuevo. Lo que nos falta es practicarlo. Ayer en una librería, mientras esperaba a que me cobraran, estuve ojeando un libro de esos pequeñitos que ponen al lado de la caja registradora, para que te lo compres como aquel que se compra un chicle. El librito era la de lo más sencillo, no me acuerdo exactamente del título, pero incluía la palabra felicidad. En cada página había un solo consejo acompañado de una ilustración. Me leí bastantes de esas recomendaciones. Eran del tipo "no te aísles", "ayuda a los que te quieren", "no mires tanto la tele", "practica más ejercicio físico" ,"sonríe" "encuentra un hobby", "sé agradecido"... Todos muy sensatos y sabios. Mucha sabiduría condensada que de hecho todos sabemos. Así que quizá ha llegado el momento de actuar.
ESTABLECER PUENTES
"Alicia se daba por lo general muy buenos consejos a sí misma, aunque rara vez los seguía". (Lewis Carroll)
Imaginemos que visitamos con nuestro hijo de ocho años las ruinas de un anfiteatro romano. Cuando estamos en ese escenario colosal le contamos increíbles historias de gladiadores. Y entonces nos pregunta: "¿Quiénes eran los romanos?". A lo que contestamos: "Tú ya lo sabes, lo que estudiaste en el primer trimestre en el tema tres". Y con cara de iluminación exclama: "¡Ah, claro!". Parece como si nuestro cerebro estuviera compartimentado en diferentes cajones. En este caso parece que lo que nos enseñen los libros está en uno y la realidad en otro.
Nuestra teoría sobre la vida, nuestras profundas reflexiones, parece que las tengamos en un cajón, en un nivel, pero seamos incapaces de bajarlas a la práctica. Estamos mirando las noticias, normalmente estremecedoras: guerras, inundaciones, hambre... en ese instante desde la comodidad de nuestro sofá reflexionamos sobre lo inmensamente afortunados que somos. Suena el teléfono y nos advierten de que el paquete que teníamos encargado para hoy no nos lo podrán entregar hasta dentro de dos días. Entonces nos ponemos de un humor de perros y nuestra sensación de privilegio no nos ha ayudado en nada ante la pequeñez de ese contratiempo.
André Compte-Sponville, en su libro La felicidad, desesperadamente, cuenta que cuando tenía unos siete u ocho años vio a un ciego. Intentando ponerse en su lugar, cerró los ojos durante unos segundos, empezó a andar y le pareció atroz, horrible. Y en ese momento hizo una gran reflexión: "Pero este ciego, si recobrara la vista, ¡sería feliz como un loco, simplemente por ver! Por tanto yo, que no soy ciego, he de ser feliz como un loco, puesto que veo". La vida le enseñó que eso no era exactamente así. Matizando la conclusión del filósofo, lo que sí es cierto es que las personas más agradecidas son las más felices. Pero no las más agradecidas "en teoría", no las que guardan esa sensación en un cajón cerrado, sino las que constantemente utilizan ese sentimiento de privilegio para poner al nivel que se merecen la magnitud de sus vicisitudes cotidianas.
ESFUERZO Y PRÁCTICA
"Jamás se ha emborrachado nadie a base de comprender intelectualmente la palabra vino" (Anthony de Mello)
La espalda debe mantenerse recta; si estamos sentados, debemos apoyarla bien en el respaldo. Todos los sabemos, ¿pero lo hacemos?. Quizá nos proponemos hacerlo, pero es difícil porque no nos damos cuenta y la curvamos. Con nuestros pensamientos y nuestras conductas pasa exactamente lo mismo. Sabemos que no tenemos que ser pesimistas, que tenemos que contar hasta diez en algunas situaciones, que... pero nos cuesta. Parece que nuestra actitud, nuestros pensamientos, también se tuercen como la espalda. Es difícil rectificar las actitudes porque no nos damos cuenta y van a su aire. Debemos, pues, aprender a observarnos en todo momento, debemos estar atentos constantemente a nuestras sensaciones, emociones y pensamientos. Y cuando se curven, aplicar la teoría que ya sabemos.
Tenemos claro que si queremos adelgazar, tenemos que hacer el esfuerzo de seguir un régimen; que si queremos estar más en forma, es necesario practicar ejercicio físico; pues si queremos crecer a nivel personal, no basta solo con leer o reflexionar, también debemos esforzarnos y practicar. Una de las preguntas más usuales a las que nos enfrentamos los psicólogos y más difícil de responder es: "¿cómo lo hago?, ¿cómo hago para aplicar la teoría que ya me sé?". Por ejemplo, alguien te comenta: "Ya sé que tengo que ser más positivo, pero ¿cómo lo hago?". No hay una clave universal. Normalmente cada persona encuentra su propia herramienta íntima e intransferible. Y esas estrategias personales se hallan practicando. Estamos llenos de automatismos, así que si por ejemplo leemos un libro de autoayuda, aunque hayamos reflexionado mucho, lo cerraremos y seguiremos con los automatismos. Solo con esfuerzo y práctica se cambian. El primer paso, sin duda, es la autoobservación. Las lúcidas palabras de Anthony de Mello nos animan a ello:
"Emplea horas enteras simplemente en observar tus ideas, tus hábitos, tus apegos y tus miedos, sin emitir juicio ni condena de ningún tipo. Limítate a mirarlos y se derrumbarán".
En este suplemento, en abril apareció una carta de María Dolores Ribes titulada Mejor con psicología que decía así:
"Quería expresar mediante este correo que si todas las personas que leemos esta revista, que es una de las mejores, hiciéramos un poco más de hincapié en la parte de psicología, nos iría mejor la vida...".
La carta me encantó, como supongo también gustó a todos mis compañeros de esta sección. Me gustaría matizarla diciendo que "hacer hincapié en la parte de psicología" no significa solo leer estos artículos, sino también practicar sus mensajes.
"Quería expresar mediante este correo que si todas las personas que leemos esta revista, que es una de las mejores, hiciéramos un poco más de hincapié en la parte de psicología, nos iría mejor la vida...".
La carta me encantó, como supongo también gustó a todos mis compañeros de esta sección. Me gustaría matizarla diciendo que "hacer hincapié en la parte de psicología" no significa solo leer estos artículos, sino también practicar sus mensajes.
1. PELíCULAS
- 'Samsara', de Pan Nalin.
- 'El desafío', de Lee Tamahori.
- 'Karate Kid', de Harald Zwart.
- 'Elegidos para el triunfo', de Jon Turteltaub.
2. LIBROS
- 'Vivir es un asunto urgente', de Mario Alonso Puig (Aguilar, 2009). Un libro en el que el autor establece constantemente puentes entre la teoría y la práctica.
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