Hoy vamos a tocar un tema controvertido: ¿Tener hijos
aumenta nuestra felicidad? A priori, podemos suponer que sí; sin
embargo, desde que en 1957 se publicara un estudio llamado “la paternidad como crisis”, hay
dudas sobre esta respuesta tan contundente. Como solemos hacer en el
Laboratorio, vamos a acudir a investigaciones y a distintos puntos de vista
para intentar responder. Pero aclaremos algo: Tener hijos no depende de
estadísticas. Es una decisión más íntima, a veces más inconsciente, otras
resultado de nuestras creencias, el amor o el instinto, pero casi nunca es el
producto de análisis cuantitativos. Así pues, una vez definido el punto de
partida, nos metemos en harina para ver qué nos aporta la ciencia en un tema
tan universal como es la paternidad o la maternidad.
Martin
Seligman,
uno de los impulsores del pensamiento positivo y profesor en la University of
Pennsylvania, concluye que las personas que tienen hijos son más felices que
los que no. Sin embargo, existen otros estudios que cuestionan dicha
afirmación, como el que realiza Jennifer
Senior.
La autora de uno de los libros recomendados por
New York Times analiza el grado de felicidad que tienen los padres. Su
conclusiones se pueden resumir del siguiente modo: Quienes son padres sufren más
estrés que quienes no lo son y su satisfacción conyugal es más baja. Ahora
bien, el motivo no son los hijos (¡pobres!), sino todo lo que gira alrededor de
su crianza: los cambios sociales, en los hábitos, en las aficiones, en la
reducción de tiempo con la pareja… Además, cuando se tienen hijos se comienzan
a visitar emociones con un grado de intensidad desconocida tanto en un sentido
como en el opuesto.
Más estudios: Investigadores de la Open University
de Reino Unido encontraron que las parejas sin hijos tienen mayores índices de
satisfacción que los padres. Motivo: Una vez más la carga de estrés
o el trabajo extra que implica.
Ahora bien, los puntos anteriores los matizan
varios autores en un reciente artículo muy interesante. Un equipo liderado por Katherine Nelson de la University of
California revisó docenas de estudios de culturas occidentales sobre la materia
desde tres perspectivas: Comparación de los niveles de felicidad de los
padres con los que no tienen hijos, cambio del bienestar durante la transición a
la paternidad, y análisis de cómo se sienten los padres cuando están con
sus hijos y cuando están en otras actividades diarias. La conclusión es la
siguiente: La felicidad como padres depende de los rasgos tanto de los padres
como del niño (personalidad o edad), así como del contexto (situación
socioeconómica o estructura familiar). En otras palabras, hay caracteres o contextos que ayudan más
que otros. Veámoslo con algo más de detalle:
¿Qué
características de los padres ayudan a que éstos sean más felices en su
paternidad?
Edad
de los padres:
Los padres
primerizos de edad media o avanzada suelen ser igual o más felices que los que
no tienen hijos; sin embargo, los menores de 25 años se sienten más
infelices que sus coetáneos. Tiene cierta lógica: A medida que ganas años, se
gestiona mejor las emociones y se tiene una situación económica más desahogada
(se supone). Además, ya se han vivido muchas cosas y no existe tanto la fantasía
de lo que no se dejando de ganar. Por el contrario, hay menos energía. Pero en
términos de felicidad, la edad ayuda como ya hemos hablado en otra ocasión.
Género: Los padres se
muestras más felices que las madres. Por la revisión de los estudios
realizados, el tiempo que dedican los hombres a los niños en general suele ser
inferior al de las madres. Eso provoca que lo inviertan en ocio, mientras que
las madres asumen más cargas de trabajo y de responsabilidad en la educación.
Así pues, no es de extrañar que los autores recomienden que los padres
contribuyan más en dichas tareas, en especial, en determinadas culturas.
¿Qué
características de los niños ayudan a que los padres sean más felices en su
paternidad?
Temperamento
y problemas:
Hay hijos
que nos hacen más felices que otros, así lo demuestra la
investigación. Cuando el niño se adapta con facilidad a los nuevos cambios y su
carácter no es difícil, ayuda a que los padres sean más felices. Si el hijo
tiene algún tipo de discapacidad limitante o enfermedad o tiene problemas con
las drogas, por ejemplo, los índices de felicidad de los padres se resienten.
Edad
del niño:
Los padres con niños menores de siete años registran menos índices de felicidad
que los padres con hijos mayores. Los motivos son fáciles de suponer:
trastornos en el sueño, mayor dedicación de tiempo… Sin embargo, aquí existen
otras investigaciones que apuntan que la adolescencia no es precisamente un
camino de rosas. En cualquier caso, cuando los hijos crecen y las relaciones son buenas con
ellos, los niveles de felicidad aumentan considerablemente.
¿Qué situación
familiar ayuda a que los padres sean más felices?
Soporte
social, empleo y estatus socioeconómico. Como es fácil de intuir, el soporte
social ayuda a que los padres sean más felices (¡benditos abuelos!). Estar
empleado, sin embargo, no está tan claro. Por un lado, se reduce la tensión
económica, pero por otra parte, se aminora el tiempo de estar con ellos.
Curiosamente, las
personas con un alto nivel socioeconómico se benefician menos de ser padres,
por la sencilla razón de que a menudo, tienen compromisos u obligaciones, que
le restan el tiempo de estar con sus hijos.
Estado civil y
custodia.
Los casados
o en pareja registran mayores índices de felicidad que los que están solos,
debido al reparto de la carga económica y de las preocupaciones. Igualmente,
parece que los padres que tienen la custodia son más felices que los que no. Si
bien es cierto que estos últimos disponen de más tiempo, también la pérdida de
sus hijos disminuye su bienestar.
En definitiva, no podemos decir que ser padres nos haga
más felices o infelices. Todo depende, como hemos visto. Pero más
allá de los puntos anteriores, lo que los investigadores remarcan es que la felicidad de
los padres repercute directamente en la de los hijos durante su
crianza. En la medida que sepamos buscarla en nosotros mismos, seremos capaces
de trasladársela a nuestros hijos y a construir relaciones más plenas. La
paternidad o la maternidad desgasta sobre todo al principio. Muchas veces es
ingrato, se visitan ciertos infiernos si nuestros hijos, además, tienen
problemas; sin embargo, si contamos con un contexto favorable y trabajamos
también nuestra felicidad, podemos ser capaces de sentirnos profundamente
realizados.
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