Tengo 80 años. Soy chileno. Viudo, mi único hijo murió. La política se sirve a sí misma y al mundo económico.
En el fondo lo que hay es juego, es ganar, ese es el espíritu del poder. Las religiones son distintos sistemas simbólicos y creo
que se trata de un camino personal
Sabiduría individual
Psiquiatra, investigador y
buscador, ha desarrollado maneras de conocerse a uno mismo y es referente
mundial en la terapia Gestalt, pionero en la psicología transpersonal y
profesor de Berkeley. También ha sido aprendiz de grandes maestros
espirituales. Desde finales de los años noventa ha brindado muchas conferencias
sobre educación y ha influido en la transformación del sistema educativo en
varios países, convencido de que nada es más esperanzador que el fomento colectivo
de la sabiduría individual, la compasión y la libertad. De eso habla en su
último libro, La revolución que esperábamos (La Llave). La Fundación Claudio
Naranjo Barcelona imparte cursos para educadores.
Usted
tenía un hijo...
Murió a los 11 años. Se me abrió
el corazón.
¿A
qué se refiere?
Di un salto espiritual, asomé
la cabeza al cielo, y la tuve ahíunos tres años, en los que estuve en un
retiro. Después caí rudamente.
¿Cuánto
duró la caída?
Unos treinta años. Había
abierto una escuela (en la década de los setenta) donde impartía un proceso de
autoconocimiento, el programa SAT, que fue muy exitoso. Pero empecé a perder la
inspiración y decidí cerrarla. Me dediqué a refinar, pasándolo por el intelecto,
lo aprendido de maestros muy elevados.
Pasados
veinteaños reabriósuescuela.
Sí, con un programa integral de
formación para terapeutas. El contacto con la gente me enseñó que podía más de
lo que creía aun sin esa inspiración que veinte años atrás me hizo tan
brillante. Abrí el SAT a educadores, gente de empresa, y me enfoqué en sanar: autoconocimiento,
tomar contacto con uno mismo. La gente no sabe
estar quieta, decía Pascal, y es cierto.
¿De
qué estamos enfermos?
De habernos perdido a nosotros mismos, de estar respondiendo a
voces y a órdenes que no son las propias, de no saber nutrirnos de la vida en
nosotros.
Esto
que ha dicho es difícil...
Entrar en el presente y
reconocerse: existo, soy. El vacío de nosotros
mismos nos lleva a vampirizar a otros en busca de amor, de aplausos, de
placer...
¿No
se libra nadie?
Todos tenemos una necesidad neurótica,
para unos es la intensidad, para otros la ambición o el miedo al dolor... La escuela se
ocupa de que uno no tenga tiempo de estar consigo mismo, de que se olvide de sí
mismo y que no diga lo que realmente le pasa.
Y
usted ¿qué enseña?
Tres formas del amor y tres de
conocimiento. El amor al prójimo; el amor a los valores: belleza, verdad, todo
eso que se ha perdido. El sistema de notas tiene mucho que ver. No se aprende
por amor al conocimiento, por curiosidad, sino por el triunfo de la buena nota,
de estar entre los considerados listos.
Nos
queda el tercer amor.
El goce. Desde muy niños anteponemos el deber al
placer. Todo pasa por un filtro de excesivo control y perdemos la capacidad de
entrega. Somos seres domesticados.
Seres
culturales, no me parece tan mal.
Tener una mirada neutra, de
desapego, nos da una fuerza superior que pone las cosas en orden, integra los
opuestos.
¿Cómo
se llevan el desapego y la parte animal, la instintiva?
Son compatibles. El perro
furioso no tiene apego por su vida, por eso tiene coraje. La fuerza de la vida es
desapegada y para entregarse al río de la vida hay que desapegarse de uno mismo,
de sus ilusiones, de sus cálculos. La generosidad es darse, y en eso hay un fondo
de renuncia, uno confía en la vida. Estar en paz requiere ese desapego.
¿Y
el desapego se enseña?
Tenemos una educación perversa
en sus efectos. Los niños van perdiendo originalidad, libertad, nos vamos encogiendo
a medida que crecemos.
¿Cuál
es el error?
Educar es acompañar en el
proceso de descubrimiento y crecimiento; inyectarles cosas prefabricadas (prejuicios, dogmas,
respuesta) sirve para tener profesionales, pero no buenos seres humanos.
La educación
sin su aspecto humano, como mero mecanismo de transmisión de información, deshumaniza,
les roba la vida a los jóvenes.
...
Así llegamos a una sociedad que
trabaja sólo por dinero y las mejores energías del mundo se pierden porque no
existe el concepto de vocación; hay que ayudar a descubrir a cada niño qué tesoro trae al
mundo.
No
es tarea fácil.
Me parece discutible la
jerarquización de las materias, ¿Por qué la ciencia es más importante que el
arte? Más valdría que nos ocupásemos e nseguir a cada niño para ayudarlo a
hacer aquello para lo que nació; así se aprovecharían las energías de la naturaleza
humana y tendríamos un mundo mejor.
La
base de su vida ha sido comprender quiénes somos.
Somos misterio, tenemos una
profundidad insondable con la que hemos perdido contacto por la vida tan
superficial que llevamos. Al ser humano no lo conocemos, y me parece que tiene
diversas dimensiones.
¿Aquí
y ahora?
El ahora está hecho de sensaciones, emociones, pero potencialmente
podemos sentir la propia existencia, aunque cuando lo intentamos descubrimos que
estamos vacíos.
Es como si nos hubieran robado el alma. Y nos hemos vuelto vampiros, seres
necesitados de llenarnos con lo que nos ofrecen el mercado y las personas. El sentido de
la vida es crecer y dar frutos como una tomatera.
...
Hay que tratar de ser auténtico y más amoroso. Recuperar la
conciencia del presente y conocerse. Si uno no entiende la propia vida, está
parasitado por los problemas de la propia vida.
....creo que partimos de una mirada equivocada,aprendida,distorsionada,tanto la exterior como la que proyectamos sobre nosotros mismos,desde luego es una tarea de aprendizaje,mirar y mirarse con ese desapego que apunta,la luz,es neutra pero la llenamos de cosas que molestan la claridad y la calidad de nuestra visión de la vida.
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