“En cierto sentido, ser indiferente al sufrimiento es lo que
deshumaniza al ser humano. A fin de cuentas, la indiferencia es más peligrosa
que la ira y el odio. A veces, la ira puede ser creativa. Uno escribe un
hermoso poema, una magnífica sinfonía. Uno crea algo especial por el bien de la
humanidad, porque está enfadado con la injusticia de la que es testigo. Pero la
indiferencia nunca es creativa. Incluso el odio, en ocasiones, puede suscitar
una respuesta. Lo combates. Lo denuncias. Lo desarmas.
La indiferencia no
suscita ninguna respuesta. La indiferencia no es una respuesta. La indiferencia
no es un comienzo; es el final. Por tanto, la indiferencia es siempre amiga del enemigo, puesto
que beneficia al agresor, nunca a su víctima, cuyo dolor se intensifica cuando
la persona se siente olvidada. El prisionero político en su celda, los niños
hambrientos, los refugiados sin hogar… No responder a su dolor ni aliviar su
soledad ofreciéndoles una chispa de esperanza es exiliarlos de la condición
humana. Y al negar su humanidad, traicionamos también la nuestra.
Por lo tanto, la
indiferencia no es solo un pecado. También es un castigo”.
Queda todo dicho en este
fragmento sobre la indiferencia, y en bien pocas palabras. En el marasmo de lo
que estamos viviendo, no podemos ser indiferentes a ninguna miseria moral, a
ninguna miseria económica.
No podemos ser indiferentes a
la estafa de las “Acciones Preferentes” que ha generado la ruina de tantas
familias que lo han llegado a perder todo, en un abuso de confianza, en una
violación perpetrada con premeditación y alevosía, ni a los desahucios que
quedan sin el amparo de un hogar que les fue colocado a precio de oro, sin
valer lo que costaba, y donde la banca siempre gana, ni a los mal llamados
Expedientes de Regulación de Empleo (eufemismo para referirse a los Despidos en
Masa, así deberían llamarse), ni a los mal llamados Paraísos Fiscales (deberían
llamarse Colectores de Defraudadores y Ladrones), ni a tanta ignominia que nos
rodea en forma de corrupción y perversión de los más elementales principios de
ética humana, de ser personas.
No podemos ser indiferentes a
la mentira, la tortura, el abuso, el dolor, el sufrimiento, la perpetración, el
robo, la miseria, en definitiva. Porque la indiferencia permite que el
perpetrador siga matando y destruyendo con saña e impunidad.
¿Qué podemos hacer? Mil cosas.
Apoyar, denunciar, informar, promover, mostrar, educar, formar, intentar
cambiar el sistema, desde dentro, y desde fuera. Pero cambiarlo. Llevar a la
luz lo que está en la sombra. Cada cual con lo poco o mucho que tiene, puede y
sabe.
Indiferencia es muerte. Así de simple.
Besos y abrazos,
Álex
P.D.
Elie Weisel es catedrático de Humanidades por
la Universidad de Boston y ha trabajado como presidente del Consejo Americano
para la Memoria del Holocausto. En 1986 recibió el Premio Nobel de la Paz.
Nació el 30 de septiembre de 1928 en Sighet, Transivania, actualmente parte de
Rumania. Vivió, durante el Holocausto, y aun siendo niño, trabajos forzados,
hambre y torturas. Su padre murió en el campo de exterminio de Buchenwald
debido a desnutrición, frío y disentería. Su madre y hermanas murieron en el
campo de la muerte de Auschwicz, donde él fue también deportado. Ha publicado
ensayo, obras de teatro, relatos breves y novelas.
El
fragmento anterior ha sido extraído de su discurso en el Congreso
estadounidense de abril de 1999, y lo elaboró a partir de las experiencias que
había vivido de dolor, opresión, tortura y muerte de sus seres amados.
És ben cert, ens hem tornat una societat indiferent al dolor, que ens molesten les imatges de morts, desgracies, etc. Perqué coincideixen amb l'hora del dinar o sopar i no podemmenjar amb la concie cia tranquila... Vull creure que aquesta indiferencia està començant a desapareixer entre nosaltres, o potser les veus dels aue mai han estat indiferents ara tenen medis per deixar-se sentir...
ResponElimina