Si hay algo que nos otorga firmeza en lo que pensamos, sentimos
y hacemos en nuestra vida es actuar en conciencia. Cuando uno actúa desde lo
que siente en su interior la verdad respalda nuestros actos.
Hasta hace unos años siempre
actuaba buscando la aprobación de los demás, de las personas que había a mi
alrededor. Aunque con la edad, ese círculo de personas se fue reduciendo hasta
quedar esas personas elegidas a las que otorgamos el rol de referentes en
nuestra vida. De niños, esos referentes son nuestros padres y en ellos buscamos
la seguridad y la aprobación de nuestros actos. Pero eso nos hace incapaces de
reconocer en ellos cualquier atisbo de engaño o de error. Para los hijos, los
padres son necesariamente perfectos! Pero, con la edad, uno descubre -no sin
sorpresa- de que ellos son, a pesar de todo, humanos y, como tales, también son
vulnerables… e incluso se equivocan. Para el ser humano equivocarse es el remedio infalible
para aprender, aunque no todos logramos reconocer este don… y mucho menos
aprender de los errores, propios o ajenos.
Los
padres, como referente
Así, de niños, no cuestionamos
lo que nuestros padres piensan, sienten y dicen. Y eso incluye la asunción de
sus errores como algo que no creemos capaces de cometer. De esta manera, heredamos parte
de sus debilidades, vulnerabilidades y carencias, haciéndolos nuestros, sin
darnos cuenta. Pensamos, sentimos y actuamos según ellos nos dicen o
según los vemos actuar, repitiendo esquemas que rara vez son nuestros. Somos el
fiel modelo de lo que ellos fueron o quisieron que fuéramos, con todas sus
ventajas e inconvenientes.
Cada
quien es cada cual
Pero en esta vida cada quien
tiene su propio papel y su propósito. Y quizás lo primero que debemos lograr es
sacarnos de encima la obligación de seguir ese rol que nos adjudicaron, aunque
fuera en base al cariño. Es en la adolescencia cuando se rebela nuestra
personalidad y choca con sus esquemas, produciendo enfrentamientos. El Ego
domina en nuestra vida y rugimos feroces ante cualquier signo que nos haga
sentir débiles frente a ellos. Es un ensayo general de lo que será adquirir
nuestro propio rol en la vida! Pero ese a veces conflictivo periodo de vida
dura lamentablemente poco, quizás unos años… hasta que hallamos ese equilibrio
pactado entre lo que deseamos nosotros y lo que nuestros padres quieren hacer
de nuestra vida! Es, por decirlo de alguna manera, un armisticio.
La
sociedad, como espejo
Pero los años pasan y, a medida
que uno va tomando responsabilidades en este mundo nuestro, cada uno va
fortaleciendo su ego y estableciendo sus propias reglas, aunque sea en un pacto
en que ninguna de las partes se salga con la suya! Nadie es demasiado uno
mismo… y nadie es como la otra parte desea! Al fin y al cabo, son egos que
artificialmente encuentran un “stato quo” con un pacto tácito de no agresión
consensuada.
Es entonces cuando aparecen
otros referentes, quizás familiares, amigos, colegas o círculo social que
condiciona nuestra vida. Obedecemos a sus dictados, cumplimos las normas
sutilmente impuestas por la sociedad que nos rodea y que, de alguna manera,
hemos hecho nuestra. Pero, lamentablemente, seguimos sin ser nosotros mismos…
somos un fiel reflejo de lo que nos rodea…
Popularmente se habla de un
momento en la vida -en la infancia- en que uno adquiere “el uso de razón” y,
pienso ahora, que nunca mejor dicho! Pero hay otro momento en nuestra vida en que abandonamos -en
parte- la razón como única maestra y descubrimos la Conciencia, que
no es más que esa sutil voz interior que siempre nos acompaña y nos alecciona
desde dentro, dándonos el verdadero significado y sentido de las circunstancias
que vivimos! Y es que cuando la razón carece de razones para explicar lo que
nos pasa por fuera, la conciencia acude para darnos su infalible visión y para
convertirse en nuestra personal guía…
Pero a veces es difícil
escuchar y aún más dejarnos guiar por la Conciencia, aunque como suelo afirmar
dormimos y vivimos en vigilia cada minuto con ella. Ella tiene razones que la
razón no tiene y nos confiere una firmeza que nunca antes habíamos tenido al
albur de lo que pasa fuera y de las voces amigas que habitualmente nos
acompañan por el camino de nuestra vida! La conciencia no engaña, pero su voz
es suficientemente ténue como para que nos domine el ruido circundante y
nuestra mente escandalosa.
Cuando uno, poco a poco, confía en su Conciencia, aprende a
dejarse llevar por ella, siempre que puede. Al fin y al cabo, en ella
reside todo aquello que no siempre tiene explicación en nuestro día a día! Y es
que la magia de la vida con toda su riqueza, con sus corazonadas y sus
sincronicidades -mal llamadas casualidades- se escapa de lo lógico, lo
conveniente y de lo razonablemente previsible. Es quizás por ello que muchos
desertan de todo lo que ofrece la vida y se protegen intentando vivir solo
aquello que entienden y que la razón les tolera! Y eso, huelga decirlo, sesga
el gran repertorio que la vida nos regala cada día! Cuando uno vive solo lo previsible, lo
seguro y lo cómodo, pierde todo atisbo de ilusión y de misterio… y se pierde la
vida plena!
La Conciencia -llámale Dios, Yo
Superior, Cósmos, Energia, Destino o como quieras llamarle-, para bien o para
mal, está presente cada segundo de nuestra vida! Podemos escucharla, seguirla…
o simplemente intentar ignorarla! Pero no deberíamos extrañarnos que, cuando la
ignoramos, es la vida la que nos envía alguna señal en el mundo real -a veces
sutil, sorprendente o estridente- para invitarnos de nuevo a oírla y, en su
caso, obligarnos a atenderla, desencajándonos de lo que vivimos solo con la
razón! La
Conciencia como la propia verdad de la vida acaba imponiéndose… o como se dice
vulgarmente “la vida pone las cosas en su sitio“!
Pero, más allá de todo ello, la
verdad es que cuando uno actúa según su Conciencia, desaparecen las dudas y
aparece la certeza! Y, con esa certeza, huelgan argumentos y razonamientos
propios y ajenos, uno no ha de justificarse más que ante sí mismo y su Conciencia!
Y es cuando aprendes a confiar en ella… que no es más que al fin confiar en la
vida, pues es cómplice de ella! Y confiar en la vida es todo lo que necesitamos para
transitar por ella con amor y ya sin miedo, confiando que cada persona, momento
y lugar que aparecen tiene su propio sentido, que nos desvelará -tal vez en voz
baja- nuestra Conciencia, dándonos la paz que necesitamos en cada momento!
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