Laura Gutman, terapeuta familiar
autora de 'Mujeres visibles, madres invisibles'
Tengo 53 años. Nací en Buenos
Aires: ¡visítennos! Soy judía. Tengo
tres hijos: he escrito mi último libro con el que es dibujante. Cuanto más desamparo sufrimos de niños, más nos cuesta estar bien
con nuestros hijos. No
hagan de padres a solas: busquen comadres y compadres.
NUEVA HUMANIDAD
Traigo de nuevo a Laura Gutman, a petición de los
lectores, a La Contra con impresiones inéditas sobre la maternidad. Y ¿quién no
compartiría sus objetivos?. "El desafío –propone– es recuperar, de
modo nuevo y creativo, los aspectos femeninos ligados a la maternidad amorosa y
profunda que las mujeres hemos tenido que relegar para acceder al universo
masculino. Sólo así lograremos que todo niño esté bien "maternado",
bien pegado al cuerpo de su madre. Es objetivo de todos, porque de ese modo el
niño llegará a ser un adulto seguro, generoso y sin temor a perder nada, ya que
cuanto pueda necesitar estará vibrando siempre en su interior. Esos son los
individuos que la humanidad precisa".
Durante generaciones, las mujeres éramos, ante todo, madres. Esa
era nuestra máxima identidad social y por ella éramos valoradas.
¿Y eso era bueno o
malo?
Eso no garantizaba a los hijos ser mejor criados, más amados ni
protegidos.
¿Y hoy ya no son
madres ante todo?
Hoy se valora sobre todo el papel que representamos en la esfera
de lo público. Por eso, las madres sólo sentimos que "somos" si
trabajamos, si somos autónomas económicamente y realizamos nuestros intereses.
Tiene su lógica.
Pero entonces entramos en contradicción
con la función materna, relegada al ámbito de lo privado: silenciosa e
invisible. Así que tendremos que conseguir que la función materna no entre
en contradicción con las demás. Pero es complicado asumir ambas.
Si te organizas hay
tiempo para todo.
No pensemos sólo como adultos. Pongámonos en la piel del niño
totalmente dependiente de los cuidados maternos: su nivel de soledad y
aislamiento, si su madre no le da la atención que necesita, es inmenso.
Para algo están las
guarderías.
Están bien para atender a los niños cuando las madres trabajan.
Pero en ellas los niños no están conectados "fusionalmente" con sus
cuidadoras. Y los hijos necesitan –al final del día– entrar en contacto profundo y
amoroso con su madre, siempre y cuando
esta sea capaz de conectar consigo misma emocionalmente y, por tanto, con el
niño.
Además tenemos
bajas maternales, subsidios, ayudas... (o al menos teníamos).
Y ayudan. Pero, cuando criamos niños, estamos muy solas. E
invisibles a ojos de los demás. Por eso, nos resulta más fácil regresar al
trabajo, donde somos reconocidas.
Y no las culpo por
ello.
Ni yo. Es normal. Hemos perdido la
tribu, la familia extendida, las comadres, las vecinas. Estamos encerrados
en pisos acompañadas por la televisión, el móvil y el ordenador. Debemos
espabilarnos para estar junto a otras mujeres y hombres que quieran
acompañarnos en la rutina con nuestros niños.
Debe ser duro no
encontrar a tu madre aunque la tengas cerca.
Dura es la vida de los niños. Y la que nosotros mismos hemos vivido
siendo niños, aunque no tengamos ninguna conciencia de ello. La mayoría hemos crecido sintiendo
que el mundo de los adultos estaba muy lejos de nuestro mundo emocional. Con miedos que nadie ha aplacado. Con llantos que nadie ha calmado.
Lo pasado, pasado
está.
Pero ahora es urgente que tengamos conciencia de cual fue nuestra
realidad afectiva de niños. Si contactamos con lo que realmente nos sucedió,
comprenderemos por qué nos resulta tan arduo permanecer con nuestros hijos
pequeños: sencillamente, porque los
niños nos obligan al contacto emocional íntimo. Y eso duele, porque resuena en
nuestros sufrimientos infantiles.
¿No es usted muy
categórica?
Sí, lo soy. Después de treinta años de trabajar con cientos de
familias, aparece una evidencia: cuanto más
desamparados estuvimos de niños, más nos hemos construido un personaje para
sobrevivir. Y no estamos dispuestos a abandonarlo.
Tal vez porque nos
sigue protegiendo.
Pero nos hace estar más atentos de salvarnos nosotros que de
salvar al niño. Ese es el motivo por el que esperamos que los niños respondan a
las necesidades de los adultos, y no al revés. Es hora de comprender a nuestro niño
interno para ser capaces de acercarnos a quienes son niños hoy.
¿No mimamos a los
niños demasiado?
Hoy los compensamos con objetos de consumo, pero si cuando la
criatura esperó a su madre todo el día y, cuando finalmente llega, tampoco está
toda ella con el alma puesta allí, le resulta enloquecedor.
¿Antes era mejor?
Tendríamos que acordar a qué nos referimos cuando decimos
"antes". Hace una o dos generaciones seguramente no era mejor. Somos
hijos y nietos de madres reprimidas y sometidas, a nivel sexual, económico,
social. Muchos de nosotros hemos sufrido las descargas maternas de tanta
frustración.
¿Qué propone?
Que nos miremos hacia adentro. Que busquemos
mecanismos para conocernos mejor, que seamos más conscientes de nuestras
realidades emocionales. Y si devenimos madres, pidamos ayuda y compañía para ofrecer
nuestros cuerpos y nuestros corazones abiertos a los niños pequeños.
¿De qué depende?
De la decisión consciente de ofrecer a nuestros hijos incluso
aquello que no hemos recibido. Si descubrimos el nivel de desamparo del que
provenimos, al menos sabremos con qué contamos y con qué no. En lugar de
juzgar cómo deberían ser las cosas, o cómo debería portarse el niño,
escuchémosle y tengamos en cuenta lo que nos quiere decir.
¿Cómo?
¿Cómo cortar el encadenamiento de desamparos?. Con conciencia. Hay muchos
sistemas de indagación personal. Yo he ido perfeccionando a lo largo de los
años: la "construcción de la biografía
humana" con la que intento dilucidar la distancia que hay entre lo que
creo que me ha sucedido y lo que sucedió en verdad en la trama familiar.
Ustedes a ganar
dinero con la terapia.
Le
aseguro que se gasta mucho más en cosas menos necesarias.
Muy real, el mundo femenino y su complejidad social y emocional...
ResponEliminaUn abrazo Joan
Y no solo el femenino, por suerte el masculino poco a poco va aflorando... Gracias Sofya!
ResponEliminaTotalmente de acuerdo Joan...
ResponEliminaUn beso