Tengo 70 años. Nací en Nueva Jersey y vivo en Venecia. Estoy licenciada en Literatura Inglesa. Soltera y sin hijos. Sospecho del impulso que empuja a políticos, militares, mafiosos y religiosos, todos buscan el poder, y en sus instituciones las mujeres son invislbles. Atea
LA
DAMA DESCALZA
Vive rodeada de retratos de personajes
con puñetas junto a la iglesia desia Santa María del Mirácoli, en Venecia. Hace
más de medio siglo una amiga la invitó a viajar a Italia y decidió quedarse sin
dejar de recorrer el mundo como profesora universitaria de Literatura Inglesa.
Creó a su comisario veneciano Guido Brunetti a los 49 años, y con su primera
novela, Muerte en la Fenice, obtuvo
el prestigioso premio Suntory. En su piso veneciano, tapizado de alfombras,
Donna camina descalza. Como su comisario, es una gran conversadora, culta y
sagaz. No tiene televisión y escribir le sigue divirtiendo. Lleva publicadas 23
novelas (en español Seix Barral) traducidas a 26 idiomas
Sigue
siendo estadounidense?
Si, en mis prejuicios. Para los
norteamericanos de mi generación es importantísimo trabajar; sin embargo, no
tenemos prejuicios de clase.
Los
europeos sí?
A la aristocracia europea le
divierte invitarme a sus cenas porque soy famosa. A mí, de la gente me importa lo que hace y
no sus títulos o posesiones. En esas cenas nadie me ha preguntado cómo vivo,
dónde, por qué...
Entiendo.
Tal vez a ellos les parezca de
mala educación preguntar; a mí me parece una glorificación de la falta absoluta
de interés por los otros. Vara los ricos, el egoísmo se ha convertido en una
virtud en lugar de una carencia.
¿Qué
busca, usted?
He tenido una vida afortunada:
me becaron y mis estudios consistieron en leer durante horas las grandes
novelas inglesas y norteamericanas. ¡Y me pagaban por eso!
¿Y
luego?
He enseñado literatura inglesa
a profesores chinos. Entonces tenía 38 años, era la primera extranjera en una
universidad después de la revolución cultural y mi orgullo es que mis
estudiantes me explicaban la verdad.
¿Qué
verdad?
La que no le decían ni a su
mujer que China es un país totalmente corrupto. La libertad de pensamiento y de
palabra me parece un derecho humano esencial. Pero esa misma carencia la vi en
Arabia Saudí. Mejor la esclavitud, porque por lo menos los esclavos podían
decir que "ser esclavo es una mierda".
¿Qué
aprendió de sí misma en esos lugares tan alejados de su idiosincrasia?
Que tuve la suerte de nacer en
un país sin problemas de libertad, de justicia, de guerra. Hablo de la América
de los años cuarenta, cincuenta y sesenta; no la de hoy. Sabíamos que
encontraríamos un trabajo que nos gustaría y que nos pagarían por él. Nos
sentíamos seguros económica y físicamente.
¿Se
acabó?
Sí, porque la nueva religión es
el dinero. Hoy
todo el mundo quiere ser rico, y para serlo es capaz de cualquier cosa.
Ahora, cuando los jóvenes acaban la universidad, tienen deudas de miles de
dólares con intereses increíbles. Les espera una vida de deudas. Nos hemos
arruinado en guerras absurdas dejando aparte la moral, la política, las mujeres
y niños muertos. La edad de oro para EE.UU. ha terminado, y para
Europa.
También
impartió clases en Irán, en Arabia Saudí, en Suiza y en Inglaterra.
Hay diversas maneras de
afrontar la vida, tantas como lenguas y religiones. No se puede decir "mi manera es la
manera'. He aprendido un poco de tolerancia. El problema es que, de
niño, en EE.UU. te enseñan que el tuyo es un país especial.
Usted
ha ido sola por el mundo.
Por suerte no tenía ambiciones,
no quería ser catedrática ni presidenta. No me interesaba el éxito. Y eso me ha dado libertad Si
tienes ambiciones, te sometes a un camino y cuando hay obstáculos surge la
frustración.
¿No
quería tener una familia?
Sabía que no era para mí. La
vida en común exige un sentido de responsabilidad que yo no tengo. Si escoges
estar con alguien, es para hacerle feliz. Yo quiero ser libre y así soy feliz.
Siempre estuve expuesta al ejemplo de la Felicidad, tuve una madre muy feliz.
¿No
tenía intención de ser escritora?
No, quería enseñar, leer,
hablar de libros. Me convertí en escritora porque un amigo odiaba a un director
de orquesta. "Quédate
tranquilo -le dije-, yo lo mato" , Y aquella primera novela
negra ganó el Suntory.
Un
comisario que vive en la ciudad del mundo donde menos crimen hay.
Se trata de una comunidad unida.
La otra opción es Londres, llena de cámaras: hagas lo que hagas estás vigilado,
han olvidado que la seguridad está en la sociedad. El futuro es la invasión de
la intimidad, todo está controlado: teléfono, cuentas, movimientos. Su correo
es público. Es una invasión.
¿Qué
tiene de especial su comisario?
Es simpático, instruido, culto,
políglota, tiene buen gusto, ama a su mujer y a sus hijos, no tiene problemas
existenciales. Para él lo importante es la vida privada. Todo esto le hace
diferente de los otros comisarios.
Cuénteme.
Yo diría que la mayor parte de
las personas viven en paz. No soporto a los tristes, a los que comen mal, se
pelean con su mujer, beben, y en su vida sólo está su trabajo..., en el caso de
los comisarios de novela, el crimen y los compañeros policías.
¿Cómo
ha evolucionado su comisario a lo largo de 23 novelas?
Es más pesimista, como yo.
Hemos destruido el planeta y el planeta nos destruirá. Es un pecado tener un
jet privado, un todoterreno, una secadora en el Mediterráneo. Hace unas semanas
en Pekín les faltaban números para medir la contaminación. Veo un futuro negro.
Pero yo soy un dinosaurio.
Hace
doce años me citó a Henry James.
Cuando le preguntaron por las tres cosas importantes en la vida
dijo: "Ser amable, ser amable v ser amable". Aún pienso como él.
porque la vida es mucho más fácil y pacífica con un poco de caridad y
tolerancia.
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