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dimecres, 10 d’abril del 2013

"Utilizamos el fútbol para enseñar valores". Javier Marcet. La Contra de La Vanguardia.


Javier Marcet, creador de la Fundación Marcet, con escuelas de fútbol en 28 países.
Tengo 85 años. Nací en Terrassa y vivo en Barcelona. Casado, tengo 8 hijos y 15 nietos. Licen­ciado en Derecho y en Económicas, soy exjugador de fútbol profesional. Veo un deterioro de la clase política y creo que la corrupción es hija de la educación Soy católico practicante

El valor del fútbol.
Dice ser un hombre con­servador cuyo máximo valor es el amor a la fa­milia y al prójimo. De ese principio ha nacido una escuela de fútbol nada convencional que se ha implantado en me­dio mundo y que aprove­cha las ganas de los ni­ños por ser el Messi del futuro para inculcarles valores y el gusto por el estudio. En sus aulas se mezclan nacionalidades y clases sociales, el dine­ro de unos ayuda a los otros, y las ganas de aprender de los más des­favorecidos son ejemplo para los que, teniéndolo todo, carecen de motiva­ción. La Fundación Mar­cet conoce las notas de cada alumno, a los que ayuda con tutoría y re­fuerzos, y el que no aprueba se queda en el banquillo.


Maestro?
Así me llamaban en el siglo pasado, ¿cómo lo sabe?.

Jugó usted en el Barça, el Real Ma­drid, el Espanyol y la selección española...
Tenía una cierta habilidad técnica. Pero de­jé el fútbol porque tenía ofertas mejores en el campo empresarial. Entonces en el fútbol no se pagaba lo que se paga ahora.

¿No le parece una vergüenza?
Hay muchos equipos en crisis a causa de las cifras astronómicas que pagan a los jugado­res los que manejan el dinero, que, obvia­mente, no es suyo. Y no me gusta que se pre­mie a los jugadores, son las vitrinas de los equipos las que han de acumular premios.

Usted ha dado muchas vueltas.
He viajado, pero no he sacado fruto de ello. Lo esencial lo llevaba ya conmigo: la fe y el amor por la familia. Una vida no la hace el trabajo, sino las personas con las que se con­vive. Yo llevo toda la vida casado y sigo ena­morado. El amor no termina nunca, hay que fabricarlo cada día.

¿Y cómo se hace eso?
¡Pues amando!... Y nunca se ama demasia­do. Yo cada día le digo a mi mujer “te quiero” y la cojo de la mano mientras vemos la televisión; le doy las gracias por prepararme el desayuno, la comida y la cena, y lo hago con amor. Si no lo trabajas, el amor muere.

¿Cuál ha sido la herramienta más útil de su vida?
El examen de conciencia cada noche antes de acostarme: analizas lo bueno y lo malo, sacas tus propósitos para el día siguiente y te duermes tranquilo porque estás haciendo todo lo que puedes. En una de esas noches surgió la fundación: pensé que esa habilidad que Dios me había dado para jugar al fútbol yo debía dársela a los demás.

Y creó su fundación escuela de fútbol.
Con la ayuda de mis hijos, en 1978. Ninguno de nosotros vive de ella. Cada uno tiene su profesión al margen, pero le dedica una par­te de su tiempo; y ya estamos en 28 países.

¿Cómo se mantiene la fundación?
Todo gira en tomo a la escuela de fútbol, tenemos niños externos e internos que van a un colegio con el que tenemos un acuerdo. Los que pueden pagar pagan, y con ese dine­ro se mantiene a los que no pueden pagar. Más de tres millones de chicos siguen nues­tra metodología en todo el mundo.

¿Un método de enseñanza de fútboI?
Sí, y más allá de la técnica, nuestro objetivo es crear jugadores libres, inteligentes, con valores y empleabilidad futura. Libres para que puedan elegir, e inteligencia para to­mar las decisiones correctas.

¿Y eso cómo se educa?
Mediante 16 puntos. El primero es la humil­dad: saber que no sabes. Partimos del desco­nocimiento inconsciente (se creen el centro del mundo y piensan que ya lo saben todo). El segundo punto es el desconocimiento consciente...

Se dan cuenta de que no saben.
... Luego viene el conocimiento consciente y de ahí pasamos al conocimiento inconscien­te: cuando los movimientos técnicos están asimilados y surgen sin pensar.

Nunca habría asociado fútbol e inteli­gencia.
Los chavales que vienen a nuestra escuela quieren ser jugadores profesionales y noso­tros utilizamos el fútbol como un acicate pa­ra que entren en la dinámica del estudio, ese es nuestro trabajo. Nos vienen chicos de África, Centroamérica... Nosotros adapta­mos los estudios a sus posibilidades.

Póngame un ejemplo­
A los niños que vienen sin estudios previos les facilitamos que obtengan el título de pri­meros auxilios, y no sabe el orgullo de tener un primer título y el empuje que represen­ta. Así pasan de que el fútbol sea lo único en su vida a que se les abran horizontes. Algu­nos han llegado así a la universidad.

¿Ustedes los ayudan a estudiar?
Sí, tenemos tutores, profesores, refuerzos y técnicas de estudio, psicopedagogos. Todos los profesores tienen dos carreras y hablan idiomas porque el personal tiene que dar ejemplo. El tutor de estudios es nigeriano, doctor en Pedagogía y domina siete idiomas.

...
Para aprender fútbol ya vienen motivados, por eso nuestro empeño está en lo académi­co, en la convivencia y en los valores. Los chicos con recursos se mezclan con los chi­cos sin recursos, y el ambiente hace el resto.

Hábleme de ese ambiente.
Compañerismo, motivación, disciplina. El niño con recursos al que le gusta el fútbol se encuentra con jugadores de muchísimo ni­vel que son chicos sin recursos que vienen de Africa, de Honduras..., chicos para los que estar aquí es lo máximo que les podía haber pasado en su vida.

Entiendo.
Son estos chicos becados los que empujan a los otros hacia esa emoción e ilusión por es­forzarse y hacer algo en común.

¿Consiguen eliminar las diferencias de clases sociales?
El dinero es la mayor barrera social y aquí no sirve para nada; la única moneda de cam­bio es que te valoren, el compañerismo.


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