Los padres dedican gran parte de su vida a dejar a
la siguiente generación el máximo bienestar económico. Pero los hijos, desde
pequeños, se quedan más con sus gestos, sus ejemplos y sus palabras. El auténtico
legado empieza en vida
El diccionario de la RAE define herencia en sus
diferentes acepciones: “Conjunto de bienes, derechos y obligaciones que al morir
una persona, son transmisibles a sus herederos o a sus legatarios”, “Rasgo o
rasgos morales, científicos, ideológicos, etcétera, que, habiendo caracterizado
a alguien, continúan advirtiéndose en sus descendientes o continuadores” y,
“Conjunto de caracteres anatómicos y fisiológicos que los seres vivos heredan
de sus progenitores”.
“Al
recordar su legado me vienen a la mente aquellas largas horas compartidas con
mi padre. Horas de conversación y
también horas de silencio en las que no hacía falta hablar porque estábamos
juntos, acompañándonos, disfrutando de la música, de la lectura… recuerdo con
nostalgia y con gratitud su amor y su apoyo. De él aprendí a tener paciencia, a
reflexionar antes de actuar, a pensar en el bienestar de los seres queridos, y
también a amar la naturaleza. Recuerdo con nostalgia tantos y tantos momentos
de mi niñez y juventud, que marcaron para siempre mi forma de ver la vida, de
disfrutar las cosas y de afrontar los problemas y dificultades. Le agradezco los bienes materiales que me
dejó pero, más aún, sus enseñanzas y su ejemplo”, explica Cristina de 57 años, que junto con sus
hermanas heredaron una considerable fortuna. Dejar bienes materiales a los
hijos es la preocupación de la mayoría de los padres. Este deseo natural lleva
a muchos progenitores a centrarse en la adquisición y gestión de dichos bienes
y con frecuencia dejan por el camino el contacto, la comunicación. No tienen
tiempo para más. Pero en la mayoría de los casos, los padres no serán
recordados tanto por el dinero que ganaron o por el éxito en su carrera
profesional y sí, en cambio, por el tiempo compartido, por las
conversaciones, por las aficiones en común, por su actitudes y comportamientos,
por el grado de afinidad y confianza, etcétera.
Los niños nacen con una remarcable herencia
genética. Pero sus vidas son modeladas por la interacción con el entorno
familiar y la cultura a la que pertenecen. El legado de los padres empieza en
el momento mismo en que nacen los hijos; intencionadamente o no, se construye
cada día. Todo cuanto ocurre desde entonces, todo cuanto ellos
escuchan y ven en sus progenitores, va conformando lo que podríamos llamar su patrimonio
emocional. En la memoria quedarán grabadas aquellas cosas que de una
forma u otra les impactaron. Las imágenes del padre y de la madre se irán
perfilando con sus aspectos positivos y negativos. Pasarán por las etapas de imitación,
adoración
y también de alejamiento
y diferenciación, incluso de rechazo y de reconciliación. Pero en este
proceso de aprendizaje por modelado, el apego emocional entre unos y otros y el
tiempo que pasan juntos, en el que se atienden necesidades físicas y
emocionales sirven para establecer un vínculo. Vínculo que sienta las bases
para que los padres funcionen como ejemplos a seguir. El cerebro del niño
almacena información sobre conductas y acciones para imitarlas en un futuro. Observarán y
recordarán información tanto positiva como negativa.
Por mucho tiempo que dediquemos a explicar lo que
está bien y lo que está mal, si esas palabras no coinciden con nuestro
comportamiento habitual, de nada servirán. Los niños se concentran por
naturaleza en las acciones antes que en las palabras. Niños y no tan niños,
aprenden a descifrar los valores que realmente motivan las acciones en
comparación con los valores sobre los que simplemente se habla. Necesitan
coherencia entre lo que les decimos y lo que hacemos. Si les pedimos
que sean ordenados, también debemos serlo nosotros, si queremos que sean
leales, debemos serlo nosotros… pero si acostumbramos a gritar o somos
impuntuales, seguramente ellos también gritarán y serán impuntuales… los padres
son el primer y más importante modelo para los hijos. Si les queremos
transmitir pautas correctas de comportamiento, de modo que actúen
responsablemente, debemos ante todo, ser un buen ejemplo. Será importante respetar
sus derechos, necesidades e intereses, sin llegar a permitir que hagan todo lo
que quieran, ni facilitar que se conviertan en tiranos. Ellos necesitan límites
firmes a fin de adaptarse a su entorno y a tener una visión real del mundo y de
la sociedad a la que pertenecen.
Mercedes, de 61 años,
ha decidido que no dejará bienes a sus hijos como herencia. Lo que deje deberá
ser destinado a la educación de sus nietos. Considera que es importante
asegurar, o por lo menos intentar, que éstos puedan acceder a un buen nivel de
educación y sabe que sus hijos no estarán en condiciones de dársela. El dinero
desaparece, los bienes materiales se malogran, pero el conocimiento jamás se pierde.
Será importante que aprendan a aprender, fomentar su curiosidad y animarlos a
que se hagan preguntas. El conocimiento proporciona herramientas para llevar a
cabo las acciones que hacen posible cumplir con metas y sueños. De nada
servirá, por ejemplo, heredar un negocio o un patrimonio si no se está
preparado para gestionarlo. El aprendizaje de una profesión o un oficio, de
idiomas, de nuevas tecnologías, etcétera, será una herencia que permanecerá en
el tiempo. Y será preciso que sepan que la formación y la adquisición de conocimientos no
finalizan cuando acaban los estudios, pues es indispensable
actualizarse, reciclarse y adaptarse a los continuos cambios del entorno
laboral y de la sociedad. También será importante que aprendan a que
eventualmente tendrán que pasar a un plan B que requerirá el aprendizaje de
nuevas disciplinas y conocimientos y de un cambio de rumbo profesional.
“En
el último hoyo, de salida fui directo al agua; lo mismo hizo mi hijo de 21
años, lo mismo le ocurrió al de 14. Tras dejar los palos, me dirigí hacia donde
estaban ellos y los vi charlando animadamente, inclinados uno hacia el otro; me
paré a observarlos y me dije a mí mismo: “Este es mi legado como padre, no el
dinero, ni el ‘futuro garantizado’; es el amor y complicidad entre hermanos y
las aficiones que nos unen y nos permite disfrutar de metas comunes. Y cuando
yo ya no esté, tendrán tantas cosas para compartir…”, explica Gerardo de 54 años. El tiempo que les
dedicamos, jugando con ellos, desayunando, comiendo y cenando con ellos,
acompañándolos en sus actividades extraescolares, durante los fines de semana,
durante las vacaciones, durante los viajes, practicando juntos algún deporte o
actividad de tipo manual, artístico o intelectual, haciéndoles partícipes en
nuestras aficiones, será importante para atender a sus necesidades y para crear
una historia común con nosotros y entre hermanos. Son muchos los que agradecen
a sus padres el haber fomentado esta unión. Desde luego, este es un buen legado.
“Mi
padre siempre decía que el mejor regalo que un progenitor puede dejar a sus
hijos es inculcarles principios éticos de moral, justicia y equidad, además de
valores como el respeto, la honestidad, la lealtad, la responsabilidad y otros.
Dejar como herencia una imagen de
rectitud y honradez cuando ya no esté, para que sus descendientes se
enorgullezcan de su apellido”, explica Jaume de 66 años. En la sociedad occidental, muchos valores han
cambiado o parecen haber caído en desuso, los espirituales han desaparecido
prácticamente. La familia nuclear se ha desintegrado en gran medida y el
impacto de la familia extensa también ha disminuido. “Nacemos
humanos pero eso no basta: tenemos que llegar también a serlo” afirma
Fernando Savater en su libro El valor de educar, Editorial Ariel,
2008. En ¿Cómo educar en valores en
nuestra sociedad actual? y en la revista Contribuciones a las Ciencias Sociales, (2009), Nuria Otero Martínez agrega: “para moldear al
ser humano se hacen necesarios valores como la tolerancia, la igualdad, el
respeto…, el ser humano necesita que se le ‘dome’ y ese moldeamiento debe ser
el adecuado y por ello desde la escuela se deben inculcar los principios
básicos de la humanidad”. Savater agrega que “la educación ha perdido el norte y ha
olvidado su objetivo fundamental: la
formación de la personalidad”.
Pero es en el seno familiar donde se debe iniciar
la educación en valores. No corresponde a los abuelos o al sistema educativo,
ellos en cualquier caso los podrán reforzar. Y la formación en valores dura toda la vida,
no es una asignatura que se cursa y se aprueba, es un aprendizaje continuo que
se transmite de padres a hijos, como fuente primaria. Y es, el ejemplo la
herramienta que mejor funciona. El ejemplo en tolerancia con la ideas,
opiniones y creencias de los demás; el ejemplo en respeto por personas, animales y
medio ambiente; el ejemplo en responsabilidad con nuestros deberes y
obligaciones; el ejemplo en libertad como la facultad que permite al ser
humano tomar decisiones y actuar según su inteligencia y voluntad, libertad que
funciona cuando hay equilibrio entre los derechos y cuando las
responsabilidades y las elecciones están de acuerdo con la conciencia; ejemplo
en honestidad
que implica sinceridad y cumplimiento de las obligaciones sin trampas o
engaños; ejemplo en igualdad, evitando discriminar por origen
nacional, raza, creencias religiosas, sexo u orientación sexual.
En gran parte, nuestros hijos son nuestro mejor
legado; ellos son la siguiente generación. Y si de algo podemos estar seguros,
es de que no siempre estaremos a su lado, un día faltaremos. Cuando esto
ocurra, ¿Cuál
será nuestro legado? ¿Qué les dejaremos para la posteridad? ¿Qué les
estamos dando en el día a día? Estamos hablando de una herencia que se entrega en vida.
UN ANUNCIO
SORPRENDENTE
Coincidiendo con el espíritu navideño, IKEA lanza
un emotivo anuncio titulado “La otra carta”. Se trata de un experimento
con diez familias españolas en el que los niños son los protagonistas. En una
sala, los facilitadores les piden a los pequeños que escriban su carta a los
Reyes Magos. No tardan nada en poner los juguetes que les más les
gustaría tener. Todo cambia cuando se les pide que escriban una carta a sus
padres, con las cosas que les pedirían a ellos. En un principio se
extrañan, pero empiezan a explicar lo que les pide a ellos: pasar más tiempo
con mi padre, jugar más con mi madre, que cenen más veces conmigo, que nos
hagan un poco más de caso, que me hagan cosquillas, que me lean un cuento, son
algunos de sus deseos.
Al final del anuncio, se les pregunta a los niños
por aquella
carta que les gustaría que se entregara de verdad, sorprenden sus
respuestas.
Un anuncio con mucho trasfondo, no solo por las
verdades que refleja sino por ver la cara que se les queda a los padres al leer
las cartas que les han escrito sus hijos.
En los comentarios a la noticia publicada por la
agencia de comunicación Rayko Lorenzo, figura el siguiente: “Este spot nos
recuerda lo que ya sabemos, aunque se nos olvida en la vorágine y obligaciones
del día a día, que lo importante no son las cosas materiales que das, sino el tiempo que dedicas a las personas que
quieres y te quieren. En definitiva esto es lo que pedimos no sólo los más
pequeños de la casa, también los mayores, los abuelos, todos”.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada