Autor: Francis Scott
Fitzgerald
No damos,
pienso, su verdadero valor a las palabras. A fuerza de oírlas y
repetirlas se convierten en viento, más o menos molesto dependiendo de nuestro
ánimo, que se confunden y se pierden en un fragor cotidiano repleto de ecos.
Algo así como la lluvia que oímos caer, sin que nos deje una impresión profunda
y que apenas nos secamos, conseguimos
olvidar.
Reivindico
desde aquí el poder de la palabra como fuente inspiradora de los mayores retos
o como elemento apaciguador que aporta serenidad al mundo o como herramienta
reparadora de las miles de aflicciones a las que la vida nos aboca... Las palabras,
si se oyen bien, pueden mover el mundo. ¿Demasiado pretencioso? pues
créeme al menos si te digo que pueden mover ‘tu mundo’.
Fíjate
si es grande el poder de una palabra, que tan sola una de ánimo de la persona
adecuada, podría transformar toda tu la
vida y aportarte la fuerza que necesitas
para cumplir con tus sueños o recomponerte, si estás roto, para volver a la
pelea cuanto antes. Una palabra es suficiente para hacer o deshacer la
fortuna de un hombre.
Otro
día hablaremos del silencio, que también tiene sus propios códigos, pero hoy
corresponde ponderar y aplaudir a las palabras.
Las
elegantes,
que dicen que no son sinceras, o las sinceras que nunca son elegantes.
La que
una vale por muchas,
pero muchas no valen por una.
Las que
teníamos que haber expresado
y que no se presentan ante nuestro espíritu hasta cuando ya es demasiado tarde.
Las
impregnadas de afecto
o las que hieren más fuerte y gravemente que una espada. Las que suponen el
mejor espejo del hombre que las pronuncia.
Las que, como las hojas, cuando
abundan, poco
fruto hay en ellas.
Las que
si no van seguidas de hechos no valen de nada…
Y
hablando de bellas e inspiradoras palabras, hoy os traigo un memorable y no
demasiado extenso discurso. De ese compendio de mensajes maravillosos y
movilizadores, que nos predisponen a vivir al máximo de nuestras posibilidades,
no desaprovechando oportunidades ni desechando, por miedo, caminos que nos
apetecen recorrer…
Bryan Dyson, ejecutivo
estadounidense, ejerció como máximo responsable de la empresa Coca Cola entre
los años 1986 y 1991. Su trabajo en una de las compañías más poderosas del
mundo, fue reconocido de manera unánime.
Al
abandonar su cargo, Bryan Dyson pronunció un discurso de despedida que se hizo
muy popular, tan popular que trascendió el puro ámbito para el que estaba
preparado (aquel adiós), llegándose a convertir en una pieza clásica de las
charlas de inspiración…
“Imagina
la vida como un juego en el que estás haciendo malabares con cinco pelotas en
el aire. Estas son: tu Trabajo, tu
Familia, tu Salud, tus Amigos y tu Vida
Espiritual. Y tú las mantienes todas a la vez en el aire.
Pronto te
darás cuenta de que el Trabajo es como
una pelota de goma. Si la dejas caer, rebotará y regresará. Pero las otras
cuatro pelotas: Familia, Salud, Amigos y
Espíritu, son frágiles, como de cristal. Si dejas caer una de ellas,
irrevocablemente quedará marcada, mellada, dañada en parte e incluso
completamente rota. Nunca volverá a ser la misma.
Debes
entender esto: tienes, por encima de todo, que apreciar y cuidar lo más valioso. Trabaja eficientemente en el horario regular
de oficina, pero deja el trabajo a tiempo. Dale los minutos y las horas que
requieran tu familia y a tus amigos. Haz ejercicio, come y descansa
adecuadamente. Y, sobre todo, crece
en vida interior, en lo espiritual, que es lo más trascendental, porque es
eterno.
Shakespeare
decía: Siempre me siento feliz, ¿sabes por qué? Porque no espero nada de nadie. Esperar siempre duele. Los problemas no son
eternos, siempre tienen solución. Lo
único que no se resuelve es la muerte.
La vida
es corta, ¡por eso, ámala!. Vive intensamente y recuerda:
- Antes de hablar... ¡Escucha!
- Antes de escribir... ¡Piensa!
- Antes de criticar... ¡Examínate!
- Antes de herir... ¡Siente!
- Antes de orar... ¡Perdona!
- Antes de gastar... ¡Gana!
- Antes de rendirte... ¡Intenta!
- ANTES DE MORIR... ¡VIVE!"
Muy buenoooo!!!!!!!!!!!!!!!!!!
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