Tengo 36 años y soy licenciada en Políticas,
Antropología y Empresariales, pero sigo aprendiendo a amar. Nací en Vielha, y desde Aran, al universo. Quien
no es dueño de sí mismo no es libre, y el teatro ayuda a lograr ese dominio. Si no te ayudas, no podrás ayudar a los demás.
“HAZ TEATRO”
En Per
donare exploramos la emoción del odio en una relación madre-hija. El odio
en sí mismo no es bueno ni malo, pero, si nos dejamos arrastrar por él, nos
arrastra a la violencia. En cambio, si lo convertimos en una ocasión para
aprender a perdonar, nos puede llevar a la paz. Por tanto, la bondad o la
maldad no está en el odio, sino en ti.
La violencia empieza donde acaba el dominio sobre
uno mismo. Por eso tenemos un proyecto de teatro para la educación emocional de
120 jóvenes en Guatemala. Les enseñamos a gestionar sus conflictos externos e
internos y a prevenir la violencia mediante el diálogo, el respeto y la
tolerancia: educamos su empatía. Y los resultados se transforman en pedagogía.
¿Cómo? Con método: el Departament d’Ensenyament y
la Universitat de Barcelona reconocen Qui
sò jo como recurso pedagógico para la empatía y la educación emocional.
Por qué teatralizar problemas nos enseña a
corregirlos?
Porque es un modo de tomar distancia respecto a
ellos para así poder verte mejor a ti mismo.
¿Cómo?
Sólo
eres capaz de escenificar emociones si has profundizado en las tuyas hasta
entenderlas.
Así aprendes también a no dejarte dominar por ellas y, al fin, a dominarlas. Es
lo que Marquier o Goleman describen como desidentificación, o toma de conciencia.
¿En qué consiste?
Al
convertirte en actor, te vas transformando también en el espejo de tus
emociones y vas tomando conciencia de cómo se transforman en actitudes y luego
en actos.
¿Una especie de catarsis emocional?
Es un retorno a los orígenes del teatro, que
también nació como una reflexión personal y, al mismo tiempo, colectiva sobre
los valores, pasiones, errores y terrores humanos.
¿Todos representan para todos?
El Teatro de Conciencia no siempre lo protagonizan
actores profesionales, por lo que, además de espectáculo, deviene una forma de
terapia para quienes se enfrentan al desafío de actuar. Para la audiencia
también es un método de autoconocimiento que le permite mejorar como persona.
¿Quién escribe las obras?
Las escribo y dirijo yo persiguiendo que los
actores reflexionen sobre su persona a través de su personaje en estrecha
conexión con su realidad inmediata. Por eso, el Teatro de Conciencia nació en
Val d’Aran en aranés con Persones d’Aran enta toti.
¿Han hecho ya alguna gira?
Qui sò jo fue la primera representación teatral en
aranés realizada en Barcelona. También actuamos en Guatemala en español e
invito aquí a los lectores a que actúen con nosotros (Teatrodeconciencia.org).
Quien no sabe actuar no sabe vivir.
Trabajamos las emociones, para darnos cuenta de
que no son
buenas ni malas; lo que es bueno o malo son los actos que deriven de ellas,
por eso es tan importante saber gestionarlas. Cada día recordamos a Epícteto: “Quien no es
dueño de sí mismo no es libre”. Y nos esforzamos por ser libres.
¿Qué emociones trabajan?
La rabia, la tristeza, el miedo, la sorpresa y el
amor, para mostrar que esas emociones, si tú no estás presente, te arrastran.
También es una forma de mostrar el secuestro emocional. El amor, secuestrado o no, siempre está
presente.
Woody Allen me dijo aquí que el amor es “sobre
todo una cuestión de suerte”.
El enamoramiento a lo mejor sí. Pero el amor, no. El amor es
cuestión de voluntad, de querer amar: si tú quieres amar, encuentras cómo.
Así que no se trata de tener suerte, sino de querer sentirlo y hacerlo posible,
y eso depende de ti.
Usted lo llama inteligencia del corazón.
Es
aprender a poner nuestras emociones y pensamientos al servicio de la confianza,
la seguridad, la gratitud, la aceptación y la bondad: eso es amar. Pero de forma
auténtica; no hipócrita. Sólo así seremos capaces de dar mejor ejemplo a
nuestros jóvenes.
¿Y las demás emociones?
Norberto Levy explica el enfado, el miedo, los
celos o la envidia. Yo convierto esas emociones en personajes para que los
actores puedan encarnarlas y aprender sobre ellas y, con el público, sobre sí
mismos.
Calderón también convertía en personajes las
virtudes y los vicios.
Trato de ayudar a los actores y al espectador con
mis obras y la puesta en escena a comprender y poder actuar sobre complejos
procesos internos que no son visibles.
Por ejemplo...
Una actriz, reconocida deportista, tenía que
interpretar el Miedo, pero sólo identificaba el temor físico hasta que trató de
encarnar otros temores, y descubrió que eran esos precisamente los que le
hacían sufrir. Y, al reconocerlos, supo superarlos: “Conócete, acéptate y supérate”,
dice san Agustín...
Usted también debe de haber aprendido.
Hoy sé que el crecimiento no es un proceso lineal,
sino espiral: a
veces avanzas y luego retrocedes para volver a avanzar. Y esa es la gran
aventura de la vida.
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