Ilustración Ana Parinni |
Cada uno debe encontrar su propia
receta. Pero dejar de esperar que ocurran ciertas cosas es un primer paso para
alcanzarla
Desde que las primeras tribus se reunieron
alrededor del fuego, la felicidad ha sido un tema de conversación interminable,
ya que sus concepciones y enfoques son casi infinitos.
La realización personal implica algo distinto para
cada individuo, dependiendo de su cultura, necesidades y situación. Aun así,
con el paso del tiempo han ido emergiendo ciertos mitos sobre la felicidad,
antiguos y modernos, de validez supuestamente universal.
En este artículo se examinan tres de los más
extendidos para entender un poco mejor la aspiración humana más esencial.
La teoría de que la felicidad es una herencia que
se recibe a través de los genes tiene tantos partidarios como detractores.
Aceptarlo equivale a asumir que si la lotería genética no nos ha favorecido,
estamos condenados a la negatividad y el pesimismo, mientras que otras personas
fluirán con alegría y naturalidad en el río de la vida.
LA FELICIDAD
SE LLEVA EN LOS GENES.
“Yo soy el amo y capitán de mi destino” Nelson
Mandela
¿Qué hay de cierto en esta creencia? Para tratar
de averiguarlo, David Lykken, profesor
de Psicología de la Universidad de Minnesota, llevó a cabo en la década de 1990
una ambiciosa investigación. Los sujetos del estudio fueron 4.000 parejas de
gemelos, tanto idénticos como mellizos, que habían sido educados de igual modo
y con las mismas oportunidades.
Tras cotejar las entrevistas de unos y otros, los
investigadores concluyeron que aproximadamente el 50% de la felicidad es
heredada genéticamente y el otro 50% es aprendida.
Si se representa el nivel de satisfacción como un
queso, una mitad sería una tendencia natural del carácter de cada uno. Ya
en los bebés se observan temperamentos dulces y otros que son más irascibles e
insatisfechos. La mitad restante dependerá del modo en el que cada cual decida vivir las
cosas.
Por tanto, la felicidad personal ni funciona con
piloto automático ni tampoco se decide por completo según este estudio, sino
que sería la suma de la naturaleza y de las decisiones vitales.
Que la felicidad se lleva en los genes sería, por
tanto, una verdad a medias.
Del mismo modo que un tímido patológico puede
subir a un escenario y desplegar el espectáculo más atrevido, también la
persona melancólica tiene la libertad de abandonar ese estado de ánimo y darse
una fiesta.
LA ALCANZARÉ
CUANDO…
“La felicidad está en la antesala de la felicidad”
Eduard Punset
A diario, la publicidad bombardea con mensajes
para convencer acerca de que determinados bienes procurarán la felicidad. Así,
en los anuncios se ve a un conductor que fluye serenamente con su deportivo, o
bien a una familia exultante al estrenar nueva casa.
En un plano más personal, a menudo se supedita la
felicidad a encontrar pareja o a conseguir un trabajo mejor. Sin embargo, poner
condiciones a nuestro bienestar equivale a postergarlo una y otra vez mientras
el tiempo va pasando.
En su libro Los
mitos de la felicidad, Sonja
Lyubomirsky, profesora de Psicología de la Universidad de California,
afirma que en “la
idea de ‘seré feliz cuando…’, la
falsa promesa no estriba en que lograr esos sucesos no nos vaya a hacer más felices;
casi seguro que sí. El problema es que esos logros, aun cuando en principio
sean totalmente gratificantes, no harán
tan inmensamente felices, ni durante tanto tiempo, como se cree. Por
consiguiente, cuando alcanzar tales objetivos no nos haga tan felices como
esperábamos, pensaremos que nos pasa algo o que debemos ser los únicos que nos
sentimos así”.
Una vez se pasa la novedad, el sentimiento de
insatisfacción vuelve a hacer acto de presencia y se necesitará otro deseo
hacia el que proyectarse. En resumen: se consume más tiempo persiguiendo otras cosas que
disfrutando de las que ya se tienen.
La misma autora señala que otro mito igual de
extendido y perjudicial es la creencia “no seré feliz
si…”. Es decir, supeditar nuestro bienestar interior a que no
sucedan acontecimientos negativos. “Cuando sufrimos un cambio de fortuna adverso, nuestra
reacción suele ser sobredimensionada”, afirma Lyubomirsky. “Entonces nos
parece que no podremos volver a ser felices, y que la vida que conocemos se ha
acabado ya”.
La realización personal no se puede someter a
condiciones, ya que la vida es cambiante y siempre vamos a bascular entre
experiencias positivas y negativas. Aceptar con naturalidad los altibajos de la existencia es
lo que nos puede procurar un bienestar duradero e incondicional.
“El dinero no da la felicidad, pero procura una
sensación tan parecida que se necesita un especialista muy avanzado para
verificar la diferencia” Woody Allen
Sobre esta cuestión se han realizado numerosos
estudios que sirven de contrapunto a mitos como el de Bután. En 1972, el rey de
este país propuso el término “felicidad interior bruta” como alternativa al
producto interior bruto, que en su país era realmente bajo.
Se llegó a decir que Bután era el país más feliz del mundo,
afirmación discutida por numerosos viajeros que han visitado la zona y han
podido ver a algunos de sus habitantes que sufrían de pobreza y enfermedades,
aunque la religión budista les facilite afrontar estas situaciones con mayor
serenidad.
Acerca de esto, los investigadores aportan una
conclusión clara: aunque solo sea por su calidad de vida, las personas que
viven por encima del umbral de pobreza son ya más felices que las que tienen
que luchar por sobrevivir.
Sí es cierto que a partir de un nivel de ingresos
suficiente, engrosar la cuenta bancaria no aporta más sensación de este
sentimiento. Un estudio realizado en Estados Unidos demostró que, por término
general, los individuos que ganan más de 90.000 dólares anuales no son más
dichosos que los que tienen unos ingresos entre 50.000 y 90.000 dólares. Una
amplia encuesta realizada en Japón arrojó resultados similares.
Por tanto, habría que precisar un poco más el
tópico y decir: el
dinero no da la felicidad, siempre y cuando tengamos suficiente para atender
nuestras necesidades básicas. Si carecemos de ingresos para pagar la
hipoteca, satisfacer las facturas o llenar la nevera, en ese caso el dinero sí
da la tranquilidad necesaria para poder vivir con más satisfacción.
CONCLUSIONES
FINALES.
“La felicidad no consiste en otra cosa que en
tener buena salud y mala memoria” Albert Schweitzer
Hay muchos otros mitos de este estado de ánimo en
la cultura popular, pero tampoco responden a una verdad válida para todos. La
satisfacción de cada individuo tiene una medida tan personal, dependiendo de
sus inclinaciones y prioridades, que no hay nada que pueda hacer feliz a todo el mundo.
Algunas personas incluso encuentran alegría en
estrellarse y tener que empezar de cero. Como afirma el filósofo André Comte-Sponville, “la desesperanza da alas. El que lo ha
perdido todo se vuelve ligero, no veáis en ello elogio alguno de la tristeza,
al contrario. La tristeza es siempre una pesada carga. La desesperanza no es la
infelicidad (…) y está muy cerca de la felicidad misma. Feliz es aquel al que
nada le cabe esperar. Tener esperanza es
esperar; la felicidad comienza cuando ya no se espera”.
Dejar de esperar que sucedan ciertas cosas es una
buena clave para no ser infelices. Si uno consigue liberarse de las creencias
sobre la felicidad, estará más cerca de conseguirla por sus propios medios,
fomentando un modo de vida que permita estar en paz consigo mismo a la vez que
se convierte en alguien útil para los demás.
La buena noticia es que no hay fórmulas mágicas
para conseguir llegar a este estado de ánimo. Cada uno de nosotros deberá descubrir, en
el camino de la vida, su propia receta
CADA MOMENTO
ES ÚNICO
“En
la propia vida es donde están las pequeñas gotas de felicidad, los momentos,
quizá minutos o segundos, donde nos damos cuenta de que ese instante es único y
vale la pena. En la misma rutina diaria podemos
encontrar esa tranquilidad en los momentos más sencillos, y disfrutar de
ellos es lo que aporta calma, bienestar, serenidad y satisfacción a nuestra
vida. Buscar la felicidad en el futuro
es injusto para nosotros mismos, puesto que no valoramos lo que hemos
conseguido hasta este momento, hasta el presente, y continuamente anhelamos
algo que no tenemos, algo que, en ocasiones, ni siquiera sabemos qué es”.
Nika Vázquez Seguí (Psicóloga)
PARA
CONECTARNOS
Una
película
-
‘La sal de la tierra’. Wim Wenders & Juliano Ribeiro Salgado
En compañía del hijo de Sebastião Salgado, el
director alemán hace un recorrido por la vida y obra del fotógrafo que mejor ha
retratado la felicidad e infelicidad de los seres humanos durante los últimos
50 años. Una lección magistral sobre la aventura de existir.
-
‘Clychau Dibon’. Catrin
Finch & Seckou Keita
La arpista más reconocida de Gales y el maestro
senegalés de kora Seckou Keita unen sus talentos para este disco instrumental
que es un inesperado monumento sonoro. Piezas sutiles e inspiradoras en las que
viejas melodías del país de Gales se fusionan con la música mandinga.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada