Cierta vez, mientras el demonio atravesaba el
desierto de Libia, llegó a un lugar donde un grupo de amigos suyos trataba de
atormentar a un santo ermitaño mediante imágenes de los siete pecados
capitales. Pero la fuerza de voluntad de aquel santo hombre era demasiado
poderosa para ellos, de modo que éste pudo desbaratar fácilmente sus diabólicas
intenciones. Tras observar el miserable fracaso de estos diablillos, el demonio
avanzó dispuesto a darles una lección.
-Lo que
están haciendo es muy torpe -les dijo-. Permítanme
un momento.
Y le susurró al santo:
-Tu hermano
acaba de ser nombrado obispo de Aleandría.
En el acto, una mueca de maligna envidia nubló el
rostro sereno del ermitaño.
-Ésta
-explicó el demonio a sus diablillos- es
la clase de cosa que suelo recomendar.
Arthur Conan Doyle
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